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Oswaldo Páez-Pumar: Un reencuentro con Mandela

 

Me encuentro con una noticia que informa que la “administración Biden”, así se la identifica, demandará al estado de Texas y la causa de esa demanda es la ley del estado que da relevancia al “latido fetal”. Que el gobierno de los Estados Unidos inicie un proceso judicial contra uno de los estados que conforman la Unión, no es algo insólito, inaudito o inadmisible, es parte del sistema que conserva la autonomía de los Estados que forman la unión y al mismo tiempo preserva la Unión que hizo de los Estados Unidos de América la potencia más importante del siglo XX.

Todavía en el siglo XXI se siguen exhibiendo así los Estados Unidos, a pesar de que las varias veces mil millonaria población de China, se exhibe como capaz de recuperar ese puesto que tuvo en los tiempos de Marco Polo, aunque sin perturbar a Europa y mucho menos a América, porque pese a quien le pese, Colón no había tropezado con ella en su viaje a China navegando hacia el oeste.

Pero volvamos al asunto que me impulsó a escribir, que es la polémica de la administración Biden con uno de los estados que conforman la Unión. No se trata desde luego de una pretensión de separación, sino de una ley que, un poco a contra corriente de lo que parece ser una tendencia bastante generalizada en las sociedades más evolucionadas, más ricas, pretende introducir “el aborto” como un derecho humano, desde luego echando por tierra una tradición de más de dos mil años, es decir, que antecedió al cristianismo, y que dio nacimiento nada menos y nada más, que a Julio César, cuyo nombre César, como ya lo expresara en unos de sus poemas Andrés Eloy Blanco, proviene de cortar y en la matriz el corte.

Este movimiento que surge en las sociedades más desarrolladas, pretende mostrarse como un derecho de las embarazadas que prima sobre la vida ya existente de quien no puede defenderse, al tiempo cuando esas mismas sociedades cuestionan que siga existiendo la “pena de muerte” que se impone contra quienes atentan contra sus semejantes y pretenden comenzar a aplicarla contra quienes no han atentado contra nadie, limitándose a dejar oír el eco de su existencia, el latido del corazón.

Me pregunto ¿Por qué será así? Temo que ese viejo dicho “piensa mal y acertarás”, se presenta en mi mente y me dice que ese negocio mil millonario de píldoras abortivas, y de abortos inducidos porque la embarazada invoca violación, o que se yo que más, que no tiene cómo mantener al hijo si llega a nacer, comienza a prevalecer sobre el derecho del concebido que aún no puede gritar y se limita a hacernos oír el latido de su corazón.

No es contra el estado de Texas contra quien se dirige la administración Biden, es contra el latido, o si se lo quiere mirar desde otro ángulo a favor de la embarazada que vota, no así el concebido; y desde luego a Biden le tocó estar hoy, mañana es cualquier otro, no solamente en los Estados Unidos, es en el mundo entero y particularmente en las naciones más desarrolladas que tienden casi de manera natural, al menos es así históricamente, a que su tasa de natalidad disminuya y encuentran en esta fórmula la posibilidad de “vendérselas” a las sociedades más atrasadas cuya tasa de natalidad no merma. Hoy en Europa los grupos sociales que se reproducen más son los venidos del África y del Medio Oriente; y en los Estados Unidos los negros y los que ellos llaman “latinos” que son básicamente iberoamericanos. Y he llegado al final del artículo y quienes lo hayan leído se preguntarán ¿Qué tiene que hacer Mandela con este problema? Creo que sí porque él dijo que “No se debe juzgar a una nación por cómo trata a sus miembros más encumbrados, sino por cómo trata a los más humildes.” Yo me atrevo a decir por cómo trata a los más indefensos, los que no tienen voz para gritar “socorro”, sino solo el latido de su corazón.

 

Caracas, 26 de octubre de 2021

 

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