¡Otra dictadura que cae!
Aunque las circunstancias en uno y otro país son bien diferentes, a nosotros los cubanos nos llena de regocijo ver caer otra dinastía.
LA HABANA, Cuba.- El pasado domingo 2 se supo que la ciudad de Alepo, la más poblada de Siria, había caído en manos de los rebeldes opuestos al dictador Bashar Al-Assad. Fueron pocos los que, al conocer la noticia, barruntaron cuán cerca estaba el derrocamiento del régimen de opresión, crimen, emigración y guerra civil que en el antiquísimo país del Levante mantuvo tan funesto personaje.
Pero, a partir de esa fecha, no pararon las informaciones sobre el avance impetuoso de las fuerzas rebeldes y su llegada a otros centros de población importantes. En el caso de Hama, catalogada como la cuarta ciudad del país, su caída el pasado jueves fue pretexto para que los portavoces militares del régimen aseguraran que su retirada representaba “una medida táctica temporal” y que obedecía al propósito de “evitar poner en peligro la vida de civiles”.
Después siguieron en turno Homs, tercera ciudad siria y, horas después, la misma capital, la antiquísima Damasco. Por cierto, viene al caso señalar que, al menos en el caso de Hama, la emisora chavista TeleSurno se cohibió de repetir la ridícula versión oficial: que su abandono por las fuerzas del régimen se debía a la preocupación de este por el bienestar y la integridad física de los no combatientes… ¡Y esto dicho de una dictadura que, con su represión brutal, se calcula que provocó no menos de medio millón de muertes!
Este domingo, los mismos cotorrones al servicio de Nicolás Maduro, ya forzados a reconocer la fuga del dictador El-Assad y el derrocamiento de su régimen de opresión, exhibieron en sus pantallas un titular antológico: “Siria: Terroristas toman el poder”. ¡No, señores chavistas! ¡Los mayores terroristas del antiguo país del Levante eran precisamente el señor El-Assad y sus represores!
Pero es que esa es la actitud que los aparatos de agitación al servicio de los regímenes autoritarios suelen asumir ante el derrocamiento de sus homólogos en otros países, en especial cuando han mantenido con ellos relaciones de alianza. Aunque hay que reconocer que, en el bando castrista, ha habido un poco más de moderación: Cubadebate, por ejemplo, al informar sobre el arribo a Moscú del dictador fugitivo, señala: “cayó y él huyó del país, dejando atrás un legado de destrucción y sufrimiento” (aunque conviene aclarar que este último planteamiento lo ponen en boca de “las milicias” que lo derrocaron).
A nivel mundial, las reacciones políticas han dado la bienvenida al importante suceso. En Francia, la antigua potencia colonial, el presidente Emmanuel Macron elogió la caída de lo que llamó un “estado de barbarie”.
La nueva jefa de política exterior de la Unión Europea (UE), Kaja Kallas, calificó el derrocamiento del dictador El-Assad como un “desarrollo positivo y esperado”, y comentó que el suceso “muestra la debilidad de Rusia e Irán”. Y Annalena Baerbock, ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, describió lo acontecido como “un gran alivio para millones de personas en Siria”.
En las potencias más directamente involucradas en la situación, también se ha observado una reacción positiva. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, tuvo una idea que no parece ser la más feliz: abordar el tema en las Alturas de Golán, territorio sirio ocupado por tropas de su país. En cualquier caso, aseguró este domingo que se trataba de “un día histórico en Oriente Medio”.
En Estados Unidos, el presidente Biden, según la AP, calificó la caída del régimen dictatorial sirio como un “acto fundamental de justicia”, pero también describió el momento actual como “de riesgo e incertidumbre” para Medio Oriente. Asimismo, atribuyó lo ocurrido “a la acción de Estados Unidos y sus aliados por debilitar a los partidarios de Siria —Rusia, Irán y Hezbollah—”. “Por primera vez”, dijo, esas fuerzas “ya no podían defender el control de Assad sobre el poder”.
Pero por supuesto que, mucho más importante que lo que puedan decir al respecto los representantes de prestigiosas potencias mundiales, conviene que prestemos atención a lo que hagan los mismos insurgentes que, con una ofensiva de poco más de una semana, lograron echar del poder a uno de los regímenes dictatoriales más feroces y criminales de todo el mundo.
El principal jefe insurrecto, Abu Mohammed Al-Julani, ha decidido retomar su nombre real: Ahmed Al-Sharaa. A lo largo de su carrera, estuvo vinculado con alianzas como Al-Qaeda y el llamado “Estado Islámico” (EI). También es verdad que hace años informó su rompimiento con esas fuerzas del yihadismo musulmán.
En definitiva, unió su grupo con otras fuerzas rebeldes sirias para formar la Organización para la Liberación del Levante, más conocida por la sigla HTS, que corresponde a su nombre árabe: Hayat Tahrir al Sham. Según BBC Mundo, esa fuerza “impone la ley islámica en las áreas que controla, pero lo hace de una manera sustancialmente menos estricta que otros grupos yihadistas”. Estos últimos “lo han criticado por considerarlo demasiado moderado”.
Las primeras palabras pronunciadas por el nuevo líder del país levantino en la histórica mezquita de los Omeyas bien merecen el calificativo de conciliadoras. Habrá que ver si, como proclamó, sus acciones se encaminan realmente a “construir juntos una Siria que esté a la altura de los sacrificios de su pueblo”. ¡Ojalá! En cualquier caso, es muy difícil que su gobierno sea peor que el establecido durante lustros por la dinastía asesina de los Assad.
Aunque las circunstancias en uno y otro país son bien diferentes, está claro que, a nosotros los cubanos, que hemos padecido durante ya casi 66 años la dictadura de los Castro, nos llena de regocijo ver caer otra dinastía (en su caso, padre e hijo) cuyo dominio mortal se extendió también durante decenios, aunque unos cuantos menos.