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P. Luis Ugalde: “Se derrumba la base moral del país”

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El Director del Centro de Reflexión y de Planificación Educativa de los Jesuitas, Cerpe, Luis Ugalde s.j., está convencido de que en Venezuela hay una dictadura que solo puede ser superada si es contenido el derrumbe de la base moral del país, esa condición inherente al pacto social que garantiza de forma indiscutible el respeto por la vida del otro.  Ante la mirada afable del retrato del Papa Francisco dispuesto en una de las paredes de su oficina, la reflexión y la crítica son inseparables en la palabra de Luis Ugalde s.j. cuando analiza qué pasa en Venezuela y cómo tomar las decisiones para superar la “encrucijada” en la que asegura está el país y de la cual la mayoría de los venezolanos está consciente. Al contestar a la primera pregunta de esta conversación, —¿cómo evalúa el país hoy?— su respuesta apuntó de forma tajante a los asuntos más fundamentales para los ciudadanos que en este momento el Estado no es capaz de garantizar como lo es la seguridad física. “Eso se ha agravado en todos los sectores sociales de una manera dramática. Los delincuentes  están mejor organizados y armados que la policía, y esto significa que la instancia del Estado que garantiza la seguridad básica está fallando independientemente del color político de la gente.

 

-¿Nos hemos pervertido como sociedad a tal punto de llegar a los linchamientos?

 

Eso es fruto de una desesperación. Los Estados se basan en un pacto social que impide que la gente tome la justicia por sus propias manos, por lo que las armas las tienen el ejército y la policía. Pero cuando una sociedad comienza a sentirse insegura y percibir que esa instancia del Estado no funciona, se derrumba la base moral que está en el pacto social, que es la que nos ayuda a que yo respete tu vida y tú respetes la mía.

 

-¿Se está derrumbando esa base moral en Venezuela?

 

Eso es lo que está pasando y lo que significan los linchamientos es que «ya que usted, Estado, no funciona y no me garantiza la vida no me queda más remedio que defenderme». Una vez que se llega allí, una venganza trae otra venganza,  y una arbitrariedad otra y todo se va de las manos.

 

-¿Se está yendo de las manos la situación?

 

Sí, pero no se trata de que la gente en el fondo no tenga los valores morales, sino que llega a la conclusión de que estos no ayudan, no sirven para sobrevivir. La gente es muy sensible, pero también lo son los militares y la propia policía que se sienten tocados en su propiedad legítima de las armas, que no es tal si se sabe que el delincuente tiene armas largas y granadas. El malestar que tienen los militares ante la inseguridad, al verse retados por grupos al margen de la ley, tiene consecuencias graves. Con esa irritación permanente justifican excesos en intervenciones como las registradas en el pasado en la Cota 905 con las OLP (Operación Liberación del Pueblo). Cuando se está en una guerra, la moral cambia y la conciencia tolera hechos que no se justifican en una situación de normal funcionamiento de las instituciones. Hay un linchamiento y la gente dice «bien hecho, porque era un delincuente que nos estaba matando» y termina siendo aceptado, de la misma manera que la corrupción. Sobre las cuentas en Panamá, Andorra y Suiza existe menos conciencia de que ese dinero es el que hoy falta para comprar medicinas y para el tratamiento de cáncer, esa relación no se hace. Cuando el ciudadano se da cuenta de esta consecuencia, viene la indignación y es el punto donde estamos ahora.

 

-¿Hasta dónde nos puede llevar ese derrumbamiento de la base moral de un país en el que no se toman las acciones necesarias por su costo político?

 

El gobierno tiene ahora un dilema muy complicado. Cambiar el modelo económico, estimular la producción en el país,  garantizar el marco jurídico en el cual sea posible que el país sea productor, tiene un costo político al cual el gobierno le tiene mucho miedo, pero no cambiar tiene un costo mayor. Los estímulos a la productividad  han sido negados de forma sistemática. Por la concepción política del gobierno  la sociedad buena no es donde hay empresa privada, sino donde no la hay. Eso es simple marxismo: las causas del mal son la existencia de los medios de producción en manos de la empresa privada. El gobierno lo creyó así y sembró la polarización para que la mayoría quisiera su desaparición, pero ha retrocedido porque la población cayó en cuenta de que sin empresa privada no habrá empleo digno, como ha quedado demostrado en China, Rusia, en todo el Bloque Soviético y en Cuba que es una auténtica locura. Si tú has dicho que la esencia misma de tu propuesta de justicia social consiste en la eliminación de la empresa privada, cómo le dices al país que eso no es verdad y que ahora hay que fomentar empresas productivas tal y como lo está diciendo el gobierno.

 

-¿Está entrampado?

 

El chavismo está entrampado. Esto no lo hizo Maduro sino “el padre de Maduro”. En el modo de salir de esta situación hay una diferenciación, porque muchos del gobierno a lo interno reconocen que es desacertada la política económica, la cambiaria y la estatización de empresas fue equivocada.

 

-¿Cómo revertir ese derrumbamiento de la base moral?

 

Hay quienes creen que la gente se pervirtió y tienen que venir los curas a predicar «no matarás al prójimo», pero si se vive en un contexto de guerra como fue el caso de Yugoslavia, donde de la noche a la mañana serbios, croatas y todos los que convivían allí se convirtieron en enemigos y sintieron que matar al enemigo era bueno. En tiempos de guerra matar al enemigo es bueno.

 

-¿Estamos en tiempos de guerra en Venezuela?

 

Estamos en psicología de guerra ya. No va a haber guerra, pero sí habrá guerra en el contexto moral. «Si medio país se va, lo celebro. Que se vayan todos como pasó en Cuba que se fueron todos a Miami y que nos dejen a nosotros». El mal ajeno me alegra, ese es el cambio de moral, y puede ocurrir también en la oposición. Por eso es que hay quienes apuestan a que no haya diálogo y «arrasar con todo». Es decir, la vida del otro no cuenta y esa es la muerte moral. En un clima de guerra, por mucho que se predique que un serbio tiene que amar a un bosnio, la gente se siente mejor pensando que tiene que matar. La predicación cae en el vacío. Para que la insistencia en el valor moral tenga eco debe cesar la guerra. No solamente en el corazón, sino externamente, institucionalmente. Yo puedo hacer el propósito de querer bien al prójimo y mañana me secuestran o me expropian, o tengo que cerrar la empresa o pierdo el trabajo, o no consigo el medicamento para que mi mamá no se muera, entonces me siento autorizado moralmente para hacer cualquier barbaridad.

 

-¿Cree que tanto gobierno como oposición hacen lo que deben hacer?

 

Eso sería mucho pedir, que cada quien haga lo que tiene que hacer. En la Asamblea lo están haciendo bastante bien con lo que pueden hacer, pero el mal del país no puede resolverlo la Asamblea, porque con decisiones el Ejecutivo ya ha inventando el modo de bloquear. Esto irrita más a un país que está desesperado por las colas, por la ineficiencia, por la escasez, por ver la aparición de cuentas (con dinero no justificado) en el exterior. Esta especie de bloqueo que hay entre el Legislativo y el Ejecutivo atrincherado con el Poder Judicial, con el ejército, solo puede ser desmontado por la  sociedad y la desesperación de la sociedad es creciente. El malestar avanza y al final el que manda es ese malestar social. Si un gobierno no puede responder a elementos básicos como la seguridad o salud, es imposible que la sociedad lo legitime.

 

-¿Evitar el derrumbamiento de la base moral del país depende de tomar las  decisiones necesarias?

 

Pasa por tomar decisiones de carácter económico y político, como por ejemplo eliminar la política de descalificación del que es distinto de mí. Un asunto es no estar de acuerdo y otro, como se ha dicho, que el que no apoye al gobierno sea calificado como delincuente, como ha pasado con los expresidentes al que el nuestro ha insultado. Sobre la descalificación no se puede hacer una política seria. La democracia significa tener diferencias, pero estar de acuerdo en reglas económicas, sociales y políticas. Eso está en la Constitución, pero el gobierno la está violando. La reconstitucionalización, que significa separación de poderes, descriminalización de los opositores y liberación de los que están en la cárcel, es una de las primeras necesidades del país.

 

-¿Cómo dignificar la figura del ciudadano, que está consciente de su responsabilidad, en ese proceso de reconstitucionalización del país?

 

No está en manos de la gente producir la solución de los problemas, por eso protesta. Las decisiones para resolverlos vienen de una negociación. Y en Venezuela para un gobierno, que yo llamo de salvación nacional, el propio gobierno tendría que reconocer la necesidad de abrirse y constituir una conducción del país para el cambio de este camino por el que venimos, que debe contar con el apoyo de gobierno y oposición.

 

-¿Y ese gobierno de salvación nacional podría emerger del gobierno del presidente Maduro?

En teoría podría pero él ha dicho que no quiere, que no quiere soltar a ningún preso político: él mismo se está excluyendo de la solución. Si él no puede con esto, y sigue empeorando la situación que perjudica más aún al país y a su partido, lo ético sería su renuncia. Pensar en este momento en que el modelo cubano es la solución para el país es un disparate donde lo pongan. El presidente se ha vuelto un obstáculo terrible para los cambios que hay que dar en el país.

 

-Si como usted señala lo ético es la renuncia, ¿dónde quedan opciones como el referéndum revocatorio? ¿Hay espacio para un contexto de quiebre de la democracia planteado por el teórico de regímenes totalitarios y autoritarios Juan Linz?

 

Lo ético es la renuncia porque otras vías son más complicadas, costosas y llevarán a más enfrentamientos. Aquí no hay democracia. En Venezuela estamos en una dictadura: la Constitución está sistemáticamente violada, este es un régimen militar,  el Poder Judicial está totalmente subordinado al Ejecutivo. Hay que reconstitucionalizar. Habría democracia si se respetara la Constitución, pero no se respeta. El quiebre de la democracia ocurrió hace mucho tiempo. Aquí lo que está en discusión es el rescate de la democracia, cómo se hace, cuál es la contribución del gobierno para el rescate de la democracia y cuál es la de la oposición.

 

-¿Quién tiene la carga más pesada?

 

La tiene el gobierno, porque tiene que desbloquear esa actitud con la que pretende impedir cualquiera de las salidas contempladas en la Constitución.

 

-Si Ud. dice que no hay democracia sino una dictadura ¿cómo encajaría en este contexto una salida por la vía de las armas?

 

Tenemos que hablar de una salida democrática, pero esta al igual que la no democrática está apoyada por las armas. Una sociedad democrática está apoyada por armas porque el ejército dice que apoya la institucionalidad democrática como manda la Constitución. Y eso es lo único que se le pide al Ejército venezolano, pero sabemos que la mitad de los gobernadores son militares, en las empresas del Estado están los militares y en muchos casos de corrupción están involucrados militares. Los militares se reconstitucionalizarían al decir que no son un partido político sino que apoyan el modelo social que está en la Constitución.

 

-¿Qué palabra emplearía para hablar del futuro de Venezuela? (Ugalde hace una breve pausa para meditar su respuesta que me permite repreguntar) ¿Qué piensa del futuro?

 

Del futuro soy optimista, el tema es el presente. Cómo se desbloquea el presente para que un futuro de esperanza se haga realidad. Esa fue la pregunta en Perú y hoy día en América Latina se envidia a Perú. La visión positiva y de esperanza que hay al otro lado tiene que llevar a movilizarnos, y si no hay renuncia, pues a movilizarnos para el revocatorio. La Constitución prevé los mecanismos hasta para proceder en caso de emergencia, pero van a tratar de que no se dé el referéndum, y lo harán a través del CNE (Consejo Nacional Electoral). Al final, la última palabra está en el grado de movilización de la población, que fue lo que ocurrió para la salida de Fujimori o en la caída del Muro de Berlín que parecía imposible de cambiar. La relación entre un gobierno que echa unos cuentos y la realidad del día a día es tan abismal que al final siempre prevalece esta. El régimen de Alemania Oriental era el más represivo y mejor organizado de todo el Bloque Soviético, y cuando la gente comenzó a correr hacia el Muro, no pudo hacer nada porque intuyó que había perdido su apoyo y evitó una masacre. Venezuela está llegando allí, pero tiene que haber liderazgos. Si no se tiene un termómetro nunca se sabe cuándo hierve el agua, —pero siempre hierve—, y en Venezuela está a punto de hervir, pero hay gente que cree que hervir es prenderle fuego a un Mercal. El hervor puede ser mucho más silencioso y menos destructivo, pero cada vez es más claro y firme que con este gobierno no tenemos futuro, y esa convicción se está dando en el propio gobierno. Estoy convencido de que en este momento son mucho más los chavistas que quieren este cambio ya, que aquellos que no quieren.

 

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