Pablo Mieres: Equidad de género y feminismos: No perder el norte
La conmemoración de un nuevo 8 de marzo puso en debate, como quizás antes nunca había ocurrido, un conjunto de significados que han generado múltiples polémicas.
La conmemoración de un nuevo 8 de marzo puso en debate, como quizás antes nunca había ocurrido, un conjunto de significados que han generado múltiples polémicas y, en cierto sentido, han generado líneas transversales de interpretación que corren el riesgo de transformarse en procesos de división y desacumulación para la causa de los derechos de las mujeres y la equidad de género.
En efecto, la reivindicación de los derechos de las mujeres y la construcción de una sociedad equitativa, capaz de eliminar las fuertes inequidades por razón de género, ha tenido un avance muy significativo en los últimos años. Han sido diversos procesos culturales, sociales, políticos y legislativos que se han alineado en una dirección crecientemente favorable para la reivindicación de una sociedad más justa e igualitaria.
La ley de violencia de género, la ley de cuotas y la ley integral de combate a la violencia contra las mujeres, así como las agravantes del homicidio en los casos de femicidios, han sido señales importantes en la lucha por la igualdad.
En forma paralela, en la vida social y cultural se han impulsado avances en la construcción de una convivencia alineada con las metas de equidad.
Sin embargo, no menos cierto es que los casos de femicidios siguen siendo escandalosamente numerosos y la ley integral de combate a la violencia contra las mujeres no ha contado con los recursos necesarios para su implementación. Y nadie duda que en la vida cotidiana siguen existiendo inequidades que son reflejo de las relaciones de género; nuestra sociedad mantiene conductas machistas que debemos seguir combatiendo.
Pero en esta oportunidad han emergido diferencias muy significativas entre los diferentes colectivos u organizaciones que reivindican los derechos de las mujeres con respecto a la interpretación de sus causas y, también, en algunos casos, con los contenidos de los reclamos.
Ha habido, de parte de ciertos grupos una vinculación directa entre la reivindicación feminista y el combate al capitalismo. Una interpretación que, por cierto, carece de cualquier tipo de sustento histórico.
Baste decir que son, precisamente, sociedades capitalistas las que registran los mayores avances en la consagración y defensa de los derechos de las mujeres. Las sociedades escandinavas son, por lejos, las que expresan los mayores avances de los derechos de las mujeres, hoy en día y desde varias décadas a la fecha, tanto en el plano social, cultural como político. Y son sociedades capitalistas con una fuerte impronta socialdemócrata en su modelo histórico de funcionamiento, pero manteniéndose claramente dentro del sistema capitalista.
Por el contrario, las sociedades islámicas son la contracara y el otro extremo en la consideración de los derechos de las mujeres. Pero, no menos cierto es que en las sociedades que se han denominado socialistas, las del socialismo real y más recientemente las que se autoproclamaron «socialismos del Siglo XXI», los derechos de las mujeres y la equidad de género, ni hablar de los derechos de los LGTBE, fueron desconocidos y dejados de lado.
Por cierto que en numerosas sociedades capitalistas existe también el machismo y han existido muchos gobiernos discriminatorios, pero no es cierto que los regímenes socialistas fueran impulsores de la equidad y la inclusión de género.
Tanto en la Unión Soviética, como en los regímenes de Europa Oriental, y ni hablar de la Cuba de Fidel en dónde se persiguieron a los homosexuales hasta hace bien poco tiempo a los que expulsaban embarcándolos en el mar a su suerte y donde se rechazó hace apenas dos años un proyecto de ley sobre matrimonio igualitario.
Vale recordar también al «socialista del Siglo XXI», Evo Morales indicar con tono moralista que había que tener cuidado con «comer pollo» porque se potenciaban las tendencias homosexuales. Ni hablar de Daniel Ortega, el socialista nicaragüense, violador impune de su hijastra durante largos y horrorosos años
En fin, sin duda que la referencia a una asociación entre capitalismo y machismo no es otra cosa que un burdo intento político por vincular las demandas feministas con ciertas corrientes políticas o partidarias de izquierda socialista.
Tampoco tiene ningún sentido reducir el reclamo feminista a una lucha contra el fascismo, como si esta concepción autoritaria y, por cierto, muy rechazable, estuviera sólo relacionada con la cuestión machista. Sin duda que el fascismo promueve una sociedad autoritaria y, por lo tanto, contraria a los derechos ciudadanos; pero no exclusiva ni principalmente de los derechos de las mujeres, sino de todos los ciudadanos en diferentes aspectos.
Resulta evidente que ha habido un intento de algunas organizaciones sociales por «atar» o vincular, en un año electoral, las reivindicaciones de equidad de género a una definición partidaria. El hecho de estar en un año electoral, ha potenciado estas tendencias en ciertas organizaciones.
Del mismo modo, la intención de relacionar de manera unívoca las reivindicaciones feministas con una prédica antirreligiosa y, particularmente, anticatólica es también un grueso error y una grotesca simplificación de la realidad.
Obviamente que en ciertos sectores religiosos existen tendencias «machistas» y ciertas reglas existentes en algunas iglesias pueden calificarse de inequitativas desde el punto de vista del género. Pero generalizar las vinculaciones entre feminismo y anti-religión implica negar la existencia de muchas personas y grupos de diversas iglesias que han impulsado la equidad de género.
Baste recordar la prédica permanente de Perico Pérez Aguirre, sacerdote católico, para reconocer que en el ámbito religioso es absolutamente injusto establecer estas simplificaciones.
Finalmente, como han señalado muchas mujeres identificadas con el movimiento feminista, la búsqueda de relaciones de equidad implica justamente establecer relaciones simétricas entre hombres y mujeres y no promover un discurso y una práctica antihombres, como hemos escuchado en algunas manifestaciones muy minoritarias.
La mayoría de las mujeres y hombres y la mayoría de las organizaciones que impulsan un cambio a favor de la equidad de género no se incluyen dentro de estas tendencias erradas, pero la creciente visibilidad de estos grupos minoritarios, no le hace bien a los necesarios e imprescindibles avances a lograr.
El gran desafío de hoy es, a nuestro juicio, mantener el norte en las demandas y reivindicaciones originarias, evitando que ciertas expresiones minoritarias, fuertemente sesgadas y, paradójicamente, discriminatorias se impongan con el obvio resultado de reducir la amplitud y la abarcabilidad del movimiento.
La conmemoración del 8M de este año volvió a demostrar hasta qué punto existe un fuerte apoyo social y movilizado a la causa de los derechos de las mujeres y la equidad de género. Es responsabilidad de todos mantener la amplitud de esta convocatoria sin caer en simplificaciones, descalificaciones e intentos de apropiación política que, tarde o temprano, desnaturalizan el sentido del movimiento.
PABLO MIERES: Doctor en Derecho y Ciencias Sociales. Sociólogo. Presidente del Partido Independiente. Senador por ese partido para el período 2015-2020.