Pacto IU-Podemos: Una bendición para Sánchez
Negocian Podemos e Izquierda Unida contra reloj un acuerdo para presentar una lista conjunta a las elecciones del 26-J. El objetivo es claro: superar al PSOE. Lo reconocía ayer Alberto Garzón en una reveladora entrevista a Luis Ángel Sanz: «Como mínimo, vamos a ser segundos».
Según los cálculos realizados en base a los resultados del 20-D, la suma de votos de Podemos e Izquierda Unida aportaría en torno a 14 escaños más a los obtenidos en las pasadas elecciones por el partido de Pablo Iglesias. Si a ello le añadimos los escaños de las confluencias (En Comú, Compromís, Mareas), el bloque a la izquierda del PSOE rondaría los 85 escaños. Es decir, que se quedaría a sólo cinco de los que obtuvo el Partido Socialista.
El cálculo es muy importante porque es la clave de todo. Iglesias está convencido de que el sorpasso, posible ahora con la alianza con IU, no sólo le dará a Podemos el papel hegemónico en la izquierda, sino que forzaría al PSOE a pactar un gobierno en el que, naturalmente, el presidente sería él. Si a alguien le quedaba alguna duda del objetivo de la negociación, ayer se encargó de despejarla Íñigo Errejón: «No estamos negociando una confluencia, sino echarnos una mano».
En la citada entrevista publicada ayer por EL MUNDO, el líder de IU apenas habla del programa, programa, programa y se centra en lo que, de verdad, importa para cerrar con éxito el acuerdo: el reparto del poder.
Garzón, que sabe que ahora Iglesias le necesita (no como cuando el verano pasado llamaba a los líderes de IU «cenizos incapaces de hacer nada»), ha subido la apuesta en favor de su grupo a «un sexto de los diputados». Es decir, unos siete según los cálculos a los que he hecho referencia. Podemos está dispuesto a llegar a cinco.
El jefe de IU, que considera un «éxito» una participación del 30% en la consulta a la militancia sobre la «coalición» con Podemos, incurre en la entrevista en evidentes y divertidas contradicciones. «La gente», dice, «me pide en la calle que nos unamos. No hablan de declaraciones pasadas ni de listas».
Pero luego llega la cruda realidad. Cuando el periodista le pregunta por su puesto en la lista de Madrid -por supuesto, tiene que ir por Madrid-, Garzón responde: «Cuanta más visibilidad tenga, más ganamos todos». Ahora a eso se le llama visibilidad.
Eso sí, como una coqueta damisela a la que su pareja propone pasar a mayores, al ser preguntado si va a ser vicepresidente de Iglesias, en un hipotético gobierno de coalición, responde ruborizado: «En IU no tenemos ambiciones personales». O sea, que lo de la «visibilidad» es sólo para las listas, en el gobierno eso da lo mismo ¡Pero hombre, sea usted consecuente! Le bastaba con haber dicho que sí, que ser vicepresidente garantizará que IU tenga su «visibilidad». ¡En fin!
Los números que se manejan en estos vericuetos negociadores son algo tramposos. No se los cree ni Podemos. Ya le gustaría a Iglesias que la suma de su partido e IU alcanzara los 85 escaños.
Como apuntaba la encuesta del CIS de la semana pasada (en coincidencia con otras publicadas por distintos medios), Podemos no alcanzará ni por asomo los resultados del 20-D. Es verdad que las cosas pueden cambiar de aquí al 26 de junio y que ya en diciembre el partido de Iglesias protagonizó una sorprendente remontada.
Pero la historia, como bien sabe Iglesias, nunca se repite. Sobre todo, si los demás actores actúan en consonancia con lo que se espera de ellos.
El pacto de Podemos e IU puede convertirse en una bendición para Pedro Sánchez si éste sabe convencer desde posiciones de centro izquierda a los decepcionados de Podemos de que la única forma de conformar un gobierno progresista en España es con un PSOE fuerte. La alianza, aunque sea táctica, de Podemos con los comunistas, deja un terreno libre al PSOE que antes fue ocupado por la «transversalidad». Sin cerrarse a pactar con nadie, el PSOE debe volver al lugar donde consiguió las mayores victorias electorales, convenciendo a los ciudadanos de que no habrá vuelcos radicales y de que hará una política económica sensata.
Al contrario de lo que piensan Iglesias y Garzón, su pacto da a Sánchez la oportunidad de eludir el temido sorpasso y, a la postre, le puede ayudar a consolidarse como líder del partido. Incluso si PSOE y Podemos no suman para formar gobierno, nadie en su partido le pedirá a Sánchez que dimita en la noche del 26-J si logra un mejor resultado que el 20-D y, además, amplía su ventaja sobre la coalición capitaneada por Iglesias.