Padre Alfredo Infante: De las periferias a provincial jesuita en Venezuela
Párroco en una humilde y compleja zona caraqueña, ha sido designado a la cabeza de los jesuitas de Venezuela
El sacerdote jesuita Alfredo Infante Silvera, educador, experto en Derechos Humanos, Derecho Humanitario y Migración, coordina el área de Derechos Humanos de la Fundación Centro Gumilla y dirige el Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco.
Alfredo Infante Silveira S.J. fue designado este pasado miércoles 23 de noviembre como nuevo provincial de la Compañía de Jesús en Venezuela, una de las casi 80 provincias que la orden eclesiástica católica tiene en todo el mundo. Infante sustituye a Rafael Garrido.
La Compañía de Jesús divulgó en redes la noticia: «Con mucha alegría les comunicamos que hoy 23 de noviembre de 2022, el P. General Arturo Sosa, S.J. ha nombrado al P. Alfredo Infante Silvera, S.J. como nuevo Provincial de la Compañía de Jesús en Venezuela».
Un jesuita para el Servicio de Refugiados
El padre Infante Silvera nació en 1963 y se ordenó sacerdote en 1996. Aún no cumple los 60 años. Su labor ha sido amplia. Como miembro del Consejo de Redacción de la Revista SIC hizo minucioso seguimiento al tema colombiano y a la realidad social y eclesial de los barrios de Caracas.
Actualmente, el sacerdote jesuita vive en Las Casitas de La Vega, zona suburbana, donde ejerce como párroco de la parroquia San Alberto Hurtado. También asesora a la Comisión Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Venezolana y es miembro del equipo para la formación de formadores de la Conferencia Venezolana de Religiosos y Religiosas (Conver).
Un tema candente es el de los migrantes y refugiados, el cual Infante maneja con gran propiedad, pues hizo labor misionera con el Servicio Jesuita de Refugiados en Angola (1996-1999), Cazombo, provincia de Moxico, frontera con Zambia. En 1999, por encargo del entonces provincial Arturo Sosa, cofunda el Servicio Jesuita a Refugiados Venezuela, del cual será su primer director hasta 2004.
En el ojo del huracán
Hoy, es el padre general, Sosa, quien desde Roma lo designa para esta nueva responsabilidad en Venezuela, un país donde los jesuitas, precisamente por su labor en y desde las periferias –como dice el Papa Francisco- no han dejado de estar en el ojo del huracán. Especialmente el padre Infante a quien, en mayo pasado, el gobernador chavista Rafael Lacava demandó por supuesta «difamación agravada y continuada» por su labor como director de la ONG Lupa por la Vida.
El padre Infante es un reconocido defensor de los Derechos Humanos. Ha sido un año movido para él pues, en enero del 2022, a un año de la conocida como «Masacre de La Vega», denunció la impunidad y la indiferencia de los poderes públicos que obviaron el tema.
La Venezuela olvidada
Es párroco en La Vega, una zona popular y populosa en la ciudad capital. En ese laboratorio social donde confluyen las grandezas y miserias de una ciudadanía sometida a toda clase de carencias en plena crisis, acompaña desde hace años la sacrificada pero también esperanzadora cotidianidad de tantas familias venezolanas.
Esa perspectiva lo hace un conocedor de primera mano de ambas «venezuelas», sobre todo aquella de la cual no se habla pero que constituye una abrumadora mayoría, silente y sufriente, asunto sobre el cual habló en una entrevista para EncuentroHumanista.org, en mayo pasado:
«Pienso que estamos en un proceso de invisibilización de la pobreza, lo cual no evita la profundización de la desigualdad social; ya no sólo la típica que separa el este del oeste, sino –de nuevo- dentro de los mismos sectores populares. Lo que está surgiendo es un nuevo modelo económico muy injusto, que está excluyendo a mucha gente. Prueba de ello es la desnutrición, el desamparo y orfandad, mucha impunidad, todo lo cual es una desgarradora realidad que no se tapa fácilmente. Tampoco se puede negar la burbuja económica. Quienes participan y se benefician de ella, sin duda alguna mantienen esa impresión de regreso del bienestar».
El otro patrono
Es oportuno recordar que La Vega fue fundada como parroquia eclesiástica en septiembre de 2010 con el nombre de «San Alberto Hurtado”. En su momento, el cardenal Jorge Urosa Savino asignó esta «zona de misión» a los padres jesuitas que tenían muchos años realizando su trabajo en el lugar.
No cuenta con un templo y sus celebraciones ocurren en la cancha deportiva, en alguna de las calles o escuelas. En ocasiones durante las actividades religiosas se escuchan disparos. Es un sonido que, en nuestros barrios, ya forma parte del paisaje.
En medio de ese entorno, él se mantiene sereno y su carácter lo ayuda. Es amable, paciente, extremadamente sencillo y habla pausadamente. Tal vez lo único que delata una pasión «mundana» es su fanatismo por el béisbol que todo pecho de buen venezolano anida. En su caso, se decanta por el equipo de Las Águilas del Zulia.
La Vida es Bella
El padre Alfredo Infante aseguró que una de las actividades que realizó al llegar a La Vega, fue invitar a sus vecinos para ver la película «La Vida es bella» (1997). La idea era comprender la alegría y esperanza que despertaba en su hijo aquel hombre (Guido), a pesar de estar confinado en un campo de concentración. «Así aprenderemos a emprender sueños y buscar la manera de garantizar espacios para todos», afirmó.
Desde entonces su trabajo ha estado centrado en “crear la parroquia como una red de pequeñas comunidades que son semillas del Reino de Jesús para ser promotoras de la paz, la convivencia ciudadana y la cultura democrática”, dijo. “Esto es una manera de formar iglesias vivas antes que templos de concreto”, añadió.
«Una mina de humanidad»
Así describe a su parroquia. Su labor pastoral confía en que la esperanza seguirá siendo una manera de salir adelante. «No es fácil, estamos en un contexto muy adverso, en un estado de guerra y de mucha dificultad, pero ahí estamos haciendo una apuesta en favor de la gente», dijo.
Hace pocos días terminó la visita a Venezuela de Monseñor Peña Parra, venezolano hoy trabajando en Roma como Sustituto de la Secretaría de Estado vaticana. Expresó: «Venezuela no se ha dejado abatir por la difícil situación que ha pasado. Eso le diré al Papa» (…) Creo que tocamos fondo y ahora hay esta sensación de que algo positivo está sucediendo y puede suceder».
Engrana con lo que el padre Infante ya había dicho hace meses, cuando se refirió al surgimiento de una nueva consciencia ética entre los venezolanos:
«Eso está naciendo. No me cabe duda. La realidad es positivamente compleja. Así como privan esas dinámicas de deterioro de las que hemos hablado, la gente también le está dando la vuelta al asunto. Se nota un impulso, una fuerza social que, donde se acompaña y se desata, va generando dinámicas de crecimiento personal y comunitario impresionantes. Ello indica que lo que está faltando es multiplicar esos acompañamientos para propiciar espacios de confianza que activen todos esos procesos».
Una batalla desde la fe
En una conversación que mantuvo con Aleteia hace un tiempo, confiaba: «Lo más efectivo para salir de la pobreza es que la gente asuma su potencial y sus capacidades. Si me preguntas si es masivo y se está viendo al cien por ciento, te respondo que no. Si me preguntas si está emergiendo, te doy un rotundo sí. Emerge, ante el cansancio de tanta polarización, de tanta conflictividad, el anhelo de la gente a reencontrarse aunque a veces choque con los niveles de desconfianza que se han creado. Es lo que vivimos. Hay un deseo profundo de reencontrarse pero al mismo tiempo no se han superado las barreras que lo impiden. Aún así, eso está allí».
Una de sus reflexiones más profundas tiene que ver con la certeza de que estamos librando un potente combate interno, lo cual es muestra de un espíritu que se mantiene alerta y en resistencia:
«Ahora mismo, socialmente, estamos librando luchas espirituales en nuestro interior, tanto a nivel personal como de grupos. La pugna es sin tregua entre esos desgastes y algo que está pujando desde lo más íntimo de nuestro ser. Desde la fe, diríamos que se libra una batalla en este momento. Hay una fuerza enorme que está actuando en muchos corazones, de manera muy silenciosa, que genera voluntad, solidaridad, vida. Poco a poco va restableciendo el tejido, aún en medio de un sistema donde el poder atenta contra esos procesos. Por ello, son sabiamente invisibles. Es el espíritu dando signos de que no se resigna».
El deber cristiano en política
El padre Infante fue consultado recientemente en una entrevista realizada por la periodista Bonysw Isabel Mora. Allí disertó ampliamente sobre los fundamentalismos, integrismos y fanatismos. Se produjo a propósito de lo ocurrido en Irán con el caso de Mahsa Amin, joven que murió en manos de la policía de ese país al ser detenida por llevar el velo de manera inadecuada.
Expuso que estos fenómenos no son nuevos, han estado presentes a lo largo de la historia de las religiones, y, en épocas de elevado grado de incertidumbre como la que vivimos se hacen más evidentes. No tiene dudas acerca de que es la resistencia al cambio la causa del resurgimiento de esos fenómenos. No son lo mismo, pero se retroalimentan, dice.
«Todo cambio genera incertidumbre y en el manejo de la incertidumbre aparecen nuestros miedos, y, quien siente miedo busca la seguridad, fundada en certezas básicas, inamovibles», expresó.
«Recuerda que no estamos en una época de cambio, sino en un cambio de época», añadió
Toda esa claridad de visión que tiene sobre nuestra realidad actual, lo lleva a reivindicar el papel del cristiano en la política como misión clave: «Lo podemos hacer desde una ética compartida con otros, sin caer en el integrismo. Desde la experiencia cristiana estamos llamados a construir la convivencia fraternal entre los seres humanos y la creación, ambas tan amenazadas actualmente».
Así piensa el nuevo Provincial de los jesuitas en Venezuela.-