Paloma Valencia: El abismo de la violencia
No podemos dejarnos llevar por el odio, por la venganza. Exijamos justicia.
La bala la dirigieron contra Miguel, pero nos pega a todos, debe pegarnos. Es un atentado contra la democracia, contra Colombia.
He tratado de hacer una pausa, guardar silencio. Tres amaneceres donde tengo la impresión de que los colores de nuestro país desaparecieron. Una punzada en el pecho. Un vacío. Un vacío inmenso, como si el abismo que como nación hemos venido esquivando, de pronto, dejara de estar a nuestro lado, para situarse al frente.
Estuve en Fontibón a las afueras de la clínica. Reinaba el silencio. Era la perplejidad con la que se contempla el abismo. Luego, esa misma noche, estuve en la Fundación Santa Fe y el silencio se convirtió en rabia. Mucha rabia. El abismo jalándonos con toda su fuerza.
Abracé a María Claudia, me habló de Alejandro –tan cerca de su quinto cumpleaños–. El parangón con Miguel es inevitable, a esa misma edad sufrió la pérdida de su mamá. Pensé en Amapola, a quien dejé llorando. Me dijo tocándose el pecho que sentía algo ahí. Era la bala, que también le pegó.
Éramos una generación que había visto las heridas sobre sus padres, tíos; uno que otro de nuestros hermanos –cuando éramos niños– fue secuestrado o asesinado. Pero confiábamos en que existía una posibilidad de dejar todo atrás. Nuestros hijos no tenían heridas.
Salíamos de un país en el cual para partes de la izquierda había violencias altruistas cuando buscaban justicia social, y para partes de la derecha había violencias que se justificaban en el derecho a defenderse. Estábamos, creía yo, transitando a una sociedad que rechazara toda al unísono la violencia. Donde, de un lado, pudiéramos estar todos los demócratas, y del otro, los violentos. Esa división debería ser definitiva, total. De manera que la derrota de la violencia sería no solo necesaria, sino una real.
La paz solo se construye cuando estamos claros en que de un lado estamos los demócratas de todas las fuerzas políticas, y del otro, los violentos. Los violentos sin filiaciones, sin justificación alguna.
La muerte no es evitable, pero la violencia sí. Esa es nuestra misión.
Y entonces esta bala, esta herida. Las alas rotas. Todo lo que pudo ser y ya no será. Miguel, que aún no tiene cuarenta años; sus anhelos, su fuerza, sus ideas, sus sueños yacen en una cama, al borde de la muerte, y con ellos también las ilusiones de Colombia.
El presidente Petro desde el inicio de su gobierno ha venido atenuando esa división entre violentos y demócratas. Lo hace para muchos de nosotros, cada vez que reivindica al M-19, porque no lo hace reivindicando el cese de la violencia, sino la lucha; no el acuerdo, sino la conquista del poder. El Presidente quiere borrar la línea cuando les ofrece a los criminales subsidios por no matar, cuando les ofrece beneficios más allá del sometimiento negociado reconociéndoles un estatus que no tienen, que nunca debieron tener. No existe derecho a la rebeldía violenta contra la democracia. El fin no justifica los medios.
Petro desdibuja la línea cuando dice que los enemigos de Colombia no son los violentos, sino los adversarios políticos. Lo hace en sus discursos en los que anuncia que nos borrarán. Cuando sostiene que todos los expresidentes son esclavistas y oligarcas contra los que él lucha y el pueblo debe luchar para acabar con los gobiernos asesinos: Miguel es nieto de un presidente de esos, es un político de oposición decretado enemigo del pueblo. ¿Puede verlo?
Esa línea entre los violentos y los demócratas es la única manera de no caernos al abismo. No podemos dejarnos llevar por el odio, por la venganza. Exijamos justicia.
El petrismo mantuvo una fiesta para atenuar la tristeza nacional, que debería sentirse. Pasar por encima de lo que sucedió con Miguel no es resiliencia, es normalizar la violencia. Vivamos de frente este dolor, dejemos que el mundo se caiga, porque merece caerse por la vida de Miguel. El presidente Petro tiene que definir de qué lado de la línea está.
Ha pasado algo terrible. Miguel no se está muriendo, lo están matando. La muerte no es evitable, pero la violencia sí. Esa es nuestra misión. Oremos a Dios por un milagro para Miguel.
A mi familia uribista: en el dolor jamás el odio, ni la venganza ni la destrucción. Lo nuestro es la lucha democrática, la acción política valiente y decidida por un mejor país, arriba la bandera ondeante y en nuestro corazón, amor por Colombia. Unidos y firmes.
PALOMA VALENCIA: Senadora de la República