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Panamá, ante su mayor reto: de polo financiero y comercial a polo de la innovación

Los expertos sitúan la educación y el desarrollo digital como los principales retos del presente y del futuro en país centroamericano

Panamá no puede acomodarse en su presente como el país de más rápido crecimiento de América Latina: tiene que mirar al futuro. La nación centroamericana y, muy especialmente, su capital -la Ciudad de Panamá- se ha convertido gracias al canal homónimo, en un núcleo central para el comercio mundial, un enlace único entre los dos océanos que han marcado y siguen marcando la actividad económica global: el Atlántico y el Pacífico. A finales del siglo XX, llegaría el desarrollo de un potente sector financiero elegido por centenares de multinacionales para dirigir sus operaciones en Latinoamérica. Y hoy, ya con los dos pies en el siglo XXI, Panamá se enfrenta a su mayor reto: convertir esa fortaleza comercial y financiera en un polo de innovación y desarrollo tecnológico.

“América Latina necesita referentes en innovación: aún no está claro quien va a liderarla, y esa es una gran oportunidad para Panamá”, ha subrayado Josep Miguel Piqué, expresidente de la Asociación Mundial de Parques Científicos y Tecnológicos, en el foro «Panamá 500 años: la primera ciudad del Pacífico», celebrado este martes en la capital panameña por el Grupo PRISA –editor de EL PAÍS– y el patrocinio de Iberia y de Banesco. “Puede ser el líder latinoamericano de la innovación en ciudades: lo hará si tiene un marco que le permita experimentar. La Ciudad de Panamá ya es un hub financiero y comercial de las Américas, pero debe ser también un hub de innovación de las Américas. [Para ello] mi recomendación es que apueste por la educación y las competencias digitales. Estamos en un cambio de la humanidad, un tsunami digital en el que el talento y la tecnología dan competitividad y productividad, pero también fractura [social]”.

El país centroamericano tiene mimbres y argumentos para lanzarse al ruedo digital y tratar de ser uno de los polos de desarrollo de innovación en América Latina: al calor del crecimiento económico, las infraestructuras se han desarrollado –sobre todo en la franja interoceánica, que concentra el grueso de la población y más del 80% del PIB–, y las ganas de emprende permanecen. “Si hay algo que nos distingue a los panameños”, ha apuntado la alcaldesa de la Ciudad de Panamá, Rosa Banfield, “es la creatividad”. 

La pregunta, como se ha formulado retóricamente el consejero delegado de Banesco, Carlos Alberto Escotet, es por qué Panamá aún “no ha sido capaz de generar un núcleo de emprendimiento importante”. Según sus datos, 14 de cada 100 panameños quiere emprender, “pero la regulación, el acceso a financiamiento y la educación lo están impidiendo. Si queremos pensar en un hub de innovación, algo que celebro, eso tiene que cambiar”. Todo un aviso a navegantes a menos de un mes vista de las elecciones de las que saldrá el nombre del próximo presidente panameño y en el que la innovación solo ha entrado tangencialmente en campaña. “La transformación digital no es ya un elemento estratégico, sino de sobrevivencia”, ha recordado el ejecutivo financiero.

El camino hacia la ansiada digitalización parte de la Ciudad de Panamá –que tiene entre ceja y ceja transformarse en una smart city–, y debe partir de la colaboración público-privada, una de las señas de identidad del país centroamericano en su historia reciente. “Todos los hitos económicos panameños, incluido el ser el país que más crece en la región, han sido resultado de la colaboración y de la simbiosis pública y privada, incluso antes de que el término cobrase popularidad”, ha subrayado Marco Fernández, economista y analista de la firma Global Source Partners.

Sin embargo, como ha recordado Víctor Moneo, director de Iberia para América Latina, la conectividad no debe quedarse en lo puramente digital. Con el aeropuerto internacional de Tocumén ya consolidado como centro regional para las conexiones aéreas y cifras “extraordinarias” para un país de poco más de cuatro millones de habitantes, ha dicho Moneo, ahora toca a sus autoridades centrarse en una asignatura pendiente para Panamá: promocionar internacionalmente el destino y lograr así “hacerse con un trozo mayor de la tarta latinoamericana”. Hoy, menos del 5% de los turistas que optan por esta región para sus vacaciones llega a Panamá, un país que, en palabras del presidente de la aerolínea española, Luis Gallego, “está entre los de más rápido crecimiento en América”.

Los retos, sin embargo, siguen siendo mayúsculos más allá de lo puramente digital y lo turístico. En el debate emergen, muy especialmente, tres asuntos: la institucionalidad, la transparencia y el desarrollo de las regiones alejadas del corredor transoceánico, Panamá desconectada de la globalización. “Con cierta injusticia se ha hecho ver que Panamá ha funcionado un lugar en el que se lavan activos, pero desde que fuimos incluidos en la lista gris del GAFI [Grupo de Acción Financiera Internacional], se han hecho muchos avances”, defiende Escotet, de Banesco. “Lo que nos falta es saber comunicar lo que Panamá está haciendo en este sentido”.

En un plano más macro, por su parte, Marco Fernández pone el acento en el desequilibrio social que ha supuesto un modelo de desarrollo muy intensivo en capital y circunscrito en torno al Canal de Panamá. “El área de tránsito [del Canal] tiene una renta per cápita cinco veces mayor que la tercera provincia más rica, Chiriquí”, cierra. Lejos de los rascacielos de la capital, recuerda Linda Maguirre, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en las comarcas más alejadas del corredor interoceánico, la pobreza sigue afectando a más del 90% de la población. Otro gran desafío para la Panamá que viene.

LO QUE ERA, LO QUE ES: UNA MIRADA AL PASADO

La visión histórica, necesaria en un foro que celebra los 500 años del nacimiento de la Ciudad de Panamá, ha corrido a cargo de dos especialistas: Carmen Mena, catedrática de la Universidad de Sevilla, honoris causa por la Universidad de Panamá y especialista en América Latina, y Omar Jaén, geógrafo e historiador panameño. Ambos se han centrado en las mayúsculas diferencias entre la pequeña aldea que era la Ciudad de Panamá en su fundación, en 1519, y la urbe que es hoy, plenamente globalizada y puerta de entrada de grandes capitales a Centroamérica. “Era un lugar insalubre, rodeado de ciénagas, sin apenas agua potable y con un puerto incómodo al que apenas podían llegar las naves, por pequeñas que fueran”, ha descrito Jaén.

A la larga, sin embargo, ese emplazamiento estratégico ha hecho de Panamá un punto estratégico del comercio mundial, con la apertura a principios del siglo XX del Canal tal como hoy lo conocemos. “A finales del siglo XVI, Nombre de Dios, entonces el puerto en el Atlántico más cercano a la Ciudad de Panamá, ya era el más importante del continente americano. Desde entonces ya se empezó a hablar de la posibilidad de unir los dos océanos”, recuerda el historiador panameño. En la misma línea, Mena ha recordado que, pese a la mala decisión del emplazamiento, Panamá era, ya en el siglo XVI, la “llave de dos mundos” y la “garganta de las riquezas del Nuevo Mundo”, dos atributos que mantiene 500 años después.

 

 

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