¿Para qué?, se preguntan los cubanos
¿Para qué?, es la pregunta que se hacen los cubanos que hoy en día están viviendo dentro de la Isla sin oportunidades. Podría asegurar que son la mayoría.
Sí, ¿para qué?… Para qué levantarse temprano a trabajar por un sueldo mísero que llevado a dólares es irrisorio. Para qué estudiar si después de graduados no hallan ubicación dentro del perfil profesional, y si se encuentra un puesto en algo afín a lo que se estudió, el capacitado queda atrapado entre un salario y unas ambiciones que tienen un tope, porque los puestos superiores están destinados a los de mayor rango político.
Para qué votar en las elecciones si es siempre el mismo partido y los programas de gobierno no han cambiado en más de medio siglo.
Para qué pensar en el futuro dentro de la Isla, si el futuro con posibilidades, hemos aprendido, que está más allá del horizonte que se expande impalpable a todo alrededor de la costa. Para qué pensar, buscar, o aspirar, infructuosamente en comprarse una casa si a duras penas se consiguen materiales para reparar las viejas viviendas que el tiempo, pero más la falta de recursos, han carcomido y aniquilado. A menos que se hurte o se delinca para obtener los materiales necesarios para sus reparaciones.
Incluso, para qué desear vivir en ese amado pedazo de tierra a la que llamamos patria cuando es malo, y se entiende como tal, como una ostentación, el querer vivir holgadamente, el tener aspiraciones de disfrutar de ciertas comodidades, que no son lujos, pero que nos permiten vivir un poco mejor comparado con lo mal que vive la mayoría, mientras la minoría, la cúpula y sus aliados, nadan en la abundancia ya sin importarles qué opinen de ellos los desfavorecidos.
¿Para qué? Para qué sirven, hoy por hoy en Semana Santa, las procesiones por las calles de La Habana Vieja de un nutrido número de creyentes, que más bien parecen un montaje teatral.¿Para qué?, cuando se tiene la impresión de que Dios nos relegó al último confín del olvido, de lo inmejorable, a vivir sin esperanzas… ¿Para qué?
Ojalá entre esa multitud de creyentes batiblancos que marchaban con el Cristo crucificado y adorado sobre sus hombros por las calles de la catedral habanera marcharan también las Damas de Blanco de manera pacífica y como siempre lo han hecho, pero sin ser reprimidas, como símbolo representativo del desamparado y también «crucificado» pueblo cubano. Ese pueblo al que en más de medio siglo le ha tocado vivir callado, desvinculado del mundo exterior, sin cambios, y que ahora no para de decirse lleno de desilusión. ¿Para qué? Incluso, ¿para qué (carentes de esperanza) marchar en procesión como los fieles cuando se ha perdido la fe? A menos que ahora que después de tantos años -más de los que puedo recordar porque nunca lo viví- todos nuestros santos se sientan alabados por las pruebas de devoción que, a todo color, le hacen al salvador de los hombres decidan escucharnos.