Unanimidad en el VIII Pleno del Comité Central del PCC, 2024. Estudios Revolución
—¿Te enteraste, Carmita? El Granma dice hoy que se convocó un Pleno del Partido para corregir distorsiones y reimpulsar la economía.
—Ah, qué bueno, Jacinto, qué buena noticia esa.
¿Puede alguien con sus neuronas sanas imaginarse hoy semejante diálogo entre marido y mujer en Cuba? Ni a un Kafka resucitado se le ocurriría tal absurdo. Al mismísimo Raúl Castro eso no le pasa por su retorcida mente. Yo sí me imagino ese diálogo, pero en el futuro, en una buena obra de teatro bufo en la Cuba libre postcastrista.
Al grano: la cúpula mafiosa dictatorial castrista ha convocado al XI Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), a celebrarse el 12 y 13 de diciembre con el propósito mencionado por el hipotético Jacinto, y también para un «informe del Buró Político sobre su trabajo y las principales decisiones tomadas en esta etapa», según el diario oficial Granma.
Estamos ante una nueva combinación de payasada y burla al pueblo de Cuba de los vividores «revolucionarios» que disfrutan de la buena vida con lo que malversan al Estado y roban a la ciudadanía y que, al frente del PCC, han destrozado el país, hambrean, y martirizan a millones de cubanos.
Para colmo, la convocatoria tiene lugar mientras esos mismos acomodados dirigentes piden «paciencia» a las decenas de miles de damnificados por el huracán Melissa, que perdieron sus casas, todas sus pertenencias y están en la calle, sin apenas alimentos, ni electricidad, hundidos en el atraso social, la pobreza extrema, la escasez de todo. Mientras se agravan los apagones, el hambre, y mueren a diario decenas de personas por epidemias masivas que han colapsado el sistema de salud pública. Y mientras se derrumban viviendas en estado ruinoso y mueren sus residentes o quedan en la calle. Todo esto causado por el PCC.
Además, el «Programa de Gobierno» a evaluar ya fue rechazado por la población desde que días atrás fue esbozado en el diario Granma, pues en vez de consistir en cambios estructurales para liberar las asfixiadas fuerzas productivas del país y restaurar las libertades cercenadas, consiste en todo lo contrario: aumentar los precios de los alimentos y productos de primera necesidad, reducir los subsidios, incrementar los impuestos y otras lindezas socialistas.
El poder supremo fue Fidel Castro y hoy es GAESA
De ahí se desprende por gravedad la pregunta ¿para qué sirve entonces el PCC? De entrada, hay que aclarar que el PCC no es el «rector de la sociedad» y máxima instancia del poder político de Cuba, tal como establece la Constitución comunista. Y hoy menos que nunca.
Durante 52 años el «rector de la sociedad» fue el monarca absoluto Fidel Castro, cual reminiscencia de los emperadores romanos o de los Luises de Francia. Y hoy lo es su heredero y hermano Raúl «el Cruel», al frente de la mafia militar GAESA, la corporación castrense transnacional que gobierna por encima del PCC, el Gobierno, la Asamblea Nacional, y de «Mazzantini el torero».
Cuando en 2011 Castro II se sentó en el trono como jefe del PCC, lo primero que hizo fue militarizarlo todo. Los resortes clave del poder político, militar y económico del país pasaron directamente a manos de las Fuerzas Armadas, que controlan del 70% al 75% de la economía y más del 95% de las finanzas del país, lo cual anula muchas de las funciones fundamentales del Banco Central.
Lo medular aquí es que el PCC actual, inventado por Fidel Castro en su condición de proxeneta internacional para ser mantenido por la URSS, no es un partido político. Es un Partido-Estado que suplantó al Estado-Nación cubano surgido en 1902.
El Estado-Nación como institución suprema de cada nación vio la luz al influjo renovador del Renacimiento y especialmente luego de la Guerra de los 30 Años en Alemania, la Guerra de los 80 años (España vs. Países Bajos) en 1648, y la «Revolución Gloriosa» de 1688 en Inglaterra.
Se estableció en Europa un nuevo orden social que alcanzó su mayoría de edad con la Declaración de Independencia de EEUU en 1776, de la mano de la Constitución de 1787. George Washington fue el primer jefe de Estado en la historia elegido en las urnas (1787) y con el nombre de presidente. Antes que en ningún otro lugar, en EEUU se plasmó el Estado moderno de derecho con separación real de poderes y la consagración de la propiedad privada como la palanca que mueve al mundo para el progreso humano.
Mientras tanto, el Partido-Estado surgió en 1917 con la revolución bolchevique en Rusia. Tan pronto Lenin y Trotski tomaron el poder el Partido Comunista se tragó al Estado y lo suplantó. Lo mismo sucedió en los restantes países en los que fue impuesto el totalitarismo comunista, y el fascista por Mussolini en Italia y Hitler en Alemania.
El Partido-Estado es una aberración que no pudieron imaginarse Maquiavelo, Hobbes, Bacon, Locke, Rousseau y demás teóricos del Estado moderno. Es una versión enmascarada de monarquía absoluta en pleno siglo XXI. No emana de la voluntad del pueblo soberano. No es un producto natural de la evolución histórica del Estado.
Ese engendro pernicioso de modelo social totalitario-comunista funcionó como sistema de gobernanza en el este de Europa, salvo casos de absolutismo monárquico de nuevo tipo como el de Stalin y otros déspotas, como Tito en Yugoslavia, o Ceausescu en Rumanía, quienes gobernaron por encima del Partido-Estado y del «centralismo democrático»(la minoría acata la voluntad de la mayoría) que rige en los estatutos de todos los partidos comunistas.
Y otro detalle vital: la elite al mando de un partido político convertido en Estado esgrime la «razón de Estado» postulada por Maquiavelo hace casi 500 años (1532) en El Príncipe, quien justificó las medidas incluso ilegales y atropellos a los ciudadanos de todo Gobierno para mantener «el orden establecido» y enfrentar a enemigos y disidentes. Por eso el socialismo y el fascismo tienen tantos rasgos maquiavélicos.
En Cuba la «razón de Estado» la imponen Raúl Castro y la mafia militar de GAESA que lo aúpa en el poder como «Líder histórico de la Revolución». Como buenos cofrades todos disfrutan de la fortuna de 18.000 millones de dólares malversados, o generados por sus negocios, lícitos o sucios.
Por eso hoy más que nunca los cubanos rechazan al PCC. Ahora más que nunca lo perciben como la pantalla institucional de la mafia gobernante para ejercer el poder, enriquecerse ad infinitum e imponer la obediencia de la población a la dictadura, por «razón de Estado».
El XI Pleno del PCC empeorará la crisis nacional
Este XI Pleno del CC del PCC será un un déjà vu partidista de los tantísimos que se han realizado desde 1965. En todos ellos los patricios del Comité Central levantan la mano sin chistar, aprueban por unanimidad todo lo ya cocinado por el tirano y sus cúmbilas, y reiteran así su lealtad a una «revolución» en la que ninguno de ellos cree.
Nunca uno de esos plenos o congresos del PCC ha servido para siquiera aliviar el malvivir de los cubanos. Al contrario. En el X Pleno, realizado en julio de 2025, lo único novedoso fue darle más nivel político a la despreciable maquinaria represiva dictatorial. Así fueron incluidos como nuevos miembros del Comité Central del PCC el general Oscar Callejas, jefe de la Policía Nacional (esbirro número uno del país) y el general Raúl Villar, jefe del Ejército Central.
Ni por un despiste de algún participante adormilado debido a tanta perorata hueca se abordaron las causas de la crisis multisistémica que está acabando con Cuba. No hubo propuestas de cambios estructurales para evitar que la Isla se acabe de hundir en el mar con toda su gente encima.
En el XI Pleno de diciembre sucederá lo mismo, y en peor grado dado el empeoramiento de la crisis nacional. Es el clásico cuento de la buena pipa. Los vividores del Comité Central del PCC y sus rollizos jefes no harán absolutamente nada por aliviarla, pese a que tiene ya tintes de gravedad subsahariana. La empeorarán.
Bueno, y por fin, ¿para qué sirve el PCC? Para hacer daño y causar sufrimiento. Para meter miedo a la población y obligarla a obedecer, al tiempo que la hambrea y se esmera en que Cuba se parezca cada vez más a Haití. Y eso lo saben los Jacinto y Carmita de carne y hueso.
