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Para supremo, Sánchez

El Gobierno asume por unanimidad la postura antisistema de quien fue su vicepresidente segundo y plantea un pulso inédito al conjunto de la sociedad española y a la Justicia

Con tres jueces de reconocido prestigio empotrados en el Gobierno de progreso que dirige Pedro Sánchez, la teoría de las luces largas y la visión amplia que formula y expone el Ejecutivo para legitimar la suelta sanferminera de los bueyes del ‘procés’ representa una vuelta de tuerca, ya engrasada, a la tesis de Pablo Iglesias sobre la anormalidad de nuestro sistema democrático, que cojea y renquea de la pata del poder judicial, experto en revanchas y venganzas, un estamento al que entran ciudadanos libres y del que salen en furgoneta presos políticos. Con todo eso hace Roures un documental y se lo vende a TV3.

Escuchado ya el Tribunal Supremo sobre el asunto de los indultos de Junqueras y compañía

–extensible a Puigdemont, por lo que pueda pasar– el Gobierno asume por unanimidad la postura antisistema de quien fue su vicepresidente segundo, dinamitero del régimen del 78, y plantea un pulso inédito al conjunto de la sociedad española y a la Justicia, a la que descalifica y deja a la altura de los órganos represivos de la dictadura que el separatismo ve en nuestro edificio constitucional, impregnado del franquismo que revende Carmen Calvo.

Poco antes de que el Supremo hiciera público su aviso sobre el desafuero y la arbitrariedad de los indultos programados por Pedro Sánchez, la sesión de control del Congreso se convirtió en el foro elegido por el jefe del Ejecutivo y sus ministros y ministras para presentar el anexo judicial al plan transformador –luces largas, visión amplia– que de aquí a 2050 va a hacer de España una cosa digna de ver desde la distancia. Contra la revancha, reconciliación; frente a la venganza, diálogo. Lo dicen quienes, con tres jueces entre sus filas, gente de leyes, conocen de sobra los compromisos, aireados sin pudor, de los que ha surgido el Govern de Pere Aragonès, basados en una confrontación (sic) con el Estado e inspirados en la doctrina de la reincidencia de Junqueras, los Jordis y el resto de la compañía estable de la política catalana, a los que Aragonès visitó en la cárcel en su primer día como presidente regional para escenificar, sin necesidad de mediar palabra, en qué consiste el diálogo y la superación de ese pasado que quieren dejar atrás Sánchez y los jueces que tiene como ministros. Para luces largas y visiones amplias, las del separatismo.

Si Pedro Sánchez sigue adelante con su programa de festejos normalizadores y consuma la ejecución de los indultos a los condenados del procés no solo pondrá negro sobre blanco, en las páginas del BOE, los principios revolucionarios que inspiraron a Pablo Iglesias para cuestionar y tratar de derribar, alineado con el Kremlin, nuestro sistema de libertades. Si Pedro Sánchez desoye al Supremo y suelta a los presos de Lledoners, sustituirá en el balcón la bandera que simboliza la democracia en España por la pancarta de los presos políticos que Quim Torra tuvo que quitar de la sede de la Generalitat. Si el presidente del Gobierno quiere poner las luces largas, que las ponga y no las apague para que podamos ver dónde terminan, mucho antes de 2050, las naciones que asumen el golpe como mecanismo político, primero del separatismo y finalmente, de forma suprema, del propio Ejecutivo.

 

 

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