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París 89: Inolvidable encuentro universal de jóvenes

En 1989 sucedieron muchas cosas en París, la hermosa capital francesa; por ejemplo, el 29 de marzo fue inaugurada por el presidente Francois Miterrand la muy polémica pirámide de vidrio a la entrada del Louvre, diseñada por el arquitecto chino-norteamericano I. M. Pei; en julio se realizó una reunión del Grupo de los 7 (G7), por ese entonces menos conflictivo que el que acaba de concluir también en Francia, pero en Biarritz. ¿Lo más importante para todos los parisinos? Sin duda alguna la celebración de los 200 años de la Revolución Francesa.

A tal efecto, y por iniciativa originalmente democristiana, las cuatro internacionales juveniles democráticas (la Unión Internacional de Jóvenes Demócrata Cristianos -UIJDC-, la Socialista; la Liberal y la Conservadora) decidieron, en espíritu de solidaridad y de trabajo común, celebrar un gran evento en Francia, pero no en julio sino  a fines de agosto, ya que el día 26 de ese mes se celebraron los 200 años de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

Nuestro evento arrancó con aspiraciones ambiciosas: reunir en esa fecha en París a 10.000 jóvenes de todo el mundo, vinculados a la política democrática en sus países y regiones, para conmemorar tal Declaración. Ya se imaginará el amigo lector el problema logístico que significó, por ejemplo, alojar a 10.000 personas por todo París, especialmente en ese agosto, pleno de por sí de celebraciones francesas e invadido, como es usual, por miles de turistas.

Nada de ello hubiera sido posible -todo debe ser dicho y reconocido- sin la colaboración plena de las internacionales políticas de mayores, que apoyaron con entusiasmo la idea, en especial las dos con mayor presencia y relevancia, la Internacional Socialista y la Internacional Demócrata Cristiana. Así mismo, realidades políticas ajenas a una participación plena en eventos de nuestras cuatro internacionales juveniles -como por ejemplo, las juventudes de los dos partidos norteamericanos importantes,Young Republicans y Young Democrats, no solo recibieron con simpatía la propuesta, sino que enviaron a centenares de delegados.

Todos los continentes estuvieron presentes, comprometiéndose cada una de las cuatro organizaciones involucradas en llevar 2.500 representantes. No fue fácil, obviamente, además del ya mencionado problema de alojamiento, encontrar un lugar de reunión para tal número, además de que la mayoría de los asistentes estaban en una edad y talante muy poco dados a los eventos en lugares típicos de convenciones o congresos, y con la seriedad que se acostumbra (inolvidable, por cierto, la alegría, simpatía y capacidad para la juerga de los delegados italianos). ¿Dónde se realizó París 89? En los terrenos del Hipódromo D’Auteuil, al sur-oeste de la ciudad, cercano a las canchas tenísticas de Roland Garros y al Bois de Boulogne.

En el programa del evento se estableció que en las mañanas cada internacional haría sus propias actividades y reuniones, y las plenarias con participación de las cuatro organizaciones, en una inmensa carpa gigante, se realizaron por las tardes. Los más importantes jefes de gobierno pertenecientes a las cuatro internacionales se hicieron presentes, junto con destacados representantes de la sociedad civil, de la ciencia y la cultura. Un hecho al que se dio total relevancia, por haber ocurrido recientemente, fue la violencia protagonizada por la tiranía comunista china apenas dos meses antes, en junio, ante las protestas realizadas en la Plaza de Tiananmén.

París 89 no pretendió nunca ser una respuesta a los usuales eventos organizados por la FMJD (Federación Mundial de Juventudes Democráticas), la fachada propagandística juvenil comunista, controlada y dirigida por y desde Moscú. Ya en 1989, por los contactos que se tenían con sus principales dirigentes, se intuía que la Cortina de Hierro no se sostenía con la firmeza acostumbrada.

Tuve el inmenso honor en participar desde sus inicios en la gestación y preparación de París 89. Era en ese entonces el Secretario General de la Juventud Demócrata Cristiana de América (JUDCA), y compartí unas responsabilidades que se hicieron muy gratas porque siempre prevaleció el espíritu de unidad, con un entusiasmo sin dudas ni vacilaciones, en fraternidad compartida con nuestros pares liberales, socialdemócratas y conservadores.

Solo me resta aprovechar para darle las gracias a todos aquellos que fueron mucho más que meros compañeros en la tarea de llevar a una feliz e inolvidable conclusión nuestra contribución a celebrar los 200 años de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, empezando por Filippo Lombardi y Guillermo Yunge, dirigentes máximos de la UIJDC; a la directiva de la IDC, con el apoyo constante de André Louis, Luis Herrera Campíns y Bryan Palmer, y muy especialmente a Christian Koutzine, un francés universal, responsable de encabezar toda la organización general pero, por sobre todo, una persona a la que nunca he dejado ni dejaré de considerar como un hermano.

 

 

 

 

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