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Patricio Navia: El fenómeno Milei y el descontento con la casta

Tenemos que evitar ir por ese sendero que han tomado países como Argentina que, pese a su enorme potencial cae en estado de crisis que los lleva a tener que elegir en segunda vuelta presidencial entre el responsable de una política económica incuestionablemente fallida y el salto al vacío que parece representar Javier Milei.

 

 

Como a menudo ocurre cuando aparecen líderes populistas y antisistema que atraen el apoyo popular y desafían al sistema político establecido, la aparición de Javier Milei en Argentina ha llevado a muchos a pensar si algo similar podría darse en Chile. Aunque es evidente que en un nuestro país hay un descontento con la élite política -la casta, como la llama Milei- también es verdad que los chilenos tienen memoria reciente de gobiernos liderados por la élite política que han sido exitosos. Es más, como la experiencia más cercana con gobiernos liderados por candidatos que desafían a la élite tradicional ha sido bajo el gobierno actual, los problemas que ha tenido Gabriel Boric para cumplir con las ambiciosas promesas de radicales reformas con las que ganó la elección presidencial de 2021 constituyen una moraleja que ayuda a evitar, pero ciertamente no garantiza, el rechazo a esos líderes que, al criticar a la casta política, terminan siendo un llamado para dar un salto al vacío.

Los países de América Latina, por su historia de altos niveles de desigualdad y exclusión y por el lamentable historial de políticas económicas mal diseñadas y voluntaristas que contribuyen a la desigualdad (como la sustitución de importaciones, el proteccionismo y el estatismo), pueden ser considerados como alcohólicos en recuperación. Haber experimentado en el pasado con gobiernos populistas y saltos al vacío nos pone en la misma condición en que están esas personas que alguna vez fueron alcohólicas y que ahora intentan no volver a caer en el vicio. Los riesgos de recaída no pueden ser ignorados. Sólo aquellos ex-alcohólicos que saben que en cualquier momento pueden recaer son capaces de desarrollar la disciplina y tener las redes de apoyo que les permitan ir luchando contra la tentación día a día.

Chile, que tuvo su cuota de populismo y políticas económicas irresponsables que nos llevaron al estancamiento económico y una profunda división política en el siglo XX, a partir de los 90, representó el caso de un alcohólico que estuvo 30 años sin tomar. Si bien tuvimos momentos de coqueteo con la tentación populista, en general el país se mantuvo por un camino de responsabilidad política y abstención. Aunque el segundo gobierno de Bachelet adoptó políticas que claramente pusieron al país en la dirección equivocada -como la gratuidad en la educación superior que cambió el foco de mejorar la calidad en la educación básica y secundaria a financiar la educación terciaria, que no beneficia a los grupos más marginados- en general el país se mantuvo alejado del alcohol populista hasta el estallido social de 2019.

Es cierto que la candidatura de Parisi en 2013 y la de Beatriz Sánchez en 2017 nos recordaron que había agua en la piscina para candidaturas populistas, pero el país se mantuvo alejado de la botella de las promesas facilistas, fundacionales e incumplibles por casi 30 años desde el retorno de la democracia.

Pero después de 2019, Chile experimentó con el populismo igual que un alcohólico en recuperación que se pone a tomar y no para más hasta terminar perdiendo el empleo y viviendo en la calle. Lo bueno es que, en el plebiscito en septiembre de 2022, el país voluntariamente se internó, por decisión de una amplia mayoría, en una clínica de rehabilitación. La mala noticia es que tendremos que vivir por muchos años más con la misma disciplina y voluntad del alcohólico en recuperación que no quiere volver a caer en la botella.

El paso de Milei al balotaje en Argentina debe representar una lección para Chile. Uno de los principales capitales que tuvo nuestro país durante los gloriosos 30 años fue la clase política de excelencia que supo poner el bien del país por sobre la satisfacción populista. Pero esa clase política ya se jubiló y la clase política actual claramente no da el ancho. El fin del boom de los commodities y los altos costos del endeudamiento externo hacen temer que el país pueda ceder ante la tentación populista. Cual ex alcohólico abandonado un día triste en un bar sin restricciones, Chile puede ceder ante la promesa populista. La victoria de Boric, con sus promesas refundacionales, fue una advertencia que nuestro país no está inmune al irresponsable canto de sirena de los líderes antisistema que quieren quemarlo todo para construir un improbable mejor modelo.

Es verdad que los problemas que enfrenta Argentina son mucho mayores, urgentes y graves que los problemas que enfrenta Chile. Pero igual que un alcohólico en recuperación que pasa por la plaza y ve a un hombre ebrio botado sin dignidad ni esperanza, los chilenos tenemos que recordar siempre, y cada día, que nuestra historia hace que el riesgo de seguir el mal camino no sea trivial. Por eso mismo, igual que los alcohólicos anónimos, tenemos que estar vigilantes cada día para no entrar por el sendero que nos lleve a políticas económicas populistas y proyectos fundacionales voluntaristas que terminen alimentando la pobreza, el descontento y la frustración.

Tenemos que evitar ir por ese sendero que han tomado países como Argentina que, pese a su enorme potencial y su probada riqueza en recursos naturales y humanos, cae en estado de crisis que los lleva a tener que elegir en segunda vuelta presidencial entre el responsable de una política económica incuestionablemente fallida y el salto al vacío que parece representar Javier Milei.  

 

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