Democracia y PolíticaElecciones

Patricio Navia: La ventaja del En Contra

Para que gane el A Favor en diciembre, primero debe disminuir el descontento de la gente con las élites.

La ventaja inicial de la intención de voto En Contra de la propuesta de nueva Constitución para el plebiscito de diciembre se explica mucho más por la molestia de la gente con las élites que por el potencial contenido del texto. Luego, más que pelearse sobre el contenido de la propuesta de Constitución, aquellos miembros de la élite que quieren terminar con este periodo de incertidumbre constitucional deben centrarse en dar respuesta a las razones que alimentan la molestia popular. Para que gane el A Favor en diciembre, primero debe disminuir el descontento de la gente con las élites.

La molestia no es sólo un problema de Chile. Los latinoamericanos están molestos con sus élites nacionales. En casi todas las elecciones presidenciales en los últimos años, incluida la de Chile en 2021, los votantes de América Latina han votado contra aquellos que ostentan el poder. En Argentina, esa molestia ha alimentado el apoyo a Javier Milei, el candidato que continuamente critica a la casta política. Este fuerte sentimiento anti incumbente ha llevado en varios lugares a la elección de candidatos antisistema o con poca experiencia en cargos de elección popular en el ejecutivo.

En Chile, el descontento con el gobierno en 2019 se canalizó rápidamente hacia un fuerte apoyo al proceso constituyente. Pero como la gente eventualmente se dio cuenta que la nueva Constitución no solucionaría sus problemas inmediatos de bajas pensiones, insuficiente acceso a salud, y débiles derechos de consumidores, por nombrar algunos, cundió la decepción con el proceso y el Rechazo se impuso cómodamente en el plebiscito de septiembre de 2022.

En vez de aprender la lección y abocarse a negociar un acuerdo de reforma de pensiones, una reforma al sistema de salud, y una reforma impositiva que permita financiar el mayor gasto social y promueva la inversión, la élite política volvió a vender la pomada de que el proceso constituyente era la gran solución. Así, el Congreso diseñó un nuevo proceso constituyente con camisa de fuerza, cinturón de castidad y múltiples chaperones. No debiera sorprendernos que nadie se entusiasmó con ese proceso.

El electorado, molesto y decepcionado, votó en mayo de 2023 de tal forma de poner a cargo del proceso constituyente al partido que siempre se opuso a una nueva Constitución. Sabiendo que la gente sufre de fatiga constitucional, el Partido Republicano ha decidido separar aguas con el resto de la élite y ha intentado modificar el texto constitucional redactado por la Comisión Experta. Como la mayoría que tienen los republicanos en el Consejo Constitucional no les alcanza para imponer su voluntad -dado el poder de veto que tiene la Comisión Experta- las próximas semanas veremos mucha confrontación entre los distintos partidos en esta instancia constitucional bicameral. Pero esas peleas serán similares a los conflictos entre los tripulantes de un barco que se hunde. Las discusiones sobre qué debe ir y qué debe quedar fuera de la Constitución harán poco por mitigar el malestar ciudadano.

El gobierno del Presidente Gabriel Boric, con una ineptitud incomprensible y difícil de creer, ha sido incapaz de liderar la construcción de acuerdos. Convirtiéndose en un saboteador de su propia presidencia, Boric repetidamente ha dinamitado los precarios puentes que se han levantado para construir consensos. Con su incontinencia verbal y sus estertores de izquierdista radical, Boric destruye los esfuerzos de sus ministros más moderados para encontrar una salida a la crisis. Torpemente, cada vez que la fortuna lo ayuda a llegar a la orilla, Boric insiste en volverse meter a las tempestuosas aguas de la confrontación con aquellos con los que está llamado a buscar acuerdos.

Tal ha sido la incapacidad del gobierno para hacer su pega que el Partido Republicano ahora parece creer que la única forma de lograr que se apruebe una nueva Constitución es redactando un texto que fuerce al gobierno a oponerse. Si Boric llama a votar En Contra, Republicanos cree que hay una esperanza de que, para castigar al gobierno, una mayoría vote A Favor del nuevo texto. Si la impopularidad de Boric alimentó la victoria del Rechazo en 2022, algunos republicanos creen que hay un camino que permita aprobar un texto bien conservador en el plebiscito de diciembre.

Pero el malestar de la ciudadanía es un obstáculo todavía mucho más difícil de superar para la élite. Comprensiblemente, los chilenos piensan que las élites les están tomando el pelo. Cuatro años después de que la gente marchó demandando mejores pensiones, fin al abuso, y una red de protección social más sólida, la élite política ha dado respuestas parciales e insuficientes a esas demandas. Aunque la pensión garantizada universal ha sido una mejora sustantiva, los chilenos siguen ahorrando demasiado poco cada mes para que las pensiones mejoren en el futuro.

Además, se han sumado nuevos problemas. La delincuencia y el estancamiento económico hacen que la gente perciba que las cosas van a empeorar antes de que puedan comenzar a mejorar. En ese contexto, el camino del voto A Favor de la nueva Constitución está cuesta arriba. La gente está molesta, sufre de fatiga constitucional y lo que más quiere ahora es que la clase política dé respuesta a sus demandas y preocupaciones más urgentes. Ese es el camino para lograr revertir lo que ahora parece ser un nuevo fracaso en el intento por redactar una Constitución que remplace a la de 1980.

Botón volver arriba