Democracia y Política

Patricio Navia: Las lecciones que nos deja el gobierno del Frente Amplio

Los votantes chilenos debieran demostrar que han aprendido la lección de lo malo que resulta tener un gobierno que se preocupa más de marchar, enarbolar banderas y protestar que de construir puentes con la oposición y ponerse de acuerdo con gente que piensa distinto.

 

 

Ahora que se ha disipado la ilusión de que el gobierno del Presidente Gabriel Boric iba a innovar con una nueva y mejor forma de hacer política, es hora de que el electorado chileno aprenda la lección y no vuelva a ser víctima de esos encantadores de serpientes que siempre aparecen en las campañas electorales. Porque los partidos políticos establecidos son tan necesarios como los sistemas de alcantarillado en las ciudades -y su función es tan poco comprendida y apreciada- cada vez que aparezcan candidatos mentirosos que prometan que ellos tienen otra forma de hacer política, los votantes debieran escucharlos con la misma suspicacia que escuchan a los vendedores que ofrecen viviendas sin sistemas de alcantarillado.

Desde poco después que se estableciera la democracia representativa, los cuerpos de representantes electos se han organizado en torno a partidos o colectividades políticas que permiten solucionar los problemas de acción colectiva que tienen esas instituciones y que pueden realizar de forma efectiva el trabajo legislativo y la producción de leyes. Las democracias sin partidos políticos nunca funcionan bien. Por eso, aunque la gente muchas veces desprecia y rechaza el accionar de los partidos, los políticos y los partidos políticos son esenciales para que haya una democracia exitosa.

Tal como la gente precisa de que sus casas y ciudades tengan sistemas de alcantarillado y recolección de basura que funcionen y sean confiables, los partidos políticos cumplen una función esencial en la sociedad. Sin ellos, la democracia no funciona bien. Es cierto que, igual que los sistemas de recolección de basura, la percepción popular sobre los partidos políticos puede no ser la mejor. El mal olor, la suciedad y la naturaleza de ese trabajo lleva a muchos a no querer pensar en los detalles de lo que implica la recolección de basura, el alcantarillado, o el proceso político. Pero si la política no funciona bien, el impacto en la vida de las personas es incluso peor que aquel que se sufre cuando el sistema de alcantarillado o la recolección de basura dejan de funcionar.

Mucha gente es incapaz de entender que la principal tarea de un político es ponerse de acuerdo con personas que no piensan como ellos. Los políticos son expertos en el arte de negociar y forjar acuerdos con otros políticos que tienen visiones de la vida y la sociedad que muchas veces es diametralmente distinta. Cuando prometen que jamás cederán en sus principios y valores, o que no se sentarán a la mesa a conversar con rivales que puedan representar los valores más opuestos posibles, esos políticos están demostrando que no entienden cuál es su trabajo.

El electorado debiera desconfiar de esos políticos que se parecen más a los predicadores de una causa religiosa o los agitadores sociales. Los políticos son los negociadores cuya tarea es lograr construir puentes. Igual que abogados que buscan un acuerdo de divorcio para una pareja que ahora se odia, los políticos tienen la difícil tarea de forjar acuerdos entre posiciones que muchas veces parecen incorregiblemente antagónicas.

El gobierno del Presidente Gabriel Boric, que se basa en la agrupación multipartidista Frente Amplio, nunca ha sido capaz de entender cuál es su desafío. Boric siempre aparece más preocupado de satisfacer a su hinchada más dura y fustigar a aquellos con los que su gobierno debe negociar. En vez de construir puentes, la intuición natural de Boric es dinamitar los puentes que ya existen y bloquear los esfuerzos de otros políticos por llevar adelante la difícil tarea de ponerse de acuerdo con aquellos que piensan distinto.

Ya parece que es demasiado tarde para esperar que el Gobierno de Boric comience a comportarse como debiera. Es ilusorio esperar que este gobierno logre forjar acuerdos amplios que permitan que el país retome el sendero del desarrollo y el progreso. Pero el pueblo de Chile bien pudiera aprender la lección y entender que la tarea de los políticos es esencial para el buen funcionamiento de la sociedad, tal como lo son las tareas de los recolectores de basura o de los sistemas de alcantarillado. Aunque haya mal olor y sólo pensar en los detalles de lo que implican esas tareas resulte incómodo para muchos, cuando los partidos políticos hacen bien su trabajo, la democracia funciona bien y la sociedad funciona mejor.

Ahora que el país vuelve a entrar en periodo electoral -con un plebiscito en diciembre, elecciones municipales y de gobernadores en octubre de 2024, elecciones presidenciales y legislativas en noviembre de 2025, y primarias respectivas para las de 2024 y 2025- los votantes chilenos debieran demostrar que han aprendido la lección de lo malo que resulta tener un gobierno que se preocupa más de marchar, enarbolar banderas y protestar que de construir puentes con la oposición y ponerse de acuerdo con gente que piensa distinto.

Si el electorado aprende la lección y comienza a premiar en las urnas a los políticos que son capaces de ponerse de acuerdo con sus rivales, entonces estos traumáticos años del gobierno polarizador y contumaz no habrán sido en vano.

 

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