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Patricio Navia: Repartir la torta más que nueva constitución

Los chilenos no quieren un nuevo modelo, quieren más justicia social en el modelo actual. Quieren cambios, pero no locuras.

 

La buena noticia es que la gente no quiere una nueva constitución que refunde al país. Luego, si hacemos las cosas bien, pronto podremos dejar atrás la incertidumbre que genera tener un proceso constituyente abierto. Pero la mala noticia, al menos para una parte de la elite, es que la gente quiere una mejor repartición de la torta. A menos que esa parte de la elite acepte mejorar la distribución de oportunidades, esa herida abierta que tiene el país —y que permitió a la izquierda más radical vender la mentira de que una píldora mágica podría curar los males de Chile— terminará llevándonos de regreso al precipicio del que milagrosamente nos acabamos de salvar con el plebiscito del 4 de septiembre.

Quiero insistir en eso de que el 4 de septiembre el país se benefició de un golpe de suerte. Si no fuera por la alta tasa de inflación y la alta delincuencia, no habríamos tenido un alto rechazo al gobierno del Presidente Boric y, por consecuencia, la votación por el Rechazo a la nueva constitución no hubiera sido tan alta. Si José Antonio Kast hubiera sido presidente, el alto rechazo a su gestión —suponiendo también una alta inflación, que en buena medida fue causada por todo lo que pasó antes del 11 de marzo de 2022— hubiera contribuido a una mejor votación del Apruebo. Por eso, causas bastante fortuitas ayudaron a que nos salváramos del precipicio. 

Ahora bien, respecto a lo que quieren los chilenos hacia adelante, hay dos datos aparentemente contradictorios, pero que, analizados en su conjunto, dan luces sobre la dirección en la que quiere avanzar la mayoría del país. En las encuestas del fin de semana pasado, la aprobación del Presidente Boric aumentó de forma sustantiva. Boric es más popular ahora que presentó su propuesta de reforma de pensiones. Nótese que cuando promovía la nueva constitución o cuando su gobierno flotaba la idea de una ley de amnistía para los presos de la revuelta, la aprobación presidencial caía. Cuando Boric se comporta como el radical que siempre fue y como el candidato de extrema izquierda de primera vuelta, los chilenos se alejan. Pero cuando Boric avanza decididamente por el camino de la moderación, los chilenos le dan su apoyo. La única conclusión posible es que la gente quiere cambios, pero no quiere locuras. La gente quiere que mejoren las pensiones. No quiere una constitución indigenista, vegana, maximalista y más propia de una federación de estudiantes de universidad de clase media-alta que de un país que enfrenta desafíos complejos y problemas inmediatos de seguridad, pobreza, vivienda, salud y —por cierto— pensiones.

El segundo dato aparentemente contradictorio es que la gente no quiere que el 6% adicional de cotizaciones que saldrá de su sueldo bruto vaya a un fondo común para mejorar las pensiones de todos. Quiere que el 16% con el que contribuirá su trabajo mensual (16% del dinero que usará el empleador para pagar el trabajo de su empleado) vaya directamente a las cuentas individuales de ahorro para las pensiones. En otras palabras, que su plata siga siendo suya. La gente puede odiar a las AFP —porque siempre es mejor culpar a alguien más por la poca plata que hemos ahorrado en la vida—, pero ama profundamente la propiedad privada. Para muchos, el dinero ahorrado en las AFP es el mayor capital que poseen. Muy poca gente quiere que el 6% adicional de cotizaciones, o parte de ese dinero, vaya a un fondo común. La gente quiere que su plata siga siendo suya.

Pero esa misma gente quiere que las pensiones mejoren a través de un subsidio estatal mayor al pilar solidario. La gente parece decir en las encuestas que el Estado debe hacer un mayor esfuerzo para fortalecer el pilar solidario, pero que no quiere que el Estado haga solidaridad con sus cotizaciones personales mensuales. 

Lo que nos dicen los resultados del plebiscito del 4 de septiembre y los datos de las encuestas recientes es que las chilenas y chilenos son personas razonables, sensatas y exigentes. La gente quiere que el modelo capitalista funcione, pero para todos. Los chilenos no quieren un nuevo modelo, quieren más justicia social en el modelo actual. Como en todas las sociedades capitalistas modernas hay Estados fuertes, la gente también quiere un Estado fuerte en Chile. Pero no quiere que ese Estado financie mejores pensiones a costa de sus ahorros personales.

Por cierto, corresponde iniciar una discusión honesta de reforma tributaria que, siguiendo las recomendaciones de la OECD, amplíe la base tributaria. Solo cuando un porcentaje más significativo de la clase media pague impuestos a la renta y vea, mes a mes, que una parte de su sueldo va a financiar la ineficiente burocracia estatal, los altos sueldos y cargos innecesarios para los amigos y familiares de las autoridades, y programas con poco o nulo impacto en reducción de pobreza y desigualdad, recién ahí habrá mayor presión para mejorar el gasto público.

Por lo pronto, basta con entender que la gente quiere solución inmediata a sus problemas concretos, como las bajas pensiones, y que quiere que el pilar solidario se financie con fondos públicos, no con las cotizaciones que, mes a mes, trabajadoras y trabajadores de Chile se ganan con el sudor de su frente.

*Patricio Navia es Doctor en Ciencia Política y profesor de la UDP.

 

 

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