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El Gobierno intentará convertir a los derechos humanos -mucho más que a las razones que produjeron el quiebre de la democracia en Chile en 1973- en el gran tema público en 2023. En ese debate, Boric se siente cómodo y sus posturas son populares y loables.
Después que regrese de las vacaciones que intenta tomar esta semana, el Presidente Gabriel Boric enfrentará un complejo 2023 cuando retorne a sus funciones en La Moneda.
La inflación que baja mucho más lentamente de lo que celebra el Gobierno, la delincuencia que sigue desatada, el empleo formal que se ralentiza y los vientos cruzados del exterior que mezclan buenas y malas noticias (como el mejor precio del cobre, el menor precio de la gasolina e incertidumbre respecto a la guerra en Ucrania) presentan un complejo panorama para un Gobierno que, con viento a favor y condiciones inmejorables, convirtió su primer año en el poder en una fiesta de errores no forzados, autogoles y gaffes de personas que no estaban a la altura de sus cargos.
Como hay buenas razones para dudar de si el Presidente da el ancho para las complejas tareas que deberá enfrentar, el Gobierno buscará desviar la atención desde los problemas cotidianos a cuestiones más simbólicas y emocionales, donde Boric funciona mucho mejor. Por eso, aprovechando que se conmemoran 50 años del golpe de Estado de 1973, el Gobierno buscará centrar el debate público en las consecuencias -más que en las causas- del quiebre de la democracia y en el doloroso legado de violaciones a los derechos humanos que dejó la dictadura.
En los próximos meses, veremos un significativo esfuerzo por parte del Gobierno para pinochetizar el debate público y para generar condiciones que le permitan a Boric donde mejor sabe hacerlo, en la dimensión personal y en su loable y claro compromiso con la defensa de los derechos humanos.
Ahora que se acerca su primer aniversario, no queda claro que el Gobierno haya aprendido las lecciones de sus primeros doce meses en el poder. Si bien los equipos de gobierno han sido reforzados con el mayor peso del del Socialismo Democrático en el gabinete -y probablemente futuros cambios de gabinete avancen aun más en esa dirección- el Ejecutivo seguirá teniendo como socios principales al Frente Amplio y el Partido Comunista. Después de todo, Gabriel Boric hizo carrera política como un ácido crítico de los 30 años en que el Socialismo Democrático (primero en la Concertación y después en la Nueva Mayoría) defendió posiciones amigables con el mercado y con el modelo capitalista. Tal como lo demostró con los indultos presidenciales a delincuentes con prontuario anterior condenados por crímenes contra las personas y la propiedad en el contexto del estallido social de 2019, el Presidente Boric siempre vuelve a sus orígenes radicales y de extrema izquierda. Por eso, aunque su Gobierno siga sumando más rostros de izquierda moderada, los exabruptos radicales del Presidente seguirán haciendo noticia en 2023.
La inflación ha mostrado ser más obstinada de lo que esperaba el gobierno, especialmente en esos ítems de la canasta que más afectan el bolsillo de los más pobres. En la medida que los ingresos sigan creciendo en niveles reales menos que la inflación, la capacidad de consumo de las personas seguirá reduciéndose. En otras palabras, a todos nos alcanzará para menos. Tampoco hay razón para pensar que habrá logros significativos para frenar la delincuencia. Es cierto que en la medida que se normalicen los delitos más violentos y la gente se acostumbre a que aumente el nivel de homicidios, el impacto de las noticias sobre la delincuencia será menor. Pero cuesta imaginar un área en la que el Gobierno pueda centrarse para mostrar avances y logros. Por eso, parece razonable presumir que la administración Boric querrá aprovechar el 50 aniversario del golpe de estado de 1973 como una oportunidad para hacer que los chilenos piensen en cosas más simbólicas y que mediten sobre las negras oscuridades que vivió el país cuando bajo la dictadura.
Nadie puede cuestionar el compromiso de Boric con la defensa de los derechos humanos. A diferencia de varios de sus pares izquierdistas de la región, Boric ha sido un acérrimo crítico de las violaciones a los derechos humanos cometidas por las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua. En su celo por defender los derechos humanos sin consideraciones geopolíticas, el Presidente chileno se ha metido en problemas más de una vez. Por eso, el Gobierno intentará convertir a los derechos humanos -mucho más que a las razones que produjeron el quiebre de la democracia en Chile en 1973- en el gran tema público en 2023. En ese debate, Boric se siente cómodo y sus posturas son populares y loables.
Pudiera ser que los chilenos se interesen menos de lo que el Gobierno quisiera en la discusión sobre la conmemoración de los 50 años. Después de todo, la inflación, el desempleo y la delincuencia pudieran forzar a la gente a demandar respuestas a sus problemas más inmediatos.
Pero dado que el Gobierno no parece tener dichas respuestas ni muchas expectativas de poder lograr avances sustantivos en sus otras promesas de campaña, la administración Boric pondrá muchas de sus fichas para 2023 en apostar a que conmemoración del quincuagésimo aniversario del golpe de Estado del 11 de septiembre se convierta en un tema ganador para el Presidente Boric.