Patricio Navia: Un gobierno que siempre llega tarde
Aunque eventualmente ocurra, el cambio de gabinete no va a tener el efecto que el Gobierno necesita para dar el golpe de timón que le permita salir del pozo en el que actualmente se encuentra atrapado.
Una de las regularidades más evidentes, pero también más autodestructivas, del gobierno del Presidente Gabriel Boric es que siempre llega tarde a enfrentar los problemas y reaccionar ante las sorpresas que ha enfrentado en su primer año en el poder. El debate actual sobre el cambio de gabinete constituye un ejemplo más de cómo el Gobierno tiende a ser más reactivo que proactivo.
Desde que asumió en marzo de 2022, el Gobierno dio señales de que era mejor para improvisar más que diseñar una hoja de ruta apropiada para los problemas que enfrentaría. Desde el desastroso viaje a La Araucanía de la Ministra del Interior Izkia Siches hasta la incapacidad del Gobierno para evitar que la Convención Constitucional cavara su propia tumba con ese texto descriteriado y refundacional que terminó produciendo, el Gobierno nunca supo anticiparse a los problemas y evitar que el tren del proceso constituyente se descarrilara.
Desde una insoportable e injustificada superioridad moral -decían que ellos tenían otra forma de hacer política- multiplicó los errores de Gobierno primerizo y se hundió en el rechazo de una opinión pública que no tuvo paciencia con la arrogancia y la torpeza de esta nueva generación de políticos que demostró ser mucho más efectiva en articular críticas que en ofrecer soluciones.
La luna de miel duró poco precisamente porque la administración hizo todo lo que pudo para demostrarle a la opinión pública que tenía cero intención de actuar con la madurez y responsabilidad que se requiere para ser gobierno.
La derrota en el plebiscito del 4 de septiembre fue un golpe tan duro que el Gobierno hasta hoy no ha podido recuperarse. Debido a que resultó imposible desconocer que la votación ese día también fue una clara señal de rechazo a la forma en que el Gobierno se estaba comportando, la administración de Boric se vio forzada a realizar un cambio de gabinete, aunque nunca quiso aceptar que el mensaje popular es que el Gobierno iba por mal camino. En los meses que siguieron, confundido, abandonó algunos de sus más preciados principios y, con poca credibilidad, terminó defendiendo algunas de las cosas que criticó por años. Peor aún, nunca fue capaz de reconocer que habían estado profundamente equivocados en sus críticas.
La reciente entrada en vigencia del acuerdo de libre comercio TPP-11 es el último ejemplo de las burdas volteretas ideológicas que hemos visto hacer al Gobierno. Después de oponerse por años, con malos e infundados argumentos, al TPP-11, varios connotados líderes oficialistas celebraron su entrada en vigencia hace unas semanas.
La voltereta es especialmente patética toda vez que los principales críticos de la política de mercados abiertos nunca presentaron evidencia para sustentar sus posiciones. El subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, José Miguel Ahumada, que había escrito muchos ensayos -pero ningún estudio con datos que analizaran evidencia- se convirtió en el símbolo de las posiciones panfletarias y dogmáticas que fueron derrotadas por la fuerza de los hechos. Cuando se ratificó el TPP-11, una vez más, el Gobierno llegó tarde. Lo que pudo haber sido una victoria política de la administración terminó convirtiéndose en una innecesaria derrota del dogmatismo voluntarista de una política proteccionista que nunca funcionó y que reina en el círculo íntimo del Presidente Boric.
La polémica sobre los indultos, la forma en que el Gobierno llegó tarde a enfrentar la crisis de los incendios, y la crisis de delincuencia por la que atraviesa el país son otros ejemplos de que este gobierno siempre llega tarde.
El debate sobre el cambio de gabinete es el ejemplo más reciente. Ya da lo mismo cuándo se realice el ajuste y qué tanto ministerios y subsecretarías incluya. El hecho que la discusión sobre el cambio de gabinete haya tomado tanto tiempo y que el Gobierno haya vacilado tanto respecto a cuándo hacerlo y qué ministros incluir han reducido el efecto positivo que debiese haber tenido. Aunque se haga, el cambio de gabinete no logrará convertirse en el reset que necesita el Gobierno para iniciar el nuevo año legislativo.
Aunque le quedan tres años en el poder, el Gobierno del Presidente Boric aparece agotado y sin rumbo. Mientras los moderados quieren repetir la fórmula exitosa de moderación y pragmatismo de los gobiernos de la Concertación, la intuición del Presidente y de su círculo íntimo sigue siendo la de una refundación a partir de dogmas que no han funcionado en ninguna parte. Presionado por la fuerza de la realidad y de los hechos, el Presidente a regañadientes entiende que no puede impulsar su objetivo refundacional. Pero como se demora en aceptar la realidad, su gobierno siempre termina llegando tarde. En vez de liderar, su administración es reactiva.
Por eso, aunque eventualmente ocurra, el cambio de gabinete no va a tener el efecto que el Gobierno necesita para dar el golpe de timón que le permita salir del pozo en el que actualmente se encuentra atrapado.