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Paul Krugman: Que no les engañen, la economía de EE UU es una extraordinaria historia de éxito

En lo que respecta a las noticias económicas, hemos tenido tantas victorias que nos hemos cansado de ganar, o en todo caso, nos hemos despreocupado al respecto. La semana pasada, recibimos otro magnífico informe sobre el empleo —crecimiento de la ocupación durante 39 meses consecutivos— y da la impresión de que casi nadie se ha dado cuenta. Concretamente, no está claro si las buenas noticias harán mella en el todavía generalizado, pero falso, relato de la mala situación de la economía con el presidente Joe Biden.

Empecemos por los hechos: la creación de puestos de trabajo durante el mandato de Biden ha sido asombrosa, especialmente si recordamos todos aquellos pronósticos confiados, pero erróneos, de recesión. Hace cuatro años, la economía sufrió un duro golpe a causa de la pandemia de la covid, pero nos hemos recuperado con creces. La tasa de paro ha estado por debajo del 4% durante 26 meses, la racha más larga desde la década de 1960. La inflación se disparó en 2021-22, pero ya ha remitido en gran parte. Y los ingresos de la mayoría de los trabajadores han aumentado en términos reales. A lo largo de los últimos cuatro años, los salarios de los trabajadores sin funciones de supervisión, que representan más del 80% del empleo privado, han subido alrededor del 24%, mientras que los precios al consumo han subido menos, alrededor del 20%.

Entonces, ¿por qué tantos estadounidenses siguen diciendo a los entrevistadores que la economía va mal? La mayoría de las veces, a cualquiera que sostenga que estamos en una “vibracesión”, en la que las percepciones de los ciudadanos no concuerdan con la realidad económica, se le tacha de elitista, de estar fuera de contacto con la experiencia de la vida real de la gente. Y hay todo un género de comentarios en el sentido de que, si se observan los datos detenidamente, estos muestran que la economía es, en última instancia, realmente mala. Pero estos comentarios son un intento de explicar algo que no está sucediendo. No cabe duda de que hay estadounidenses que lo están pasando mal en el aspecto económico; por desgracia, esto siempre es cierto en mayor o menor medida, especialmente si tenemos en cuenta la debilidad de la red de seguridad social de Estados Unidos. Pero, en general, los estadounidenses se muestran relativamente optimistas respecto a sus finanzas.

Hace poco escribí sobre un par de encuestas de Quinnipiac en las que se preguntaba a los votantes registrados sobre la economía y sus finanzas personales. Tanto en Michigan como en Pensilvania más del 60% de los entrevistados calificaban la economía de no muy buena o mala; un porcentaje similar afirmaba que su situación personal era excelente o buena. Los estadounidenses son optimistas no solo respecto a su situación, sino también respecto a su economía local. Un sondeo reciente del The Wall Street Journal entre votantes de Estados indecisos revelaba que los electores tienen opiniones negativas sobre la economía nacional, pero significativamente más positivas sobre la economía de su estado. Esto concuerda con el informe de la Reserva Federal sobre bienestar económico para 2022 (publicado en 2023), que muestra que el porcentaje de estadounidenses que valoraba su economía local como buena o excelente era mucho mayor que el porcentaje que afirmaba lo mismo sobre la economía nacional. Básicamente, los estadounidenses dicen: “Me va bien, a la gente que conozco le va bien, pero en algún sitio ahí fuera están pasando cosas malas”.

¿Qué explica esta desconexión? La inflación contribuye sin duda a las malas sensaciones sobre la economía. Un nuevo estudio de Stefanie Stantcheva, de la Universidad de Harvard, confirma una vieja idea: cuando suben los salarios y los precios, la gente tiende a creer que se ha ganado sus aumentos salariales, pero que la inflación les ha quitado lo que tanto les ha costado ganar.

Sin embargo, la aversión a la inflación no explica por qué la gente cree que su estado va bien, pero el país es un desastre.

El elefante en la habitación es el partidismo. Hoy en día, las opiniones de los estadounidenses sobre la economía tienden a estar determinadas por la afiliación política y no al revés.

Esto es válido para los simpatizantes de ambos partidos, pero el análisis estadístico muestra que el efecto del partidismo en las percepciones económicas es mucho más fuerte para los republicanos —que durante gran parte del año pasado se mostraron igual de pesimistas respecto a la economía que tras la crisis financiera de 2008 y durante la estanflación de 1980—, por lo que el hecho de que un demócrata sea presidente arrastra a la baja el sentimiento medio de los consumidores. Cualquier debate sobre las percepciones económicas que no tenga en cuenta este factor pasa por alto una gran parte del panorama.

No resulta difícil ver de dónde viene esta asimetría. Los políticos republicanos y los medios de comunicación están unidos a la hora de destrozar la economía de Biden, de la que Donald Trump dice que está “hundiéndose en un pozo negro de ruina”, en el que “las tiendas no están abastecidas”, algo que sencillamente no es cierto. Los demócratas, por su parte, están divididos, con algunos progresistas que hablan mal de la economía porque temen que reconocer las buenas noticias pueda socavar los argumentos a favor de reforzar la débil red de seguridad social.

Si me preguntan a mí, más progresistas deberían celebrar la economía actual, no solo para ayudar a Biden a ser reelegido, sino porque el éxito económico reivindica la visión progresista. Yo diría que Biden merece algo de crédito por las buenas noticias, pero lo más importante es que políticas como la ampliación del Obamacare y el alivio de la deuda estudiantil no han lastrado a la economía, en contra de las predicciones conservadoras, lo que significa que está bien pedir más. La verdad es que la economía estadounidense es una extraordinaria historia de éxito. No dejen que nadie les diga lo contrario.

 

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