Paulina Gamus: ¿Es Miraflores la Tierra Prometida?
Ir a Miraflores se ha transformado en un verdadero mito más que una meta para gran parte de la oposición venezolana. La obsesión ha llegado hasta el punto de que muchos líderes políticos -que merecen mi respeto y apoyo- han caído en la trampa de considerar que si se va a Miraflores y en el intento participan cien mil o doscientas mil personas, al día siguiente o quizá en ese mismo instante, Maduro presenta su renuncia y sale huyendo del país en una versión más moderna de la Vaca Sagrada de Marcos Pérez Jiménez. Pero sin olvidar el maletín repleto de dólares como le ocurrió al desprevenido dictador, por cierto mucho menos ladrón y destructivo que los que ahora gobiernan.
Como los politólogos, economistas, sociólogos y otros profesionales de si pasa o no esto o aquello, han instalado la moda de los escenarios, no he podido evitar la tentación de plantear algunos relacionados con la pretendida marcha a Miraflores y lo que sucedería con la presidencia de Nicolás Maduro.
Escenario Uno: Salen 200 o 300 mil valientes con algunos líderes de la MUD y de la anti MUD a la cabeza y se van acercando al palacio presidencial. Los Colectivos, la GNB, el Ejército, la Aviación y hasta la Marina de Guerra, esperan atrincherados con cañones, ametralladoras, fusiles y tanques, a los manifestantes. Algunos retroceden pero otros, los más valientes avanzan. Empieza la plomazón y caen unas decenas de muertos. Escándalo mundial: ¡Maduro es un asesino!, pero sigue en el poder. Basta con ver lo que sucede en Siria con el genocida Assad: cientos de miles de muertos y él tan fresco como una lechuga.
Escenario Dos: Maduro decide cambiar su estrategia (hasta Maduro podría hacerlo) y se planta en la puerta del palacio con una cantidad de mesoneros dispuestos a servirle café y hasta whisky, a los dirigentes que van al frente de la multitud. Estos quedan desconcertados sin saber cómo reaccionar. Y Maduro sigue siendo presidente.
Escenario Tres: Salen los mismos ciudadanos valientes y arrojados hacia el palacio de Miraflores, su elevado número deja paralizados a los Colectivos, GNB, Ejército, Aviación y hasta la Marina de Guerra. El general Padrino López y algunos otros tri y cuatrisoleados por las muchas batallas libradas, se asustan y recuerdan lo que le pasó a Pinochet y a ciertos colegas argentinos por violación de los derechos humanos. No disparan una sola bala ni aplican un solo cabillazo y le piden la renuncia a Maduro, la cual aceptó. Pero queda como presidente el general Padrino o Aristóbulo o quizá -en el más horrendo de los casos- el teniente Diosdado, ascendido a capitán a fuerza de garrotazos. Sería lo que reza el refrán que repetían mis abuelos en ladino o judeo-español: “vaya señor, venga peor”.
La oposición toda -ustedes, ellos y nosotros- debería estar convencida, después de dieciocho años de darnos cabezazos contra la pared, que la única manera de salir de este régimen es electoral pero concertada. El 6 de diciembre nos transformamos de manera indubitable en la primera fuerza del país, en la gran mayoría, pero Maduro siguió allí porque todos los poderes del Estado incluyendo el más disuasivo: las armas, están en sus manos. El 26 de octubre último se movilizaron millones de personas en todo el país para expresar su rechazo al gobierno de Maduro y Maduro sigue ahí.
El diálogo propiciado por El Vaticano ha despertado las más diversas reacciones, la mayoría adversas. ¿Cómo es posible sentarse con esos zánganos, malvados y corruptos que han destruido a Venezuela, que la han sumido en la ruina, el hambre y enfermedades erradicadas desde el siglo XIX? De verdad que hay que tragar grueso para soportarlo, pero hay una agenda y una fecha límite y cercana: el 7 de noviembre. Si ese día se demuestra que el diálogo ha sido una burla más, una táctica dilatoria, otro engaño, tampoco es necesario o suficiente ir a Miraflores. Habrá que tomar las calles del país y no abandonarlas hasta que recuperemos a Venezuela.