Pedro Cuartango: «La lectura ha muerto, el placer de abandonarse a un libro pertenece al pasado»
El veterano periodista, hombre de vasta cultura, publica 'Iluminaciones', una deliciosa guía por los creadores y las obras de arte que más le han marcado a lo largo de su vida
El periodista y ex director de El Mundo, Pedro García Cuartango, posa para El Confidencial. (Fotografía: Ana Beltrán)
Dice que por sus venas no corre sangre sino tinta. Y puede que tenga razón. Al fin y al cabo, Pedro Cuartango (Miranda de Ebro, 1955) lleva casi medio siglo ejerciendo como periodista, un oficio en el que ha hecho prácticamente de todo, desde escribir hasta fundar periódicos y dirigirlos.
Es asimismo muy posible que en lugar de lágrimas también llore tinta, porque durante toda su vida ha estado llenándose los ojos de palabras impresas, leyendo de modo incansable, leyendo sin parar. Por eso es inevitable sentir un profundo estremecimiento cuando afirma: «La lectura ha muerto. Al menos la lectura tal y como yo la concibo, como un acto placentero«, sentencia.
Leer requiere tiempo, soledad y capacidad de abstracción, tres bienes cada vez más escasos. Cuartango, de joven, se iba a los pinares de Burgos, se tumbaba a la sombra y se pasaba toda una tarde leyendo Ana Karenina o La Cartuja de Parma. «La lectura comporta encerrarse en uno mismo, aislarse del mundo y abstraerse. Y ahora estamos conectados a las redes sociales, recibimos continuas llamadas, estamos siempre pendientes de la actualidad. El placer de abandonarse a un libro sin noción del tiempo creo que es algo que ya pertenece al pasado«, subraya.
Pero aquellos que aún siguen deleitándose en el goce de la lectura pueden ahora darse el gusto de hacerlo de la mano de Cuartango y de su profunda cultura, de su amor infinito por la literatura, el pensamiento, los libros, la música, el arte… En Iluminaciones (Círculo de Tiza), su nuevo libro, el veterano periodista repasa algunos de los autores y de las obras de arte que han marcado su vida. Se trata de un ensayo delicioso, lleno de sabiduría y de sensibilidad pero profundamente ameno, compuesto de 114 pequeñas píldoras (menos de tres páginas cada una) repletas de personajes como Homero, Aretha Franklin, Claude Monet, Matisse, Montaigne, Bach, Rembrandt, Hegel… Una recopilación de breves textos escritos por Cuartango a lo largo de toda su carrera profesional, algunos ya publicados, otros inéditos. Un muestrario de algunos de los personajes y las obras que han contribuido a forjar su carácter y su personalidad.
«Ya no existe la relación entre escritores y público que había en el siglo XIX con los grandes creadores como Dostoievski, Tolstoi, Stendhal, Balzac o Dickens. Ese tipo de autores ha desaparecido, porque ha cambiado la sociedad, han cambiado los valores. Esa literatura ya no es posible, como tampoco ya no es posible el tipo de lector que existía antes», se lamenta. «La relación entre escritores y lectores hoy está muy mediatizada por lo comercial, por el marketing. Es más superficial, más de consumo. La relación que yo he tenido con los clásicos es imposible que la tenga un lector contemporáneo con los autores del presente».
Cuartango solo concibe la lectura como un placer. Asegura que jamás ha leído para adquirir conocimientos o con algún objetivo en mente que no fuera el puro disfrute. «Se lee sin propósito, lo mismo que se mira las nubes«, dice. Lo que no quita para que sea consciente de lo mucho que aporta la lectura: «Sirve para comprender el mundo, para interpretar la realidad y para tener también un mayor autoconocimiento. La lectura es indispensable para vivir y es evidente que fomenta la inteligencia y la memoria, pero a la vez es inútil, en el sentido de que no hay que buscarle una dimensión práctica o de utilidad. Para mí lo que debe de primar es el
placer de leer, de tocar el libro, de acariciarlo».
Reconoce, sin embargo, que la lectura ha sido para él un mecanismo de aprendizaje fundamental. «Yo lo he aprendido todo de los libros, mucho más que de los profesores, mucho más que de los periódicos. Incluso a veces he aprendido más de los libros que de las relaciones personales. Los libros te enseñan muchas vidas, te hacen empatizar con personas ajenas», sentencia. «Yo he tenido relaciones profundamente personales con los libros, yo he sido amante de Ana Karenina, he sido Castorp en el sanatorio de La Montaña Mágica, he sido Julien Sorel en Rojo y Negro«.
Es desolador ver a los políticos: ni han leído a los clásicos ni tienen un conocimiento de la historia de España más allá de lo superficial
-¿Cree que la clase política que tenemos refleja de algún modo la debacle en la lectura que estamos experimentando?
-Totalmente. Por mi trabajo llevo más de 40 años conociendo a políticos, y los políticos leen muy poco. Es algo que me sorprende mucho, como me sorprende comprobar lo poco que saben de historia. Ha habido un cambio importante respecto a los políticos de la Transición. La generación de Adolfo Suárez, de Fraga, de Carrillo o de Felipe González estaba formada por políticos cultos que habían leído y conocían la historia de España. Hoy es desolador ver a los políticos que están al frente de los partidos: ni han leído a los clásicos ni tienen un conocimiento de la historia de España más allá de lo puramente superficial.
También está convencido de que el sectarismo y la polarización que padecemos son en gran medida consecuencia del desplome de los índices de lectura. «Sin ninguna duda. La falta de lectura nos polariza porque la lectura va unida a la complejidad, a los matices. Las personas que leen tienen una visión de la realidad más compleja, más poliédrica. En el mundo actual de las redes sociales, de las fake news y de la sociedad del espectáculo todo es blanco o negro, no hay matices. Leer menos nos hace más sectarios».
Cuartango no es capaz de imaginarse un mundo sin libros y quiere creer de que de un modo u otro pervivirán siempre. «Puede que se vuelvan algo muy elitista, muy minoritario. Y quizás en el futuro llegue un ciclo en el que mucha gente redescubra la importancia de los libros», aventura. Pero si algún día llegara a hacerse realidad la distopía que Rad Bradbury imaginó en su novela Fahrenheit 451 y que luego Truffaut llevó magistralmente al cine, si los libros desaparecieran y solo lograran sobrevivir siendo memorizados por algunas personas, es muy posible que Cuartango se convirtiera en el custodio de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.