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Periscopio Panamá: Un Bolero para ti

 

Hace diecinueve años atrás me llevaron una noche a conocer un restaurante que recién había aperturado en Bella Vista. Hoy puedo decir que esa noche cambió el destino de mi vida. Hacía meses que había llegado de tránsito a Panamá para poder llegar como destino final a España; esto que lucía un gran plan, duró lo mismo que un merengue en la puerta de un colegio. En la brevedad de la luz mis aspiraciones fueron un auténtico espejismo cuando descubrí que mi vida de emigrante comenzaba como ciudadano de quinta categoría.

Había escuchado a más de una persona preguntarme, cuando se enteraban que era cubano, si había estado en Bolero, un Restaurante Bar que se me refería con el comentario clásico de   -sí eres cubano te va a encantar- algo que a pesar del entusiasmo con el que me lo decían, no lograba animar la soledad a la que parecía estar destinado.

Esa noche en un arranque del destino terminé delante de una casa con un letrero para la calle que hizo que se me cayera la mandíbula, una cuchara con un tenedor envueltos en sinuoso y seductor movimiento, una expresión de la más autentica sensualidad, un letrero que de antemano daba el preámbulo de un mundo que al parecer sería la versión mas inmediata de lo real maravilloso, todo bajo el titulo de “Bolero”.

Ya dentro del Bar se vivía una euforia contagiosa donde todos reían, bailaban, hablaban, se abrazaban, por lo que terminé entregándome de cuerpo entero al misticismo de aquella cueva, donde se violaba el espacio vital como norma para formar parte de esa experiencia. Sin conocer a nadie, termino por obra del destino sentado en la mesa de alguien que parecía ser el director de la orquesta, un tipo simpático, risueño y con mucho estilo, de una vez nos conectamos y fue como sí nos conociéramos de toda la vida. Ese hombre era Jorge Campa, que, junto a un primo y a su padre, se le ocurrió la idea de proponer un restaurante cubano en Panamá; así salió este espacio que, por razones aún inexplicables, tenía la cualidad de enloquecer hasta el más cuerdo que lo visitaba.

 

Jorge Campa

 

Esa noche encontré al hermano mayor que mis padres no pudieron darme y el señor desde el mas allá me lo puso en el camino -quizás para poder sobrevivir a mi tozudez de coquetear con las señoras Nostalgia y Soledad- hasta recobrar los sentidos.

Bolero dejó una marca en la historia de la capital panameña en la primera década de este siglo, muchas personas fidelizaron con ese lugar, ya fuera para comer en el día o rumbear en la noche. Todos; legisladores, arquitectos, comerciantes, médicos, banqueros, ¿a quién no conocí allí? Descubrí que no era el único que padecía el traca-traca nostálgico en esas avasalladoras melodías de Sones, Salsas y Boleros, y así fui conociendo una generación de cubanos que, como yo, habían echado su suerte saliendo de la isla en busca de realizar sus propios sueños; todos juntos fuimos compartiendo ese espacio.

En Bolero hice amigos para toda la vida, esos que hoy son la familia que nos construimos con lazos de hermandad y que son tan o más fuertes que los tradicionalmente creados por el mismísimo código genético. Ese es el caso de Jorge Campa, alguien que me sorprendió porque llevaba la cubanidad en la médula. Nacido en La Habana en el barrio del Vedado vecino de 21 entre 14 y 16, a una cuadra de donde yo nací y me crié, para hacer más simpáticas las traquimañas que nos reserva el destino.

En la unión de los mejores exponentes -siempre a mi más preciado entender- de las familias Campa y Barquín, los que en la más tierna infancia de sus tres hijos por los años 70 deciden mudarse a España. Personas de demostradísima decencia, que con la muerte del Generalísimo deciden reubicar sus vidas en la Florida para convivir junto a los cariñosos miembros de la hermosa familia Barquín ya radicados hacía unos años en Miami.

Para mediados de los años 90 Jorge llega a Panamá, con una personalidad que ha nadie se le ocurriría poner en duda que había sido nacido y criado en La Habana. Con los años fui conociendo su familia que hoy es la mía y lo digo con toda propiedad, porque Jorge logró presentarme una estirpe que hace el mejor moro con cristiano, un inmejorable lechón asado, mueven los hombros cuando escuchan un guaguancó y no hacen trampa en el dominó, porque saben perder con una sonrisa y compartir sus triunfos con humildad, porque no importa donde vivan siguen siendo lo mejor de Cuba.

De todas sus andanzas que no fueron pocas, su mayor legado, y espero no equivocarme, sin duda para mí fue Bolero. Un lugar que demostró que los empleados panameños sí saben hacer un equipo de trabajo eficiente y creativo; esto es una de sus grandes hazañas, rompiendo el mito de que el trabajador panameño no tiene talento para dar una buena atención. La comida era como se dice en buen cubano “para chuparse los dedos”, fíjate si es así que en más de una ocasión vi pecar a uno que otro judío comiendo puerco, que esto ya es mucho decir. El ambiente de rumba fue un referente para futuros negocios que descubrieron que se podía gozar con glamour y que existía un cliente ansioso por ese tipo de propuesta. En este aspecto se puede decir que Bolero es pionero en Panamá, demostrando dentro del mundo del entretenimiento una propuesta habida para ser desarrollada; hoy es muy común encontrar este tipo de oferta en la capital canalera.

Pero para mí, el mayor legado de Bolero no es ninguno de los expuestos, el mayor legado es que en ese lugar, logramos compartir como hermanos cubanos ubicados en todas las latitudes de este mundo. Poder ver sentados compartiendo en una mesa un cubano de Miami con uno de la isla, otro de España, intercambiando parejas, bailando una rueda de casino y compartir con el cariño de ser de un mismo lugar, con los mismos gustos, los mismos chistes, los mismos pasos en un baile. Esa magia de reconocer lo que realmente somos y no lo que nos han dicho que somos, eso se demostró en Bolero en más de una ocasión, este fenómeno que al principio para mi fue una novedad, con el tiempo se convirtió en mi deporte favorito, ver como podíamos convivir todos en un mismo lugar, todos felices, esta maqueta donde pudimos recrear esa experiencia, para mi es el mayor legado qué Jorge Campa nos dejó a todos los cubanos de este mundo.

Cuando alguien me pregunta cómo imagino el futuro de Cuba, mi respuesta es, como Bolero.

 

 

 

2 comentarios

  1. Mi más sentido pésame a la familia y amigos de Jorge Campa, no conocí boleros, pero lo conocí a él gracias a Bertin, visite su casa justo al borde del pacifico, visite pies descalzo (finca ecológica), fue un anfitrión excelente, de conversación interesante, proactiva, emprendedora, y por sobre todo haciendo que su invitado se siéntese en casa propia.
    Me ha resultado difícil aceptar la idea de que no volveré a verlo, me resisto a pensar que ya no estará si visito nuevamente panama, y me angustia pensar en el dolor que sufre hoy su señora madre y quien por supuesto inculcó en el esos bastos valores que poseía.
    Me reconfortó en haber tenido la suerte de conocerlo y por siempre recordarlo, hasta ahorita amigo Jorge Campa

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