Perón, el Ché y Zapatero
En su formidable libro Delirio americano, Carlos Granés recoge un episodio muy relevante para la izquierda española y latinoamericana, pero del que muy pocos tendrán recuerdo: «En 1977 los colombianos García Márquez, Antonio Caballero y Enrique Santos Calderón le hicieron (a Felipe González) una entrevista para Alternativas, y en ella, para sorpresa de muchos, el dirigente español no se mostró como un marxista exaltado sino como un defensor de la democracia… La impresión que les dejaba González a los tres periodistas quedaba resumida en el título de la entrevista, ‘Un socialista serio’».
El primer sorprendido debió ser el premio Nobel colombiano, que en esos momentos mantenía estrechos lazos de amistad con Fidel Castro y actuaba como intermediario para abrir de vez en cuando las puertas de las cárceles cubanas a algún que otro afortunado, mientras justificaba la permanencia del resto entre rejas. Pero sorprendió, sobre todo, a una izquierda que en el continente americano defendía todavía la violencia armada contra las democracias llamadas «burguesas» y a los espadones populistas con tal de que fueran antiimperialistas.
«De la misma forma en que el Volkswagen, un automóvil concebido por Hitler, acabó convertido en un icono del hippismo, Perón es el único pederasta filonazi del que se enorgullece la izquierda», afirma Granés en otra página de su meticuloso trabajo.
«En palabras de Zapatero, la izquierda debe de regresar al lugar del que algún día salió seducida por Felipe González»
La historia ha querido que el peronismo, del que se nutre gran parte del nuevo populismo latinoamericano y la nueva izquierda española, goce actualmente de mayor predicamento que la vieja socialdemocracia. Y aquel discurso moderado procedente de España que en los años setenta y ochenta del siglo pasado sorprendió a los izquierdistas del otro lado del Atlántico, aún soñando con el verde oliva, ha sido sustituido hoy por el de José Luis Rodríguez Zapatero, la voz autorizada del PSOE en América Latina.
Zapatero acaba de pedir que España y la izquierda de ambas orillas se sumen a los esfuerzos de Lula con el fin de convencer a Ucrania de que se rinda para evitar que un antiimperialista convencido, como Putin, pierda la guerra, lo que, al parecer, debilitaría la causa progresista y revitalizaría a la OTAN y la democracia liberal.
En palabras de Zapatero, la izquierda debe regresar al añorado mundo de los bloques -respetar la realidad bipolar, le llaman algunos- y ponerse del lado que le corresponde, el de los enemigos de Estados Unidos, donde tiene que estar, junto a Irán, China y Rusia, unidos todos en el objetivo común de defender al pueblo humilde frente a los ricos y los poderosos, que se esconden en Parlamentos democráticos y hablan de justicia y de igualdad de oportunidades. La izquierda debe volver a combatir con saña al imperialismo, sin dejarse distraer por constituciones reaccionarias ni jueces fascistas, como nos enseñó Evo Morales.
En palabras de Zapatero, la izquierda debe de regresar al lugar del que algún día salió seducida por Felipe González, tiene que volver a las montañas, a combatir a los burgueses y a los liberales que nos engañan con sus bonitas palabras sobre democracia y libertad.
En palabras de Zapatero, la izquierda debe de seguir el ejemplo de Chávez y de Maduro, que no se rindieron a las presiones para celebrar elecciones limpias y respetar los derechos humanos, y supieron conservar el poder frente a los imperialistas y los millones de burgueses que se fueron del país. O el ejemplo de Cristina Fernández de Kirchner, corrupta, pero peronista hasta el tuétano. O de López Obrador, autoritario, pero amigo de los pobres.
Y esa es la palabra que vale hoy, la de Zapatero. Esa es la palabra que publica ahora la prensa progresista y la que se escucha en toda América Latina. Esa es la voz que dice mediar para conseguir la paz en el mundo -la verdadera paz, no esta paz americana de las últimas décadas-, la voz que devuelve sentido a la izquierda después de tantos años de impúdica convivencia con la pérfida derecha, a la que sólo cabe destruir.
Ya está la izquierda casi libre de esas ataduras que empezaron en aquella entrevista de 1977, ya ha recuperado casi todo el terreno. Sólo quedan algunos detalles a los que conviene prestar atención y algunas formas que conviene guardar para no perjudicar a Pedro Sánchez, uno de los nuestros, ocupado aún en ganar elecciones en un país de Europa.
Pero también en Europa irá avanzando pronto la causa popular, la de la verdadera izquierda, la enemiga de los banqueros y los fachas que se esconden en los vericuetos de la democracia liberal, la izquierda de Perón y de Sandino, la izquierda del Ché, la izquierda verdadera, la de Zapatero.