Perú en la encrucijada
Como presidente de Perú, Alberto Fujimori viajó a Japón en 2000. Desde allá envió un fax anunciando su renuncia. El episodio quedó grabado en la mente de muchos peruanos como el momento más extravagante de su historia política reciente. Pero sucederían muchos más.
El miércoles, el país entero asistió en vivo a un brevísimo intento de golpe de Estado.
El presidente Pedro Castillo anunció que disolvería el Congreso e instalaría un gobierno de excepción. Faltaban apenas unas horas para una votación prevista en la que los legisladores debían decidir si conservaba el cargo. Era la tercera vez que Castillo, quien asumió el poder en julio de 2021, enfrentaba un intento de vacancia.
Después todo sucedió muy rápido: las fuerzas armadas y la policía no lo respaldaron, el Congreso votó mayoritariamente por su destitución y juramentó a la vicepresidenta, Dina Boluarte, quien se convirtió en la primera mujer en dirigir el Perú. Castillo pasó la noche en la cárcel y permanece bajo arresto. Es el sexto expresidente en enfrentar la posibilidad de pasar tiempo en prisión este siglo.
Los analistas consideran que, a pesar de que se llegó a una solución pacífica y apegada a la Constitución, y ahora hay una nueva presidenta, también hay obstáculos que persisten.
Por una parte, Boluarte —que hasta hace poco era aliada cercana de Castillo— debe crear consensos y conseguir el apoyo del Congreso para gobernar.
Por otra, el país ha sido remecido por constantes casos de corrupción e incompetencia en las más altas esferas del gobierno, algo que afecta la confianza de los peruanos en las instituciones públicas. En una encuesta reciente, más del 80 por ciento de los peruanos dijo que no aprobaba el desempeño del Congreso.
Además, están la pobreza y la desigualdad, banderas que ayudaron a Castillo —un líder de extracción rural y plataforma izquierdista— a llegar a la presidencia a pesar de su escasa popularidad.
“El reto más importante es el de la prosperidad compartida”, me dijo Hugo Ñopo, economista sénior del Banco Mundial. “Somos un país que se ha caracterizado por una buena estabilidad macro, pero todavía con serios retos en conseguir que esta bonanza macro sea inclusiva”.
Ñopo afirmó que Perú fue uno de los países del mundo más afectados por la pandemia: la pobreza subió unos 10 puntos porcentuales. Y aunque ya ha empezado a recuperarse, la creación de empleos es un desafío urgente, pues tres de cada cuatro trabajadores peruanos tienen empleos informales. El mes pasado, la ONU advirtió que Perú tiene la tasa más alta de inseguridad alimentaria en Sudamérica.
Mis colegas en Sudamérica, Julie Turkewitz, Genevieve Glatsky y Mitra Taj, escribían ayer:
“La sorprendente, y pacífica, transición simboliza dos características aparentemente opuestas que definen a la joven democracia de Perú: su fragilidad, pero también su resiliencia”.
Ahora, el país y la región aguardan a que la situación se aclare en los próximos días.
“Desde que juramentó la nueva presidenta hay una suerte de alivio, de calma”, comentó desde Lima Roxana Barrantes, profesora de Economía en la Pontificia Universidad Católica del Perú. “Pero una calma que podría ser de corta duración”.