Petrovergüenza
Lo ocurrido la semana pasada en la Asamblea General de las Naciones Unidas es el epílogo de una estrategia calculada por el propio presidente para victimizarse.
Definitivamente, Gustavo Petro no solo representa una vergüenza para los colombianos en su rol como presidente de la República, sino que además ha puesto en entredicho, ante la comunidad internacional, la institucionalidad que encarna la jefatura del Estado.
Lo ocurrido la semana pasada en la Asamblea General de las Naciones Unidas es el epílogo de una estrategia calculada por el propio presidente para victimizarse. Desde hace tiempo venía buscando que le revocaran la visa estadounidense y, en ese sentido, la decisión del Gobierno norteamericano se quedó corta frente a su actitud irrespetuosa, no solo contra el expresidente Donald Trump, sino también contra las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos.
Cabe recordar que esta era una maniobra previamente planificada. En un Consejo de Ministros, Petro ya había afirmado que le habían quitado la visa, señalando en tono irónico: “Ya no puedo ir porque creo que me la quitaron. No tenía necesidad de tener visa, pero bueno, ya vi al Pato Donald varias veces, entonces me iré a ver otras cosas”.
No fue el único episodio. A lo largo de su mandato, el presidente ha insistido en actuaciones que buscaban propiciar ese mismo desenlace:
- Denunció supuestos ataques militares de EE. UU. que, según él, cobraron la vida de jóvenes a los que luego calificó como “narcotraficantes pobres”.
- Reaccionó con molestia cuando el gobierno norteamericano descertificó a Colombia en materia de lucha contra el narcotráfico, interpretándolo como una sanción personal hacia él y no como un cuestionamiento institucional.
- Incluso llegó a plantear abrir un proceso penal contra Trump por ataques en el Caribe, acusando a su administración de genocidio y poniendo en duda su salud mental.
La cúspide de esta estrategia se evidenció en su intervención ante la ONU, donde utilizó expresiones que lo enfrentaban directamente con Washington. Entre otras, afirmó: “Trump se hace cómplice del genocidio, y hay que gritarlo una y otra vez. La humanidad no puede permitir un día más de genocidio”. También señaló: “Trump lanza misiles contra lanchas desarmadas de migrantes, los acusa de narcotraficantes y terroristas, sin que ellos tengan un arma para defenderse”.
Como si esto fuera poco, Petro participó en una manifestación propalestina en Nueva York, desde donde llamó a crear un “ejército de salvación del mundo” para liberar a Palestina. Y lo más grave: exhortó públicamente a los soldados estadounidenses a desobedecer las órdenes de su comandante en jefe. Dijo textualmente: “Les pido a los soldados de Estados Unidos que no apunten sus fusiles contra la humanidad. Desobedezcan la orden de Trump y obedezcan la orden de la humanidad”.
Este último pronunciamiento fue calificado por Washington como una acción imprudente e incendiaria, lo que derivó en la revocatoria de su visa como primera sanción. No se descarta que, en las próximas horas, se adopten nuevas medidas contra otros funcionarios de su gobierno que aplaudieron sus intervenciones tanto en Naciones Unidas como en las calles de Nueva York.
Una vez finalice su mandato en agosto, Petro quedará como un ciudadano común sin el fuero de la investidura presidencial. Todo apunta a que la justicia estadounidense tomará decisiones firmes frente a él, tal como ya lo ha hecho con su más cercano aliado en la región: Nicolás Maduro.
Los colombianos también debemos exigir sanciones frente a las actuaciones del presidente Gustavo Petro, quien, pensando en sus intereses particulares y no en los de la nación, ha puesto en riesgo una relación de más de 200 años con nuestro mayor aliado: los Estados Unidos de Norteamérica. La Constitución establece un marco de responsabilidad y controles para garantizar que las relaciones internacionales se desarrollen de manera adecuada y en defensa de los intereses del país, algo que el presidente no respetó en su intervención de la semana pasada en Naciones Unidas. Por ello, corresponde al Congreso de la República actuar de inmediato.
No cabe duda de que el presidente incurrió en faltas graves. En consecuencia, el Congreso debe iniciar un juicio político, ya que ningún presidente colombiano tiene la autoridad para dar órdenes a un ejército extranjero. Ese comportamiento constituye un claro abuso de poder, pues actuó por fuera de sus competencias y de las atribuciones constitucionales que lo rigen.
Señor Gustavo Petro: usted es una vergüenza para la mayoría de los colombianos, que hoy sentimos rabia frente a actitudes impropias de un jefe de Estado. Con sus declaraciones, no se comportó como presidente, sino que volvió a reflejar su pasado guerrillero; esta vez, sin embargo, bajo la investidura de la primera magistratura de la nación.
Por eso, ni el Congreso ni los ciudadanos podemos titubear al calificar estas acciones como una verdadera “Petrovergüenza”. No tenga dudas de que los colombianos sabremos resistir y, unidos, pasaremos este amargo tiempo que queda de su gobierno. En 2026 retomaremos el rumbo, y estos cuatro años quedarán únicamente como una mancha en los libros de la historia y en la memoria de nuestra democracia.