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Philip Roth es (muy) interesante

Blake Bailey no deja ningún cajón sin abrir, ni bajos de cama sin espiar, desde Newark a la Casa Blanca y más allá, para acabar consagrando a Roth como el ganador que Roth se consideraba en esta biografía autorizada

Una cosa queda muy clara leída y disfrutada, entre la risa y el escalofrío, esta monolítica biografía de Blake Bailey sobre Philip Roth luego de haberle sido encomendada la tarea por el sujeto en cuestión y a cuestionar (o no). Sí, sin dudas: pocas cosas le preocupaban más a Roth (1933-2018) que el cómo sería evocada su saga. La gesta del (habiendo ya partido Bernard Malamud y Norman Mailer y Saul Bellow y J. D. Salinger) último de los indiscutibles judeo-titanes literarios. Lo contó Bailey, quien no sólo tuvo total acceso al archivo del escritor, lo entrevistó en numerosas ocasiones e, incluso, estuvo junto a su lecho de muerte. Así Blake asumió en 2012 el desafío y el honor de ser biógrafo autorizado obligado, apenas, a obedecer una mínima pero indispensable condición: «No quiero que me rehabilites. Sólo hazme interesante».

Y Bailey ya tenía mucha meritoria experiencia investigando interesantes escritores de manera interesante. Allí ya estaban sus muy celebradas vidas de Richard Yates, John Cheever y Charles Jackson (además de la autobiográfica ‘The Splendid Things We Planned: A Family Portrait’).

 

‘Philip Roth. La biografía’. Blake Bailey. Debate, 2022. 1008 páginas. 39,90 euros
‘Philip Roth. La biografía’. Blake Bailey. Debate, 2022. 1008 páginas. 39,90 euros

Triunfador

Todos sujetos formidables en lo suyo pero, también, padecedores de existencias marcadas por éxito efímero o tardío, alcoholismo desatado, sexualidad culposa y escondida, y todos los círculos del infierno familiar y doméstico. Roth, por lo contrario, presentaba para Bailey un novedoso reto: husmear a alguien triunfador desde su debut literario (‘Adiós, Columbus’) y desde allí en constante e ininterrumpido ascenso, tanto en prestigio como en listas de ventas, y recogiendo todo noble premio resistiéndosele sólo un Nobel que no dejó de desear/reclamar hasta su muerte.

Roth, también, sobrevivió a acusaciones de antisemitismo de parte de rabinos ilustres; su primera exesposa murió accidental y oportunamente (leerlo y temblarlo en ‘Mi vida como hombre’ y en ‘Los hechos’) para heredarle su gran personaje; disfrutó de sucesivas y funcionales y reemplazables parejas (a excepción de la actriz Claire Bloom, quien lo demolió en una ‘memoir’ divorcista inspirando ‘vendetta’ novelada de parte de Roth, ‘Me casé con un comunista’, así como la inédita ‘Notes Toward my Biographer’, que finalmente no publicó por ruego de sus más íntimos); no tuvo descendencia problemática (como la hija de Claire Bloom) y se consideraba tío favorito de hijos de amigos; consiguió metabolizar como ‘material’ toda condena feminista por misoginia ilustrada; y lo más importante de todo: con meta-astucia supo ficcionalizarse antes a sí mismo (y condenarse con gran estilo) tras las máscaras de Alexander Portnoy, Nathan Zuckerman, David Kepesh y de un Philip Roth alternativo en ‘Engaño’, ‘Operación Shylock’ y ‘La conjura contra América’.

Por momentos parece indignarse ante los tropiezos de los demás y perdonar cada falta de Roth

Todo lo anterior es revisitado por Bailey sin dejar cajón sin abrir ni bajos de cama sin espiar desde Newark a la Casa Blanca y más allá para acabar consagrando a Roth como el ganador que Roth se consideraba. En este sentido, lo de Bailey triunfa si se lee como relato de una gran vida literaria, aunque renquee algo en el análisis crítico de la obra. Y por momentos parece indignarse ante cada tropiezo de los demás y perdonar cada falta de Roth, siempre, por amor a su arte (junto a lo de Bailey, aparecieron otra biografía ocupándose más de lo escrito que de lo vivido firmada por Ira Nadel y desautorizada por Roth, así como una más entrañable, pero no menos claroscura, semblanza de su buen amigo Benjamin Taylor). Y advertencia: lo más ‘novedoso’ aquí (y, también, lo más cruel) amanece en el crepúsculo.

Versión de sátiro

Entonces, un Roth jubilado por decisión propia de la escritura, pero no de los problemas de salud, que lo persiguieron durante décadas, se nos aparece como dependiente versión de sátiro provecto a la desesperada caza de postreras ninfas que lo ayuden a mantener erecta su leyenda sexual y alto el respaldo de la cama ortopédica, a la vez que es amorosamente reescrito por jóvenes fans como Nicole Krauss y por (también amante) Lisa Halliday. Mientras, Roth espera en vano que todos (su némesis Updike y, claro, la Academia Sueca por haber optado por Bob Dylan como Gran Judío Americano) peregrinen para pedirle disculpas. Bailey parece estar más de su parte de lo que correspondería a su rol. Y, en inesperado y muy rothiano giro argumental que hubiese deleitado al autor de ‘La visita al maestro’, ‘La contravida’, ‘El teatro de Sabbath’, ‘Pastoral americana’ y ‘La mancha humana’ (los Roths que hay que leer sí o sí), Bailey se descubrió rothificado.

Porque, a partir de turbulencias iniciales por la publicación de esta biografía sobre alguien idolatrado, pero ya listo para reconsideración cancelable (como buena parte de sus colegas contemporáneos), Bailey cayó en desgracia. Fue acusado por violaciones en 2003 y 2015, además de mal comportamiento con estudiantes menores de edad en los años 90. Y su editorial retiró la biografía de las librerías. Es decir, y nunca olvidando que en la China milenaria ese «que tengas una vida interesante» siempre se considera como la más bendita de las maldiciones o la más maldita de las bendiciones: el gran biógrafo Blake Bailey acabó siendo un gran personaje de Philip Roth.

 

 

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