Pilar Molina: Obsesionados con la libertad
Sí, una tremenda obsesión de la izquierda, desconfiar del ser humano libre. Por eso, la necesidad de un supra Estado poderoso que impida las desviaciones. Así no puede haber democracia.
Irina Karamanos habló de “la obsesión con las libertades”. Un muy buen reflejo de lo que le ocurre a la izquierda con la libertad, que la considera una testarudez de los privilegiados y los poderosos, es decir, algo a lo cual el ser humano no tiene derecho, no es algo natural ni consustancial a él, sino que una idea repetitiva que domina y se apodera de los que quieren defender sus prerrogativas.
¿Está obsesionada la derecha con la libertad que enarbola como medio y como fin para vivir y alcanzar la plena realización? Más que obsesión, es una facultad consustancial a la dignidad del ser humano. De todos.
Libertad de pensamiento, de conciencia, de expresión y de ahí se derivan todos los demás derechos que están también asociados a la capacidad del hombre de decidir con autonomía en materia de propiedad, educación, salud, previsión, trabajo, etc.
Lo que tiene que hacer el Estado es reconocer esta facultad del ser humano y procurársela a todos. Lo que vemos en este gobierno del Frente Amplio con el Partido Comunista, en cambio, es su propia obsesión con la libertad, pero no para garantizarla a todos, sino que para coartarla a los que la tienen, e impedir que accedan a ella los demás (a quienes, según ellos, no les sirve).
Esa visión quedó plasmada en la propuesta de nueva Constitución, atravesada por una profunda desconfianza en la capacidad del ser humano para ser actor de su propio destino.
Un seguimiento que le hizo El Líbero a la participación de Karamanos en el programa Sin Filtros (disponible en Youtube), entre enero y marzo de 2021, describe nítidamente la aversión de la izquierda no democrática a esta facultad para decidir.
Porque, como dice la pareja del Presidente Boric, “quienes son los que ostentan más libertades, o quienes son los que pueden hablar de libertad de conocimiento, libertad de acceso, libertad de tiempo libre, de poder desarrollarse como persona… probablemente es una minoría en esta población”. Añade que los demás “están endeudados con el sistema bancario, incluso para satisfacer derechos sociales básicos”, agrega.
El razonamiento de la pareja del Presidente Boric, entonces, es que la libertad es un privilegio de unos pocos y dentro de su programa de transformaciones está terminar con los privilegios.
El medio coercitivo para hacerlo es el Estado, ojalá con partido único, porque éste es el único que representa al pueblo en su lucha por la igualdad. Como si los seres en los que se encarna ese Estado todopoderoso fueran supra humanos, sin los vicios y las inclinaciones al mal del resto de los mortales que cuando se trata de elegir, resuelven mal.
Por eso procuran fortalecer todo lo que administra el Estado y minimizar o eliminar lo privado. Y de convertir solo estatal en lo público, como lo hemos oído tantas veces de la izquierda, procurando beneficiar los colegios y las universidades del Gran Hermano en desmedro de las que crea y administra la sociedad civil.
No basta con privar de recursos públicos a la iniciativa privada, sino que también de impedir el ejercicio de la educación libre. Se descalifica como educación de “mercado o bien de consumo”, el permitir a los padres autonomía para decidir dónde y cómo formar a su progenie.
Como prosigue Karamanos, “la libertad de enseñanza y el derecho de los padres a elegir son libertades que finalmente propician el que se debilite la educación pública”. Y como ésta es la única con derecho a existir, los constituyentes rechazaron mencionar que habría financiamiento a la educación particular subvencionada.
La pareja del Presidente, hoy a cargo de una serie de fundaciones que ella está dirigiendo a nuevos objetivos de diversidades sexuales y pueblos originarios, añade en otro programa de tv, que el Estado debe financiar los derechos sociales (en lo que todos podríamos coincidir), “para que las libertades no frenen el que la mayor parte del país tenga una vida digna”. Difícil concordar con una idea tan absurda de la que se colige que con menos libertades, la mayoría alcanzará más dignidad.
Veamos cómo aborda el libre albedrío frente a la seguridad social la no-Primera Dama Karamanos: “Dándole la libertad a las personas de elegir dónde pone su dinero, empobrecemos al sistema público y eso es un problema bajo el nombre de la libertad en la Constitución”.
Nuevamente, el origen de las bajas pensiones no son los pocos años que se cotizan, sino que la autonomía para poner parte del producto del trabajo bajo administración privada. Por eso la ministra del Interior, Izkia Siches, llamó a terminar con la “payasada”, de considerar las cotizaciones como “mi plata”. En concordancia, los convencionales se negaron a plasmar en el borrador que las cotizaciones son de propiedad de los trabajadores.
Como creen que el Estado decide siempre mejor, en cualquier área, promueven el derecho a la vivienda, pero se niegan a explicitar en la Constitución el de la “vivienda propia”, porque la propiedad supone libertad (¡qué obsesión!).
Los derechos sociales son la vara mágica para la igualdad, pero sacrificando la autonomía de los individuos. La ministra de salud, Begoña Yarza, fue implacable para describir el horror que representa para la izquierda no democrática el derecho a elegir. Señaló que cuando se implemente el sistema universal y único de salud estatal va a surgir la oposición “de los más poderosos” y que si no lo explican bien… “capaz que nos veamos en una marcha de los ciudadanos pidiendo que les dejen elegir el sistema que quieren y eso va a ser tremendo”.
Sí, una tremenda obsesión de la izquierda, desconfiar del ser humano libre. Por eso, la necesidad de un supra Estado poderoso que impida las desviaciones. Así no puede haber democracia.
*Pilar Molina es periodista.