Plantar caña de azúcar en Villa Navata
A los jardines de La Navata sólo les falta un gnomo de cerámica plantado junto a la piscina, un foso de cocodrilos alrededor de la propiedad o una siembra de caña de azúcar que sirva de unidad de reeducación para el ala crítica de Podemos. El chalet valorado en seiscientos mil euros que el secretario general de la formación morada, Pablo Iglesias, y la portavoz parlamentaria, Irene Montero, han comprado para afianzar su ‘proyecto familiar’ da para mucho. Pero mucho. Nunca una inversión inmobiliaria fue tan útil para ensayar un partido totalitario.
Esta versión de Estado de la casa de la Pradera es ideal. Se puede pagar en un plazo de 30 años -de aquí a allá ambos seguirán al frente del partido, eternamente reelegidos, en plan régimen bolivariano-. Tiene techos con vigas de madera vista, suelos de gres y calefacción por suelo radiante con un estilo neocolonial. Además, posee una prestación adicional: servirá al líder de Podemos como proyecto piloto para convertir su jardín en un campo de rehabilitación ideológica al que podrán ir a reflexionar quienes, confundidos, piensen que el líder traiciona su ideario con tan onerosa fortaleza.
Aunque la lideresa y comandanta Irene Montero se plante, rolliza y rozagante ya por el estado de gracia de los herederos que espera en su vientre, y hable de ambos -de Pablo y de ella- en femenino, la verdad es que Iglesias se pasea por este asunto cual señor en su cortijo y a veces, por qué no, cual barbudo en Camagüey: esta es mi casa de dos mil metros, mi partido de medio millón de fieles y mi dinastía de dos mellizos. Lo tomas o lo dejas.
Mientras los puros de espíritu, los padres fundadores afeaban, ay, el chalé pequeño burgués, Iglesias debía de reflexionar en voz alta junto a Echenique, que ya oficia de mayordomo de villa
Mientras los puros de espíritu, los padres fundadores afeaban, ay, el chalé pequeño burgués, Pablo Iglesias debía de reflexionar en voz alta junto a Pablo Echenique, que ya oficia de mayordomo de villa. Apenas interrumpidos por el sonido de brasas para la barbacoa, diría Iglesias a Echenique mirando al horizonte de la sierra y apartando con el pie un cocodrilo hinchable que flota en la piscina: “He pensado en un plebiscito”. Echenique, miraría a un lado, hasta que el secretario general volviese en sí, tras permanecer brevemente absorto en sus ideas. “Apunta, Pablo. Ya sé qué vamos a elegir… ¿Verdad que Irene y Pablo deben quedarse con la casa y el partido?”. El Estado soy yo en versión zapatillas y camisetas sin planchar. Quien sabe, si gana a lo mejor hasta se compra un cortijo después.
En la corta historia de la formación morada, esta será la tercera vez que Iglesias convoque a las bases para resolver un dilema interno. Lo hizo en 2016 cuando la estructura de la organización, entonces controlada por el sector errejonista, dudaba si aceptar una abstención para que Pedro Sánchez fuera presidente de un gobierno pactado por PSOE y Ciudadanos. Repitió la consulta una vez más para decidir la coalición con IU. Si venció entonces, vencerá ahora, pensará Iglesias, convencido de que en su reino las cosas se eligen entre todos, pero sin campaña en contra.
Apenas interrumpido por el sonido de brasas para la barbacoa, diría Iglesias apartando con el pie un cocodrilo hinchable que flota en la piscina: “He pensado en un plebiscito”
Mientras el alcalde de Cádiz, José María González, Kichi, y Juan Carlos Monedero, cofundador de Podemos y afín a Iglesias, se reprochan las inconsistencias ideológicas –“La gente está dispuesta a perdonarnos que nos equivoquemos con casi todo, pero no que nos equivoquemos de bando […]. Nos debemos a la gente humilde”, que dijo el gaditano, y el “¿Tenemos que vivir en chabolas porque eso nos haría más de izquierdas?”, que contestó Monedero-, los Anticapitalistas se desmarcan del plebiscito, al mismo tiempo que Errejón llama a participar en la consulta. Mejor tengamos la fiesta en paz, que llevamos ya mucho rato sacando brillo a los piolets, parece decir el niño de Vistalegre con la boquita apretada de los que, de momento, se han salvado de plantar caña de azúcar en Galapagar.
Iglesias no contempla la derrota, qué va. Eso sí: si el pueblo no quiere chalet, él tampoco querrá mando. Se irá, pero no sin antes haberse asegurado que el 80% de la militancia se pronuncie sobre estas cuestiones de Estado. Al respecto, unos han sido más cautos sobre esto de dar por sentado que la convocatoria irá bien. Independientemente de la participación, la consulta debería de ser vinculante, dijo Echenique esta semana sobre los planes de su señor. No es de extrañar que Echenique tome sus previsiones. Ya habrán comprado bastante bife para asar los fines de semana, y no es plan ahora que el asunto se vaya a tomar por saco. Al menos no así. Además, siempre podrán llamar a José Luis Rodríguez Zapatero para que haga de observador y, de paso, a lo mejor y hasta les deja un jarrón para decorar Villa Navata.