Podemos: el hundimiento
Fugas con sabor a revancha, cismas, derrotas electorales, deserciones... quizás sea Iglesias quien tenga que marcharse si quiere que quede algo en pie entre los escombros de Podemos
La descomposición orgánica de Podemos es un hecho. Es un hundimiento estructural en toda regla. La renuncia de Ramón Espinar, secretario general en Madrid, a todos sus cargos y a su escaño, unida a la cita que ayer mantuvieron diez líderes regionales en Toledo para cuestionar la estrategia de Pablo Iglesias e impulsar un acercamiento a Íñigo Errejón, y las crecientes críticas internas en IU por este desmembramiento de la izquierda, apuntan a una seria merma del poder del líder del partido. Por eso, abrumado por la caída de cascotes en el edificio en ruinas, Iglesias ha convocado el 2 de febrero una reunión urgente del Consejo Ciudadano Estatal, la ejecutiva de su partido, para debatir cómo reaccionan a este tsunami interno.
Aún es pronto para determinar si se trata de un golpe de mano de Errejón que terminará apartando a Iglesias, o si éste será capaz de reconducir a las distintas corrientes de Podemos en torno a un liderazgo medianamente pacífico. Pero lo cierto es que Errejón ha roto por la cuaderna al partido que contribuyó a fundar. Orgánicamente, Podemos ha dejado de tener estructura en Madrid. Muchos de los diputados en la Asamblea eran críticos con Espinar, quien en numerosas ocasiones ha humillado y purgado a distintos portavoces y parlamentarios. Sin embargo, ni Podemos va a presentar candidatura a la Alcaldía para no competir con Carmena -que ha sido inmisericorde en su desprecio a Iglesias-, ni está claro que vaya a hacerlo a la Comunidad. Y aunque se diese ese supuesto, el candidato nunca habría sido Espinar, un político carente de peso alguno, lastrado por su soberbia política y sin empatía con sus propios militantes. De ahí su espantada, que no hace sino terminar de dinamitar a un partido incapaz de superar sus contradicciones, su pugna de egos, sus codazos por encontrar un hueco en las listas, su nula ejemplaridad pública y la levedad de su proyecto político.
Los errores de Podemos son numerosos. Los resultados de Andalucía no han hecho sino acreditar que muchos votantes de la izquierda han dejado de creer. Su defensa del régimen dictatorial venezolano casi es una anécdota tras comprobar cómo pretendían «tomar por asalto» los organismos claves del Estado en un Gobierno con Sánchez; cómo se eliminan entre ellos, sin piedad; cómo el líder ha convertido de facto en «número dos» a su propia pareja sentimental, o cómo sus dirigentes han pasado de luchar contra los desahucios a comprar viviendas de lujo con ostentación. O cómo han convertido los ayuntamientos que rigen en paraísos del enchufismo y la pésima gestión. Si Podemos pretendía que la ciudadanía les exculpase de sus errores porque su populismo falsario lo justificaba todo, no podían estar más equivocados. Quizás sea Iglesias quien tenga que marcharse si quiere que quede algo en pie entre los escombros de Podemos.