Política, cuándo (y cuánto) hace falta
Lo que está de moda es la antipolítica. No sólo aquí, donde tiene el poder y todos los poderes, así que su voluntad manda sin frenos y genera reacciones adversas extremas, también en muchas otras partes, incluso en democracias consolidadas que imperfectas, porque perfecto no hay, pueden mostrar logros en calidad de vida social, económica e institucional. Al respecto, un indicador indiscutible: allá es donde todos quieren emigrar. No conozco pateras que viajen de Europa al África, ni balseros de Florida a Cuba, ni gente dispuesta a pagar coyotes o a correr riesgos indecibles para cruzar el Río Grande hacia el Sur.
¿Qué es la política? Temprano lo resolvió Aristóteles y lo recuerda Crick, como fruto lógico en los estados organizados que se reconocen como un agregado plural, no una sola tribu, religión, interés o tradición. Y la antipolítica ¿qué es? Pues una rebelión contra eso desde el simplismo, un rechazo a la complejidad propia de la diversidad, un empeño antinatural en desconocer la condición humana personal y social. Es por tanto intolerancia, imposición, unilaterialidad, división entre nosotros los buenos y ellos los malos. División interesada en los que la manipulan con base en ignorancia, temores y prejuicios. División ingenua en manipulados que ignoran tanto que creen haber descubierto la piedra filosofal.
Leo en estos días el recién publicado libro de Franklin Foer, escritor en The Atlantic y antiguo editor de The New Republic, dos de las más prestigiosas revistas norteamericanas. Aquella fundada en 1857 por Ralph Waldo Emerson y ésta en 1914, con firmas como Dewey, Orwell o Virginia Wolf. Catedrales del periodismo y del pensamiento que debería ser lo mismo. Se trata de The Last Politician (“El Último Político”) y analiza los primeros dos años de la presidencia de Biden. Cuando concluya su lectura, prometo contarles en detalle.
Empezando, refiere el rechazo del público al oficio político que viene en paquete con desechar sus prácticas. Ensaya una definición. “La política –dice- es el medio por el cual la sociedad media en sus diferencias de opinión, permitiendo la coexistencia pacífica. Es un ethos que requiere tolerancia hacia verdades en competencia y permite la posibilidad de un cambio social.” Al final, es un conjunto de reglas que bien cumplidas, garantizan que el que prevalezca no haga lo que le de la gana y arrase y el que no, acepte el resultado.
La crisis venezolana, larga, ancha, profunda, hace creer a muchos que nuestro problema es demasiada política. No estoy de acuerdo. Me parece que nuestro problema es demasiada antipolítica y muy poca política. 2024 y 2025 y como prólogo necesario de ambos este 2023 cuyo último trimestre está encima, necesitarán de mucha política y para que den resultados, reducir al mínimo las dosis de antipolítica. Porque la crisis venezolana no está para que un montón de sordos se caiga a discursos.
El 22 de octubre está prevista la Primaria. Puede que la antipolítica desde arriba la descarrile o que desde abajo o desde afuera la esterilice enmarañándola, una y otra posibilidad harían daño al país que necesita racionalidad en la búsqueda de soluciones. El botín de los “ganadores” sería uno muy devaluado y me parece, efímero.
Si el sabotaje a la Primaria triunfara, hará falta política para resolver la cuestión planteada por la responsabilidad principal de garantizar al ciudadano una opción de cambio.
Si la Primaria se da, también hará falta política, porque no es una eliminatoria a muerte. Al día siguiente, quien gane necesitará a todos y todas porque los representará. Puede ganar un candidato o candidata inhabilitado y sólo la política puede resolver el acertijo. Puede ganar un candidato o candidata que no haya sido objeto de esa medida abusiva, pero requerirá de capacidad política para administrar los imprevistos, empezando por su propia victoria, porque los imprevistos son materia prima abundante en la vida.
Hay quienes piensan que de las negociaciones ayudadas por Noruega puede salir la eliminación de las inhabilitaciones inconstitucionales y la devolución de los partidos a sus legítimos dirigentes. Lo dudo, pero si lo fuera –y ojalá que así sea- hará falta política para administrar esa realidad nueva y apuntar a lo principal que es el cambio. Pero si eso no ocurre el mundo no se habrá terminado ni la responsabilidad de los y las líderes tampoco. Y mientras mayor sea su respaldo popular, mayor su responsabilidad.
Para poder avanzar en el camino culebrero, resbaladizo, con derrumbes y sin señalización hasta la elección, cuando ésta sea, hará falta mucha política. Y si todo marcha sobre ruedas y sale perfectamente, pues ahí es cuando más falta hará la política, para cumplirle a este pueblo, a todo este pueblo y no solo a “los nuestros” que tiene derecho a la esperanza.