Derechos humanosDictaduraRelaciones internacionalesViolencia

¿Por qué Cuba no debe ser excluida de la lista de países terroristas?

El creciente ruido internacional para que el régimen de La Habana sea excluido de la lista de países terroristas del Gobierno de EEUU lo impulsa la izquierda, con cada vez más influencia política y control de los medios de comunicación.

Raúl Castro, Fidel Castro y Nicolás Maduro, 2016.
Raúl Castro, Fidel Castro y Nicolás Maduro, 2016. AP

 

Porque el Gobierno de Cuba practica el terrorismo, protege y apaña a cuanto terrorista «lucha» en el mundo contra la civilización y democracia liberal occidental. Es esa la respuesta a la pregunta del título.

Porque el partido político castrista gobernante en Cuba es el mismo de hace 70 años, que nació ya sembrando terror por toda la Isla, y que al asaltar el poder lo convirtió en terrorismo de Estado. Y continuó con su vocación incendiaria, ya no solo en Cuba, sino allende los mares, incluso en EEUU.

Esa vocación «revolucionaria» tuvo su génesis en el ADN gangsteril de Fidel Castro, quien irrumpió en la escena política pistola en mano baleando a rivales políticos en La Habana, algunos de ellos por la espalda. Si con el dinero de su padre, Ángel Castro, no se hubiera sobornado a un juez, Fidel Hipólito habría sido condenado a muchos años de cárcel en el juicio en el que compareció acusado de asesinar a Oscar Fernández Caralt, sargento de la policía universitaria, que poco antes de morir dijo que fue Fidel quien le disparó. Y así lo publicó el periódico El Crisol.

El creciente ruido internacional para que el régimen de La Habana sea excluido de la lista de países terroristas del Gobierno de EEUU (en compañía de Corea del Norte, Irán y Siria) lo impulsa la izquierda, con cada vez más influencia política y control de los medios de comunicación, universidades, instituciones académicas, sociales, etc. Tal y como lo soñó Antonio Gramsci, fundador del Partido Comunista de Italia.

Sí, esa izquierda es gramscista. Ha llegado al poder en procesos electorales «burgueses», y no a tiros como propugnaban Marx y Lenin. Pero por razones político-ideológicas no admite el carácter terrorista del castrismo, y encima le rinde pleitesía.

De esa lista fue sacada Cuba en 2015 por Barack Obama, cuando Raúl Castro lo puso como condición para establecer las relaciones bilaterales. Fue devuelta en enero de 2021 por Donald Trump a ese Club del Terror, del que nunca debió salir desde que Ronald Reagan allí la puso en 1982.

Incluso la reciente XXVIII Cumbre Iberoamericana, evidenciando el dominio izquierdoso en Latinoamérica y España, desde Santo Domingo hizo la solicitud. También lo hizo el Consejo Mundial de Iglesias (el mayor del mundo) a pedido de la Iglesia Presbiteriana de Cuba, con el apoyo de EEUU, Canadá y Colombia.

En EEUU, donde la inteligencia castrista se mueve cómodamente, senadores, congresistas, empresarios, granjeros, académicos, artistas, activistas sociales y medios de prensa, reiteradamente piden lo mismo.

Y hay en todo esto un argumento muy hábil: si hace muchas décadas el régimen castrista cometió «excesos revolucionarios de violencia», eso es ya cosa del pasado, es historia antigua.

Falso. Nada de eso. Ese partido político único que hoy gobierna Cuba es el mismísimo creado por Fidel Castro en 1953, al que nombró Movimiento 26 de Julio (M-26-7). El propio ataque al Moncada fue ya terrorista. Los asaltantes se disfrazaron de soldados batistianos, y sorprendieron en calzoncillos mientras dormían a los militares del cuartel, mucho de ellos borrachos luego de divertirse en el carnaval santiaguero.

En estos 70 años transcurridos ese partido monopólico ha estado todo el tiempo mangoneado a capricho por dos hermanos. Uno de ellos murió de viejo a los 90 años, y el otro sigue al mando, ahora desde las sombras con el paripé de un «retiro» en el que nadie cree, con sus casi 92 años (los cumplirá en junio próximo).

Las bombas del M-26-7

Como M-26-7 ese partido castrista hacía explotar bombas que mataban a inocentes, y asesinaba a tiros en las calles. El cargo principal en las células clandestinas más terrorista no podía ser: jefe de Acción y Sabotaje.

Las bombas explotaban, no en instalaciones militares, sino en tiendas, cines, cabarets, night clubs, parques, estaciones de trenes y de ómnibus, fábricas. La consigna partidista de las «Tres C» era químicamente pura terrorista: «Cero Cine, Cero Compras, Cero Cabaret». En una sola noche en La Habana, 8 de noviembre de 1957, explotaron 100 bombas.

El padre de un barbero cabo del Ejército, Dionisio Goulet, llamado Antonio, murió destrozado por una bomba en su casa en Santiago de Cuba. En Miramar, el cocinero en una residencia murió por una bomba colocada en esa casa. En el cabaret Tropicana una bomba fidelista arrancó de cuajo un brazo a una adolescente de 17 años.

Agustín Gómez Lubián murió cuando iba a lanzar una bomba que habría matado a archiveras y lectores en una biblioteca en Santa Clara, y Urselia Díaz Báez murió cuando iba a poner una bomba en un baño en el Teatro América de La Habana, repleto de público.

Nunca podré olvidar la noche de julio de 1958 en la que fui testigo de cómo una bomba colocada en el Parque Martí, de Ciego de Ávila, un sábado por la noche, mató a tres avileños, e hirió a seis. La bomba era para asesinar a Andrés Rivero Agüero, candidato batistiano a la Presidencia, de visita en la ciudad. Pero el terrorista del M-26-7 se acobardó y no la puso en el hotel Santiago-Habana, sino debajo de un banco en la plaza más concurrida de la ciudad.

Finalmente, Batista, presionado por Washington, huyó del país. Y los Castro, luego de desplazar a las otras organizaciones que también se enfrentaron a la dictadura ya derrocada, con su partido monopolizaron el poder político y militar, e hicieron correr ríos de sangre ante los pelotones de fusilamiento.

El partido castrista en 1961 pasó a llamarse Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI); en 1963, Partido Unido de la Revolución Socialista (PURSC) y, finalmente, Partido Comunista de Cuba, desde 1975.

Desde los años 60 y 70 el comandante Manuel Piñeiro, alias Barbarroja, y personalmente Fidel Castro, se encargaron de infectar a América Latina con terrorismo urbano y rural.

Y también lo hicieron en el «imperio». En 1962 los espías cubanos Elsa Montera y José Gómez Abad, de la Misión de Cuba en la ONU, fueron sorprendidos por el FBI cuando iban a detonar 500 kilogramos de explosivos dentro de las icónicas tiendas neoyorquinas Macy’s y Bloomingdale, y en la Estación Central Ferroviaria de Manhattan. Y  probablemente Fidel Castro tuvo que ver en el asesinato de John F. Kennedy.

El Gobierno cubano de hoy es el más terrorista habido en América

El partido único hoy en el poder desde 1959 se ha dedicado a dirigir, financiar y entrenar, incluso en Cuba, a grupos terroristas y saboteadores que en América Latina han asaltado bancos, incendiado fábricas y tiendas, estaciones de trenes, han asesinado a militares y políticos. Ahora mismo Cuba dirige el aparato de torturas y terrorismo en Venezuela que ha costado la vida a miles de venezolanos. Muchos torturados identifican como cubanos a sus torturadores por el acento al hablar.

Ha asesinado a 7.899 cubanos opositores políticos. Fusilados, o asesinados extrajudicialmente, o que han muerto por causas atribuibles a la dictadura, según el último informe de 2019 de Archivo Cuba. O sea, el partido que hoy gobierna Cuba ha matado a 4.834 personas más que Pinochet, quien mató a 3.065 opositores, según cifras oficiales.

Hoy el castrismo está detrás de las incendiarias protestas en Latinoamérica para desestabilizar gobiernos democráticos, como ocurre ahora en Ecuador, donde el presidente electo está a punto de ser destituido para facilitar que el corrupto Rafael Correa vuelva al poder. Y antes incendiaron las calles en Chile, Colombia, Perú y Bolivia.

Cuba ha sido, y es, refugio de terroristas de todas partes, incluyendo a los máximos jefes del ELN de Colombia, la narcoguerrillera terrorista que sigue asesinando y sembrando el terror en la nación, ahora presidida por el otrora terrorista Gustavo Petro.

Ah, y el horrible crimen del remolcador 13 de Marzo está grabado para siempre en la conciencia nacional cubana. Y sigue impune.

Conclusión: Lo que por justicia elemental se debe pedir en todo el mundo es que el castrismo no salga nunca de esa lista de terroristas, y que Raúl Castro y sus cómplices sean juzgados en la Corte Internacional de Justicia de la ONU por crímenes contra la humanidad.

Basta ya de congraciarse con la peor tiranía en la historia de América.

 

 

Botón volver arriba