Por qué el populismo está en retirada en América Latina
Cuando los latinoamericanos contemplan a Donald Trump, muchos piensan que ya han conocido a alguien similar. Hace sólo unos pocos años los nacionalistas populistas ejercían influencia sobre la política de la región, desde Hugo Chávez en Venezuela (en la foto), a Cristina Fernández en Argentina y Rafael Correa en Ecuador. Ahora Chávez está muerto y Venezuela está en crisis; Fernández está fuera del poder y se enfrenta a cargos de corrupción que la pueden llevar a la cárcel; Correa ha optado por no presentarse a un cuarto mandato el próximo año. El boliviano Evo Morales, que tiene tendencias populistas, fue derrotado en un referéndum celebrado este año que podría haberle permitido permanecer en el poder hasta 2025. A pesar de que el populismo está en aumento en Europa y Estados Unidos, está en retirada en América Latina. ¿Por qué?
Los caudillos populistas-nacionalistas han sido una característica de la política de la región desde que el argentino Juan Domingo Perón llegó al poder en la década de 1940. Algunos han sido nominalmente de izquierda, otros de derecha. Todos se hacían pasar por salvadores del «pueblo» y atacaban a «la oligarquía» o «el imperialismo», en términos análogos a las insurgencias políticas de Trump y de Nigel Farage, del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), contra el «establishment«. Tendían a ignorar los controles y contrapesos en sus gobiernos, y a borrar la distinción entre el líder, el partido, el gobierno y el Estado. Su aparición se debió en buena medida a la extrema desigualdad del ingreso y la riqueza, al igual que el populismo en las democracias ricas ha sido estimulado por un aumento en la desigualdad de ingresos. En una región donde los sindicatos han sido relativamente débiles, el populismo surgió como una vía por la que las crecientes masas urbanas fueron llevadas a la política. Para mantener su vínculo con «el pueblo«, los populistas a menudo eran derrochadores. A medida que la inflación erosionaba los aumentos salariales, hicieron poco o nada para reducir la desigualdad de ingresos en el largo plazo.
La reaparición del populismo en América Latina en la década de 2000 se debió en buena medida al estancamiento económico y a la crisis financiera que afectó a la región a finales de 1990. Chávez y los suyos fueron extraordinariamente afortunados de estar en el gobierno en el momento del gran auge de las materias primas, impulsado por la industrialización de China. Con grandes ingresos para distribuir, fueron gobiernos muy populares. Ahora el dinero se ha agotado. A medida que la economía de China se desacelera y reequilibra hacia el consumo, América Latina está sufriendo su sexto año consecutivo de desaceleración económica. Debido a la irresponsabilidad fiscal de sus líderes populistas, Venezuela, Argentina y Ecuador están en recesión. En varios países, la corrupción ha incrementado el deseo de cambio político.
Después de un largo período de dominio de la izquierda – tanto populista como socialdemócrata – en América del Sur, el péndulo ha oscilado de vuelta al centro-derecha. Los nuevos gobiernos de Argentina, Brasil y Perú, por ejemplo, están muy interesados en estrechar los lazos económicos con los Estados Unidos. Para América Latina, la victoria de Trump no podría haber llegado en peor momento, al menos si se implementa su promesa de retirarse de los acuerdos comerciales y de imponer aranceles proteccionistas. El populismo no ha desaparecido por completo de América Latina. Las posibilidades de que Andrés Manuel López Obrador, un veterano populista, gane las elecciones presidenciales de México en 2018 pueden aumentar si Trump rompe el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y construye el muro prometido a lo largo de la frontera. Sin embargo, en muchos países el populismo está en decadencia. Los demócratas liberales tienen la oportunidad de mantener esa situación, pero sólo si hacen el gran esfuerzo de aumentar la productividad y la competitividad que se necesitan para restaurar un rápido crecimiento económico y mantener el progreso social.
Traducción: Marcos Villasmil
NOTA ORIGINAL:
The Economist
The Economist explains
Why populism is in retreat across Latin America
WHEN Latin Americans contemplate Donald Trump many think they have seen his like before. Only a few years ago populist nationalists exercised voluble sway over the region’s politics, from Venezuela’s Hugo Chávez (pictured) to Cristina Fernández in Argentina and Rafael Correa in Ecuador. Now Chávez is dead, Venezuela is in crisis; Ms Fernández is out of power and faces corruption charges that may land her in jail; Mr Correa has opted not to run for a fourth term next year. Bolivia’s Evo Morales, who has populist tendencies, was defeated in a referendum this year that might have allowed him to remain in power until 2025. Even as populism is on the rise in Europe and the United States, it is in remission in Latin America. Why?
Populist-nationalist strongmen have been a feature of the region’s politics since Argentina’s Juan Domingo Perón first came to power in the 1940s. Some have been nominally of the left, others of the right. All posed as saviours of “the people” and railed against “the oligarchy” or “imperialism”, in terms analogous to the political insurgencies of Mr Trump and Nigel Farage of Britain’s UK Independence Party against the “establishment”. They tended to ignore checks and balances on their rule, and to blur the distinction between leader, party, government and state. Their emergence owed much to Latin America’s extreme inequality of income and wealth, just as populism in the rich democracies has been stimulated by a rise in income inequality. In a region where labour unions were relatively weak, populism emerged as a route by which the swelling urban masses were brought into politics. To maintain their bond with “the people”, populists were often spendthrift. As inflation eroded wage increases, they did little or nothing to reduce income inequality in the long run.
The resurgence of populism in Latin America in the 2000s owed much to the economic stagnation and financial crises that hit the region in the late 1990s. Chávez and his ilk were extraordinarily fortunate to be in office just as the great commodity boom driven by China’s industrialisation took off. With plenty of revenues to distribute, they were popular. Now the money has run out. As China’s economy slows and rebalances towards consumption, Latin America is suffering its sixth successive year of economic deceleration. Because of the fiscal irresponsibility of their populist leaders, Venezuela, Argentina and Ecuador are all in recession. In several countries corruption has added to the desire for political change.
After a long period of domination by the left, both populist and social democratic, in South America, the pendulum has swung back to the centre-right. New governments in Argentina, Brazil and Peru, for example, are keen on closer economic ties with the United States. For Latin America, the timing of Mr Trump’s victory could not be worse—at least if he implements his promise to retreat from trade agreements and impose protective tariffs. Populism has not disappeared altogether from Latin America. The chances of Andrés Manuel López Obrador, a veteran populist, in Mexico’s presidential election in 2018 may improve if Mr Trump tears up the North American Free Trade Agreement and builds his promised wall along the border. But in many countries populism is on the wane. Liberal democrats have a chance of keeping it that way, but only if they do the hard work of boosting productivity and competitiveness that is needed to restore faster economic growth and maintain social progress.