PolíticaRelaciones internacionalesViolencia

¿Por qué la guerra extendida?

¿Hasta dónde se extiende el frente? 

En Europa, todas las miradas están puestas en Moldavia. Dentro de cinco días se celebrará en Chișinău la segunda cumbre de la Comunidad Política Europea, a pocos kilómetros de los combates en Ucrania. Con este motivo, el Grand Continent se reunió con la Presidenta de Moldavia, Maia Sandu, que nos habló largo y tendido sobre la situación actual de su país, sus esperanzas para el futuro y el papel que Europa debe desempeñar para ella. Leyéndola, comprendemos que una guerra no se limita al campo de batalla, sino que abre líneas de fractura. Como continuación de la magnífica entrevista que Kaja Kallas nos concedió, esta conversación sigue estableciendo las coordenadas de un frente europeo que ha dado un vuelco en el último año –aunque hubiera empezado a tomar forma en las dos últimas décadas–.

Atrapada entre Rumanía y Ucrania, enfrentada desde hace tres décadas a una república separatista prorrusa, Transdniéster, la situación de Moldavia es, cuando menos, precaria. Le guste o no, Moldavia es un actor más en el conflicto que se recrudeció el pasado invierno cuando Vladimir Putin decidió invadir Ucrania. En estas circunstancias, Moldavia necesita encontrar apoyos si quiere asegurar su futuro geopolítico. Maia Sandu está decidida a anclar su país a la Unión Europea. Para ello, insiste en que la estabilidad de Moldavia no es sólo asunto de los moldavos, sino también de los europeos: «Imaginemos por un momento cómo Rusia utilizaría a Moldavia contra Ucrania si fuera inestable. Moldavia puede ser pequeña, pero estamos comprometidos con la estabilidad, queremos participar y ya formamos parte del cinturón de seguridad europeo».

Este acercamiento está tomando varias formas. En primer lugar, Moldavia se ha comprometido a aumentar su independencia energética con respecto a Rusia. Como señala Maia Sandu: «Hoy, por primera vez desde su independencia, Moldavia –con excepción de la región de Transnistria– ya no consume gas ruso». Es un paso colosal. Luego, por supuesto, está su solicitud de adhesión a la Unión Europea, presentada el 3 de marzo de 2022, pocos días después del inicio de la invasión rusa de Ucrania. Apoyado activamente por la mayoría de los países que componen la parte oriental de la Unión, este proceso no es más que un ejemplo de las numerosas recomposiciones provocadas por la guerra de Vladimir Putin, que ha logrado la proeza de consolidar el atractivo de la Unión al tiempo que pretendía demostrar su debilidad. Las palabras de la Presidenta moldava expresan claramente esa realidad del poder ruso, que no cesa, con su violencia y brutalidad, de reforzar a los enemigos que dice temer. «Después de ver lo que Rusia ha hecho en Ucrania», dice la Presidenta moldava, «¿cómo podemos creer que Rusia respetará la neutralidad de nuestro país?».

Pero si se ha iniciado el procedimiento de adhesión, Maia Sandu pide a la Unión que inicie las negociaciones de adhesión lo antes posible. Si espera demasiado, la Unión corre el riesgo de perder el favor del que goza hoy en día en la opinión moldava, en un momento en que necesita impulsar la consolidación de su frente oriental.

En resumen, la guerra se extiende por Europa. La cuestión es hasta dónde.

¿Por qué hablar de «guerra extendida»?

Al fin y al cabo, hoy está más localizada que nunca. Tras dos décadas oyendo hablar de la guerra contra el terrorismo o, más recientemente, de la guerra contra el virus, Ucrania nos ofrece un ejemplo de conflicto encarnado, materializado por un frente en el que chocan dos beligerantes: si Rusia tiene más hombres que sacrificar que su adversario –cosa que no deja de hacer–, la guerra actual no tiene nada de asimétrica. Peor aún, las imágenes de trincheras y batallas urbanas evocan recuerdos de las guerras de desgaste que devastaron Europa en la primera parte del siglo XX. Y sin embargo, aunque el epicentro del conflicto está en Ucrania, sigue extendiéndose, como trata de cartografiar el nuevo volumen en papel del Grand Continent, publicado el jueves por Gallimard. No se pierda la velada especial de presentación de este nuevo número, este martes en la École normale supérieure a las 19.30 horas en París.

 

Fractures de la guerre étendue - De l'Ukraine au... de Le Grand Continent - Grand Format - Livre - Decitre

 

A escala mundial, la agresión rusa ha puesto de relieve dos cosas. Por un lado, aparte de Europa, Estados Unidos y sus escasos aliados asiáticos, el resto del mundo se preocupa poco por la suerte de Ucrania, prefiriendo señalar –algunos en voz alta, otros en voz baja– la hipocresía de los occidentales, siempre dispuestos a condenar el uso de la fuerza cuando no procede de ellos. El no alineamiento es más seductor que nunca. Por otra parte, el apoyo masivo que norteamericanos y europeos han prestado a Ucrania pone de manifiesto su capacidad de reacción. Este conflicto también forma parte de la peligrosísima lucha global que se ha desarrollado entre Estados Unidos y China. La capacidad de estas dos superpotencias para movilizar estratégicamente sus industrias es uno de los aspectos más decisivos de la nueva era: estos dos modelos de capitalismo político ya han entrado en guerra.

La guerra extendida está reorganizando nuestras vidas al alterar el equilibrio mundial. Para comprender este nuevo orden, necesitamos multiplicar nuestras perspectivas.

Es lo que se propone este libro, en la línea de los trabajos que se publican a diario en nuestras páginas. ¿Cuál es la posición de Europa en este nuevo mundo? ¿Puede simplemente volver a ser protagonista en un orden que parece definirse por las luchas de poder? ¿Qué doctrinas son necesarias para captar las nuevas coordenadas de esta confrontación? ¿Qué estrategia industrial debe adoptar Estados Unidos, dado que teme tener que luchar en dos frentes –en Europa y en Asia–? ¿Qué tipo de confrontación habrá en los nuevos espacios creados por la revolución digital, dado que la hiperguerra no se detendrá a las puertas del metaverso y tratará de superar los límites de la inteligencia artificial? ¿Qué lugar ocupará la ecología en Europa y en el resto del mundo, cuando la agenda mundial estará cada vez más dominada por los conflictos de poder?

Las preguntas que plantea este volumen son infinitas. Hay que leerlo (y, por tanto, pedirlo) para captar todo su profusión. Pero, en última instancia, todas estas preguntas convergen en una dirección: ¿cómo nos está transformando la guerra extendida? Esta es la pregunta que plantea Bruno Latour, que concluye este volumen con la esperanza de que el suelo europeo transformado sea lo suficientemente fértil como para permitir el surgimiento, por fin, de una nación ecológica europea. También es la pregunta que recorre un artículo lleno de sutileza de Giovanni Orsina, que muestra cómo esta nueva conflictividad está en vías de transformar el equilibrio de poder político entre populismos y tecnocracias que ha definido a Europa durante las dos últimas décadas: «la marea populista no retrocede porque desaparezca, sino porque entra en las instituciones para afianzarse».

El trabajo de la guerra extendida está en marcha. Ya ha empezado a transformarnos. Lo sentimos, lo sabemos.

¿Qué estrategia para Europa?

Desde hace algún tiempo, el continente da la impresión de salir de un largo letargo geopolítico, fruto de aquell euro-aburrimiento tan acertadamente criticado por Giuliano da Empoli. Demasiado acostumbrados a la paz, cuyos beneficios ya no veíamos realmente, ya no éramos capaces de pensar la guerra y, más en general, la confrontación geopolítica. Aunque la agitación actual no debe llevar a Europa a abandonar la singularidad de un modelo que busca pacificar mediante el intercambio y el contacto, debe definir su doctrina estratégica para nuestros años Veinte. Es en esta peligrosa cresta donde Josep Borrell pretende evolucionar.

En una importante entrevista que nos concedió esta semana, el Alto Representante de la Unión trata de definir la estrategia de Europa hacia China en un momento en que la invasión rusa de Ucrania ha marcado una nueva etapa en la escalada de tensiones en el enfrentamiento sino-estadounidense. El objetivo explícito no es simplemente seguir la doctrina estadounidense, definida por Jake Sullivan –que deberían leer y que también encontrarán en Fractures de la guerre étendue–. En este terreno, la Unión aspira a ser algo más que un simple aliado de Estados Unidos. El objetivo de Borrell es, por tanto, demostrar que las opciones geopolíticas de Europa están en consonancia con los valores de la Unión:

«Nuestra Unión Europea, yo lo creo, es una fuerza de paz y progreso compartido. no tiene intención de bloquear el aumento de poder de los países emergentes a medida que se desarrolla. No queremos frustrar su emergencia, pero debemos asegurarnos de que su ascenso no perjudique nuestros intereses, amenace nuestros valores o ponga en peligro el orden internacional basado en reglas.»

Para intentar resolver esta paradoja, Borrell quiere utilizar tres pilares para redefinir la relación sino-europea: los valores, la seguridad económica y la seguridad estratégica. En realidad, los tres están estrechamente vinculados, como ilustra la situación de Taiwán: «En lo que respecta a Taiwán, la posición de la Unión sigue siendo coherente y se basa en su política de una sola China. Sin embargo, la situación en el estrecho de Taiwán es importante para la Unión, que la sigue muy de cerca, porque es estratégica para el comercio y, en particular, para el comercio europeo». En resumen, en el discurso europeo, la estrategia es inseparable de los intereses comerciales de los Veintisiete. Tanto más cuanto que los desacuerdos entre China y Europa están en parte ligados al antagonismo de sus doctrinas económicas: «Las relaciones Unión Europea-China también están desequilibradas porque el piloto del avión en China no es el mercado sino el Estado». En un momento en que el capitalismo político estadounidense y chino han tomado el relevo, esta afirmación suena a expresión de la singularidad europea.

¿Será suficiente para existir en un mundo definido por la guerra extendida?

 

 

 

Botón volver arriba