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¿Por qué la literatura colombiana no ha vuelto a ganar un Premio Nobel?

Desde que García Márquez fue laureado con el Nobel de literatura hace cuatro décadas, América Latina sólo ha tenido dos nobeles más, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa. ¿Puede algún colombiano volver a ganar este importante galardón?

¿Por qué la literatura colombiana no ha obtenido otro Premio Nobel? ¿Qué tan lejos o qué tan cerca estamos de lograrlo?

Antes de ensayar una respuesta a tales preguntas, reconstruyamos cuál fue la situación de excepción que permitió que hace 40 años, por primera vez en la historia, un escritor colombiano recibiera el prestigioso galardón de la Academia Sueca.

Desde luego, todo empezó en 1967, cuando Gabriel García Márquez, un autor casi desconocido fuera de su país, publicó una novela que tuvo de inmediato un impresionante éxito de crítica y de ventas en América Latina y en España, primero, y después en Estados Unidos y Europa: Cien años de soledad. Para Colombia, que hasta entonces había dado sólo unos tres o cuatro autores reconocidos en Hispanoamérica (Jorge Isaacs, José Eustasio Rivera, Germán Arciniegas y pare de contar), fue un fenómeno insólito. Por primera vez contábamos con una figura que se codeaba con lo mejor de las letras del mundo occidental.

La prodigiosa novela ganó muy pronto varias distinciones internacionales, como el Premio Chianciano en Italia y el Premio al Mejor Libro Extranjero en Francia (ambos en 1969), así como el Premio Internacional Neustadt de Literatura en Estados Unidos y el Rómulo Gallegos en Venezuela (ambos en 1972).

Con Cien años de soledad, además, García Márquez se integró a la primera fila de un movimiento que por entonces era objeto de una singular atención global: el boom de la narrativa latinoamericana. Baste decir que, en 1976, cuando la Feria del Libro de Fráncfort, la más importante del mundo, estableció que, a partir de aquel año, el certamen tendría en cada edición un invitado de honor o un foco de interés especial, el primer “invitado de honor” fue la literatura latinoamericana, de la que García Márquez era ya una de las mayores figuras visibles, junto con Borges, Vargas Llosa, Cortázar y Carlos Fuentes.

Ya a finales de la década de 1970, el nombre de Gabriel García Márquez empezó sonar con una recurrencia creciente como firme candidato al máximo trofeo universal del arte literario.

A lo anterior hay que añadir que Cien años de soledad se publicó en Suecia en 1970 (traducida por la eminente Karin Alin, de quien se editó también allí en 1971 su versión de El coronel no tiene quien le escriba) y que su siguiente novela, El otoño del patriarca, se publicó asimismo en el país del Premio Nobel tan sólo un año después de su aparición en español: en 1976. Pero no sólo eso: el reconocido escritor Artur Lundkvist, hipanista y miembro de la Academia Sueca desde 1968, era un entusiasta de la obra de García Márquez, sobre la cual había empezado a escribir elogiosos trabajos críticos incluso antes de su traducción al sueco.

De modo que, ya a finales de la década de 1970, el nombre del colombiano empezó sonar con una recurrencia creciente como firme candidato al máximo trofeo universal del arte literario. Nadie, pues, se sorprendió cuando la mañana del 21 de octubre de 1982 se anunció oficialmente desde Estocolmo que él era el nuevo ganador del Premio Nobel de Literatura.

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Por estos días, cuando Colombia celebra el 40.º aniversario de ese gran triunfo, surge una pregunta: ¿por qué, en el lapso de estos cuatro decenios, no hemos sido capaces de ganarnos otro Nobel de Literatura? Ello puede tener varias explicaciones.

La primera se basa en esta consideración: de los 119 escritores galardonados hasta 2022 con el Premio, sólo seis corresponden a América Latina (¡apenas un infinitesimal 5 %!), y ninguno de los seis países de los que éstos son nativos lo ha obtenido una segunda vez, salvo Chile. Además, desde que García Márquez fue laureado, América Latina –que los suecos perciben como una sola nación– sólo ha tenido dos nobeles más, Octavio Paz y Vargas Llosa, coronados en 1990 y 2010, respectivamente. ¿Pudo algún colombiano merecer el Premio en lugar de ellos?

Pero una forma más directa de intentar explicar la cuestión es determinar qué otros autores “nobelables” hemos tenido o tenemos después de García Márquez. Para ello, como base de referencia, propondré una lista conformada por los autores que, además de ser destacados en Colombia, han gozado o gozan de (alguna) notoriedad en el exterior. La dividiré en dos grupos: los autores fallecidos –que ya perdieron su oportunidad– y los autores vivos:

  1. Eduardo Caballero Calderón, Manuel Zapata Olivella, Manuel Mejía Vallejo, Héctor Rojas Herazo, Pedro Gómez Valderrama, Álvaro Mutis, Germán Espinosa y Rafael H. Moreno-Durán.
  2. Fernando Vallejo, Laura Restrepo, Tomás González, William Ospina, Hector Abad Faciolince, Santiago Gamboa, Evelio José Rosero, Jorge Franco, Pilar Quintana, Juan Gabriel Vásquez y Carolina Sanín.

En la lista no hay ningún poeta, lo que se debe a que ninguno de nuestros grandes poetas que hayan estado vivos después de 1982, o que lo estén todavía, ha alcanzado verdadera trascendencia fuera de las fronteras de nuestra lengua. Tampoco figuran nombres que sólo póstumamente han ampliado su reconocimiento, como puede ser el caso de Marvel Moreno (1939-1995).

Es preciso saber que para ganar el Nobel de Literatura hay que ser nominado por instituciones y personas calificadas que son expresamente invitadas a hacerlo por el Comité Nobel de Literatura, el cual somete a una criba las postulaciones recibidas hasta reducirlas a cinco finalistas que presenta a la consideración de la Academia Sueca. Los 18 miembros de la Academia Sueca, tras leer las obras de los finalistas, eligen al ganador, que ha debido ser finalista por lo menos en una ocasión anterior. En ese largo proceso hay dos factores clave: por una parte, la evaluación que hace el Comité, en la que pesa la trayectoria de prestigio –y no necesariamente de éxito entre el público– de los candidatos, y por otra, la existencia de traducciones al inglés y al sueco de sus obras.

 

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Gabo en primera página de los principales periódicos colombianos el 21 de octubre de 1982.

 

Pues bien, teniendo en cuenta lo anterior, en el primer grupo sólo tuvimos, de lejos, un solo “nobelable”: Álvaro Mutis. Mucho antes de 2013 (año de su muerte), su obra estaba traducida a 15 idiomas, incluido el sueco. Además, había obtenido premios internacionales de gran reputación: en Italia, en España (incluido el Cervantes, considerado el Nobel en español) y en Estados Unidos (incluido el Neustadt, en 2002, el mismo ganado por García Márquez en 1972). Digámoslo así: si no ganamos de nuevo con él la magna distinción de la Academia Sueca, va a ser mucho más difícil ganarla con otro autor.

Pero examinemos las opciones del grupo de los autores vivos. Hay que ser claros: ninguno está todavía en la carrera por los 10 millones de coronas suecas. Es decir, ninguno ha estado en la lista de finalistas que selecciona el Comité Nobel de Literatura. De haber sido así, pese al hermetismo que caracteriza a Estocolmo, el dato ya habría trascendido, pues las casas de apuestas, así como diversas organizaciones y personalidades literarias –que tienen acceso a información privilegiada–, dan a conocer año tras año los nombres de los más opcionados al galardón.

En conclusión, no parece probable que Colombia esté cerca de ver aclamado a otro de sus escritores en la Konserthuset de la capital sueca. Sin embargo, puede que no se trate de un camino completamente cerrado: autores muy activos como Laura Restrepo, Gamboa, Abad Faciolince, Pilar Quintana y Vásquez son bastante editados y traducidos en Europa. Y los criterios de valoración de los académicos suecos son, no pocas veces, tan misteriosos como imprevisibles.

Así que a lo mejor, quién sabe, quizás…

 

 

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