¿Por qué la megalomanía de Trump empieza a resultar tan siniestra?
En sus últimas apariciones públicas, el expresidente se compara a sí mismo con el notorio gánster Al Capone
Con el hiperbólico sentido de su propia importancia que le caracteriza, Donald Trump nunca ha sido tímido en sus comparaciones. Sin dudar en esquivar su profunda banalidad equiparándose a Jesucristo, George Washington, Mandela, Lincoln, Elvis, Reagan, la Mona Lisa, Churchill y hasta la Madre Teresa de Calcuta en el reciente juicio que le ha convertido en un criminal convicto.
Toda esta sobredosis de ditirambo mesiánico habría llegado a un punto especialmente siniestro. En sus últimas apariciones públicas, Trump se compara a sí mismo con el notorio gánster Al Capone. «Era muy duro, ¿verdad?», suele repetir en sus mítines. Pero «él sólo fue acusado una vez; yo he sido acusado cuatro veces» (en referencia a sus cuatro procesos penales en curso aunque el mafioso conocido como Scarface se enfrentó al menos a seis juicios).
Con este repetido símil, Trump no solo se presenta como víctima de la madre de todos los ‘lawfare’ sino que presume de ser más duro que Al Capone, incluso de tener más abogados. Para un país con riesgo de que sus altos niveles de violencia se desborden a la política, no deja de sorprender que a un candidato a la Casa Blanca se le caiga la baba con ‘Scarface’: «Si le mirabas mal», brama Trump, «te volaba los sesos».
Estas connotaciones mafiosas, trufadas de exigencias de lealtad, se corresponderían con la tercera temporada del ‘show’ de Trump. En 2016, el rival de Hillary encarnaba al hombre de negocios que aspiraba a escandalizar, entretener y redefinir la política de EEUU. En 2020, Trump se convirtió en el hombre fuerte del nacional-populismo, tratando de aferrarse al poder. En 2024, Trump se interpreta como heredero de Al Capone, asediado por la Justicia, acusado de innumerables delitos, pero sobreviviendo y avanzando en las encuestas, con un aire de macho invencible.
No por casualidad, su primera aparición pública tras el veredicto de culpabilidad ha sido ante 16.000 admiradores en un torneo de artes marciales mixtas celebrado en New Jersey. La lona del tongo bañada de testosterona es su mejor escenario.