Por qué no voy a votar a Sánchez
«Sánchez no sabe gobernar acatando las reglas democráticas. Es un tipo peligroso. Para decidir mi voto no me hizo falta el desgraciado debate. Lo tenía muy claro»
Simple y llanamente: no me gustó el debate entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. No me gustó nada de nada. Al día siguiente fue calificado de «bronco» por todos los periódicos. Era el término más preciso, quizás también el más suave, para describirlo: una palabra que suele aplicarse a los más zafios combates de boxeo.
En efecto, aquella alargada mesa que les separaba hizo las veces de ring. Los contendientes se interrumpían constantemente armando un barullo de patio de escuela que hacía difícil comprender lo que estaban diciendo. Aunque tampoco tenía interés: ni argumentaban sus respuestas sobre los temas que supuestamente trataban, ni se debatían las principales preocupaciones de los españoles, ni se trataba la compleja encrucijada europea y mundial en que nos encontramos. Todo era de un nivel bajo, muy bajo.
Faltaba perspectiva de futuro, faltaba también conocimiento del pasado para saber cómo se debe enfocar este futuro. Faltaba calidad, sobraba frivolidad, todo parecía reducirse a tácticas baratas, a seguir las consignas de los llamados expertos en comunicación política. Faltó incluso sentido común. No nos merecemos estos políticos. O quizás sí: en el fondo el debate fue un reflejo de la forma de discutir de política en muchos de los medios de comunicación españoles, de la mañana, de la tarde y de la noche.
Al día siguiente los periódicos dieron como vencedor a Feijóo, prácticamente por unanimidad, hasta El País lo admitía sin tapujos. Seguía el criterio de considerar el debate como un combate de boxeo: el vencedor y el vencido. Démoslo por bueno ante tanta unanimidad, el debate fue pésimo, el vencedor fue claro. Pero debo decir que mi voto no se verá influido por este debate: ya estaba decidido de antemano, estaba muy pensado desde hace años, exactamente desde la moción de censura a Rajoy en 2018.
«En un Estado de derecho no todo vale y en estos cinco años de Sánchez se han desbordado todos los límites»
Nunca votaré a un partido socialista encabezado por un líder que se alía con populistas y nacionalistas con el simple objetivo de alcanzar el poder. Nunca. Entiendo que las reglas democráticas prescriben otra cosa y antes que socialista soy demócrata, respeto la Constitución, tanto su letra como su espíritu, también el resto del ordenamiento jurídico. Es mi principal identidad política: la democracia es un valor cuyo objetivo es garantizar la libertad y la igualdad, pero está sometida a reglas, a normas, quien se las salta sin manías no merece mi respeto, ni por supuesto nunca obtendrá mi voto.
En un Estado de derecho no todo vale y en estos cinco años de gobiernos Sánchez se han desbordado todos los límites, se ha desfigurado nuestra democracia. Así lo recogemos en un pequeño libro titulado España. Democracia menguante, un grupo de profesores del Colegio Libre de Eméritos coordinados por el profesor Manuel Aragón, una indiscutible autoridad en la materia. Ha salido al mercado hace unos meses y en él se exponen con sencillez algunos de los aspectos más graves de esta peligrosa deriva institucional. Naturalmente, las ideas que ahí se exponen son discutibles pero en todo caso están argumentadas, bien o mal, pero listas para el debate.
No me influyó para nada el pobre debate del lunes, como les decía. Estaba preparado para saber a quién no debía votar. He seguido semana a semana, dando cuenta de ello en El País, después en El Confidencial y ahora en THE OBJECTIVE la trayectoria de los gobiernos presididos por Sánchez y nunca he tenido dudas de que nos estábamos deslizando por una pendiente peligrosa. Nunca llamaré a Sánchez Antonio, ni diré lo de «que te vote Txapote», ni haré alusión al supuesto contenido de su móvil. Son formas zafias de no hablar de algo mucho más importante, de su realidad como líder político que evita cualquier crítica dentro de su partido.
«Al no respetar el Estado de derecho, menosprecia a la ley»
Al no conocer la historia aprueba una lamentable ley de memoria, blanquea a los herederos de los terroristas, indulta y pacta con los autores de un reciente intento de golpe de Estado, suprime el delito por el que están acusados varios cientos de colaboradores de dicho intento de golpe, rebaja las penas de malversación para salvar el peculio de quienes atentaron contra la democracia.
Al no respetar el Estado de derecho, menosprecia a la ley, debe rectificar la del sólo sí es sí porque tenía «efectos indeseados» al no cuidar su calidad por falta de los controles necesarios. Legisla como nunca nadie lo había hecho antes mediante decretos-ley, el último, que trata de los más variados temas, es el 5/2023, de 28 de junio, ocupa 22 páginas del BOE núm. 154 y contiene 226 artículos, cinco disposiciones adicionales, diez disposiciones transitorias, una disposición derogatoria y nueve disposiciones finales.
El maestro del derecho público Tomás-Ramón Fernández, en Diario del Derecho, de la editorial Iustel, lo ha declarado histórico: en su larga trayectoria dice que no había visto nunca nada igual. Por supuesto, se vulnera una vez más la Constitución al no respetar el supuesto de «extraordinaria y urgente necesidad» que prevé el artículo 86. Además, probablemente, tendrá también «efectos indeseados». Y tantas vulneraciones más de la Constitución y las leyes que podríamos añadir.
Este hombre, Pedro Sánchez, sólo sabe mandar, sin límites, no sabe gobernar acatando las reglas democráticas. Es un tipo peligroso. Lo sabía desde su segunda elección como secretario general del PSOE y para decidir mi voto no me hizo falta el debate, el desgraciado debate. Lo tenía ya muy claro.