Por qué sería mejor para la derecha que Lula fuese absuelto
Una nueva presidencia de Lula podría convertirse en un salvavidas para muchos políticos de la derecha incriminados por la justicia que sueñan con una amnistía general
Cuando la derecha involucrada en la corrupción afirma, como lo acaba de hacer el presidente Temer, que «es mejor derrotar a Lula en las urnas que convertirlo en víctima», lo que quizás esté queriendo expresar es que, en este momento, sería preferible para su gobierno que Lula ganase las elecciones. Sabe esa derecha que, dado el rechazo de la sociedad a la corrupción política, le será difícil que un candidato que haya apoyado al gobierno Temer sea elegido.
Podría parecer extraño, pero si Lula fuera condenado y obligado a salir de la escena política, la mayor orfandad podría ser para la derecha. Fue, en efecto, con los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff cuando la derecha adquirió mayor peso político. Los principales ministros y asesores de Temer en su gobierno ya lo habían sido en las cuatro legislaturas en las que gobernó la izquierda. Fue con el PT en el gobierno cuando la derecha extendió sus tentáculos en todos los órganos del poder que hoy mantiene.
Si a Lula le impiden disputar la presidencia, es posible que crezca un candidato progresista dispuesto a seguir combatiendo la corrupción. ¿Por qué esa derecha temería más, por ejemplo, a la ecologista Marina Silva o al ultraderechista Jair Bolsonaro que a Lula? ¿O a un Joaquim Barbosa, un Ciro Gomes y hasta a un Luciano Huck? Porque esos políticos alternativos a Lula no parecen dispuestos a acabar con la Lava Jato. Bolsonaro ya ha anunciado que si gana designará al juez Sérgio Moro para el Supremo.
La derecha, que teme una candidatura progresista que no sea la de Lula, sabe que si él volviera al poder, la lucha contra los políticos corruptos sería abordada de manera más benigna de como lo haría un candidato con ficha limpia en los tribunales. Una nueva presidencia de Lula podría convertirse en un salvavidas para muchos políticos de la derecha incriminados por la justicia que sueñan con una amnistía general. Al mismo tiempo, sabe esa derecha que Lula volvería a gobernar con ella más gusto que con cualquier otro de izquierdas, ya que él es visto como un pragmático más que como un izquierdista. Si Lula volviera a ganar, repetiría seguramente el pacto con el mercado, la empresa y la banca, y colocaría, de nuevo, a un liberal como el actual ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, al frente de la economía y del Banco Central. Ya intentó hacerlo con Dilma pero esta lo rechazó.
Lula es un candidato que nunca infundió miedo a la derecha mientras estuvo en el poder. Cuando en 1989 disputó las elecciones y las perdió contra Fernando Collor de Mello, confesó que había sido mejor para el país ya que «no estaba aún preparado para gobernar por ser demasiado radical». Fue el dirigente del PT, posteriormente condenado a cárcel, José Dirceu quien «le puso la corbata a Lula», como escribió entonces este diario. Le hizo recortar la barba de sindicalista, vestirse con elegancia y reconciliarse con los valores neoliberales de la economía. Y ganó dos elecciones.
Fernando Haddad, un intelectual del PT experto en marxismo, considerado la rueda de repuesto de Lula, le ha recomendado que esta vez lleve al PT más a la izquierda. Lula sabe, sin embargo, que si vuelve al poder no podrá gobernar sin el apoyo de la derecha. Lo que sí le deberá haber gustado a Lula es el golpe publicitario de Hadadd, que lo ha bautizado como el «viagra de los brasileños». Ha pedido que en Brasil esa píldora «lleve el color rojo de Lula», el único político, según él, capaz de «devolver el tesón» a los brasileños. El mensaje subliminal de Haddad es claro: desde que Lula salió, los brasileños se volvieron impotentes para salir adelante y habrían perdido su fuego, algo que sólo el exsindicalista sabría devolverles.
Esa derecha, huérfana de candidatos, cuyo sueño es poder apagar el incendio de la Lava Jato para poder sobrevivir tranquila, sabe que Lula, moldeable por temperamento, sería más comprensible en los laberintos y enjuagues de la vieja política que cualquier otro presidente de la izquierda y hasta del centro. Podría parecer una paradoja, pero esa derecha, con miedo a acabar en la cárcel, entre la que figura medio Congreso, no llorará si Lula fuera absuelto este miércoles y pudiera disputar las elecciones.Y mejor aún, si las ganara.