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¿Por qué Xi Jinping no es un honesto mediador en la guerra contra Ucrania?

La misma China que nos ha dado el coronavirus debería compensar forzando a Rusia a terminar con esta guerra.

Al iniciarse el segundo año de la agresión de Putin contra Ucrania, Estados Unidos alerta sobre la posible ayuda militar de China a Rusia mientras que el régimen de Xi Jinping multiplica sus esfuerzos diplomáticos. Si los reiterados avisos de Washington se terminan por materializar, Estados Unidos y China pasarían de una pésima relación bilateral a recrear el siniestro mundo de la Guerra Fría.

El riesgo cada vez más evidente es que la agresión contra Ucrania termine convirtiéndose en algo típico del sistema bipolar implantado desde 1945 a 1989: un sangriento conflicto por delegación entre dos grandes bloques rivales y sus respectivos sistemas políticos antagónicos. En este sentido no hay que olvidar que justo unas semanas antes de que Putin lanzase su invasión, Xi Jinping acordó una alianza «sin límites» con Rusia. Y que esta China no va a tolerar una victoria occidental sobre el imperialismo ruso.

China ha publicado un documento «sobre un acuerdo político para la crisis de Ucrania». Un título y un texto que revelan la pseudoneutralidad prorrusa del régimen de Pekín. El papelín no es un plan de paz y sí que dice mucho sobre cómo Xi Jinping quiere hacer grande a China otra vez. Parece que se habla de Ucrania pero en realidad se está hablando de Taiwán, del matonismo de China hacia sus vecinos, del creciente autoritarismo de Pekín y de un régimen cuestionado que en virtud de sus abusos liberticidas se enfrenta ahora a la peligrosa combinación de retroceso económico y declive demográfico.

Todas estas sombras chinescas se proyectan en una fantasía compartida por muchos: la misma China que nos ha dado el coronavirus debería compensar forzando a Rusia a terminar con esta guerra. Pero esto no es más que confundir los deseos con la realidad ya que China –pese a su estatus como la factoría del mundo y su puesto fijo en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas– está muy lejos de cumplir con sus responsabilidades para lograr una mejor gobernanza global.

 

 

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