Posadas: La verdad es opinable
Hace un par de semanas el presidente de la República Francesa se vio obligado a salir al paso de una ‘información’ según la cual su mujer, Brigitte Macron, es una travesti. O una mujer transexual, me apresuro a corregir, no sea que me ‘cancelen’ por usar términos inadecuados. «Lo peor –declaró Emmanuel Macron– son las informaciones falsas y los escenarios inventados. La gente acaba creyéndolos y te molestan, incluso en tu intimidad. Las afirmaciones transgénero sobre mi esposa son típicas de los ataques misóginos en Internet que las mujeres tienen que soportar a diario».
A pesar de que vivimos en un mundo tan disparatado que uno ya no se asombra por nada, creo que estas declaraciones de Macron de algún modo anuncian la llegada de una realidad para la que más vale irse preparando. Que el presidente de uno de los países cuna del racionalismo tenga que explicar que su mujer (madre de tres hijos y casada con anterioridad) no es una persona trans me parece un síntoma. Uno bastante aterrador si tenemos en cuenta el perfectamente conocido origen de semejante trola.
Que el presidente de un país cuna del racionalismo deba explicar que su mujer no es una persona trans me parece todo un síntoma
Por lo visto, en diciembre de 2021 una vidente de nombre Amandine Roy y una autodenominada periodista independiente llamada Natasha Rey colgaron en YouTube un vídeo de cuatro horas de duración en el que ‘revelaron’ que Brigitte nació en 1953, solo que entonces era un varón llamado Jean-Michel Trogneux. Trogneux es el apellido de soltera de Brigitte, y Jean-Michel es el nombre de su hermano, pero, ¡quia!, no dejes que la realidad te estropee una gran noticia. Así que, puestas a revelar verdades, revelaron también que el primer marido de Brigitte, André Louis Auzière, fallecido en 2020 a la edad de 68 años, en realidad jamás había existido.
Denunciadas por estas y otras lindezas, las dos mujeres fueron condenadas por difamación y se les impuso una multa de 2000 euros a cada una. Pero apelaron y al final Roy pagó solo 1000 euros mientras que la multa de Rey se quedó en 470. Desde entonces el bulo ha ido creciendo y ahora Macron se ha visto en la obligación de decir lo que cualquier persona con dos dedos de frente puede deducir sin estrujarse demasiado las meninges: que una persona que ha transitado por esta vida desde 1953 siendo hija, hermana, esposa ¡y madre! difícilmente puede ser un ‘travelo’.
Pero da igual. Porque como habrán podido ustedes observar ahora la verdad es opinable, de modo que, si a las señoras Roy y Rey les da por decir que Brigitte es un tío, que las vacas vuelan, que la Tierra es plana o que Anaximandro, Pitágoras y Galileo eran unos ignorantes, no hay problema. Todo vale y, si alguien se atreve a señalar que lo dicho es un disparate, rápidamente surgen enfebrecidas voces clamando que cómo podía ponerse en cuestión el punto de vista de dichas personas, que cada uno tiene el suyo y que todas las opiniones son respetables.
¿Por qué cada vez más gente está dispuesta a creer dislates mientras pone en duda lo razonable? ¿Cómo hemos llegado a la situación de que, en un mundo donde hay más personas escolarizadas que nunca antes en la historia, estas personas formadas y pensantes sean víctimas de embaucadores tan poco sofisticados? Memos y lilas han existido siempre, pero lo que preocupa es pensar qué pasará a partir de ahora cuando la inteligencia artificial está a punto de hacer imposible distinguir lo real de lo ficticio, la verdad de la mentira.
El Parlamento de la Unión Europea acaba de aprobar la primera ley de la inteligencia artificial para intentar regularla y ponerle coto. Pero todos sabemos que es un desiderátum y que no pueden ponerse puertas al campo. Por eso se me ocurre que lo único que podemos hacer es intentar que los niños y jóvenes se preparen para la realidad que les tocará vivir. Ahora que la propia IA hará repensar los planes de estudio para adecuarlos al mercado laboral del futuro en el que muchas profesiones quedarán obsoletas, ¿no sería interesante añadir una asignatura nueva? Una que los ayude a discernir, a buscar fuentes fiables, a pensar con lógica, a no dejarse arrastrar por imbecilidades y a saber que una cosa es una opinión y otra muy distinta, una verdad.