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Posadas: Seréis como hombres

Me ha interesado leer un artículo publicado no hace mucho por la psicoanalista y escritora Lola López Mondéjar en el que hablaba sobre los nuevos roles masculinos y femeninos. He visto también que algunas de sus opiniones han causado incendios en Internet entre mujeres (y también hombres) que la tachan de antifeminista, traidora y retrógrada.

 

Muchas congéneres mías tienden a renunciar a valores que nos son propios como el diálogo, la reflexividad, la cooperación, los afectos

 

La tesis de López Mondéjar es que muchas de mis congéneres, para adaptarse a los tiempos, se están masculinizando. Es decir, al ocupar la esfera pública tienden a adoptar características tradicionalmente atribuidas a los hombres y renunciar a valores que nos son propios como el diálogo, la reflexividad, la cooperación y el cuidado de vínculos y afectos. Y, al hacerlo, se mimetizan con atributos más propios del otro sexo como la competitividad, la confrontación, la reactividad impulsiva, la exculpación o la tozudez intelectual en vez de intentar ver el punto de vista del otro y encontrar espacios de entendimiento.

Dicha actitud no tendría excesiva trascendencia si estos nuevos ‘atributos’ se circunscribieran al ámbito profesional o laboral. Pero esta masculinización a la que alude López Mondéjar, este femenino empoderamiento (¡cada vez me carga más este palabro!), condiciona también la esfera de lo privado y las relaciones afectivas. Según un estudio de la empresa Morgan Stanley hecho público en enero de 2023, por ejemplo, se estima que en el 2030 el 43 por ciento de las mujeres no tendrán hijos y/o elegirán permanecer célibes. Las razones que explican este fenómeno son diversas.

Por un lado, la sexualidad femenina tiende a parecerse cada vez más a la masculina, no en sus virtudes, que son muchas, sino en sus peores rasgos: relaciones epidérmicas, falta de compromiso, cosificación del sexo, etcétera. Las redes sociales, la literatura y el cine se encargan, además, de potenciar y elevar a los altares a esa nueva virago supuestamente fuerte, libre y autosuficiente que, en el más literal sentido de la palabra, no se casa con nadie. Otro elemento que menciona también la investigación de Morgan Stanley es que las dificultades para conciliar vida familiar y laboral está teniendo como consecuencia que aquellas mujeres más ambiciosas profesionalmente, en aras de alcanzar sus metas, en muchos casos posterguen el momento de tener hijos  o incluso renuncien a la maternidad.

Y por fin existe otra particularidad en la que yo no había reparado y que me parece digna de tenerse en cuenta. El estudio señala que tradicionalmente las mujeres, a la hora de elegir pareja, suelen preferir a hombres de mayor nivel económico y social o al menos uno al que puedan admirar, mientras que los hombres suelen decantarse más por el atractivo físico y la juventud de sus parejas. Ocurre, sin embargo, que, en muchos países del Primer Mundo, las mujeres superan a los hombres en cuanto a preparación profesional. Y esa mujer exitosa y cultivada intenta encontrar a alguien que esté a su altura, lo que dificulta la elección, sobre todo porque los hombres que en el terreno laboral son sus iguales no necesariamente se sienten atraídos por una mujer que puede suponer un reto o una competencia.

Todo lo que acabo de señalar gustará poco a las sacerdotisas del feminismo más intransigente, pero ahí están los datos, a los que habría que añadir uno más. Como reacción al fenómeno antes señalado, se está produciendo, además, otro de signo diametralmente opuesto por el que no pocas mujeres eligen adoptar roles hiperfemeninos, sobre todo en lo que se refiere a los hijos: madres que amamantan a sus hijos hasta los dos años y medio; mujeres que renuncian a sus carreras para dedicarse en cuerpo y alma a los suyos; el epítome, por tanto, de la mater amantísima de toda la vida…

He aquí, pues, algunas de las situaciones inéditas y efectos colaterales producidos por el nuevo papel de la mujer en la sociedad, así como el modo en que esas nuevas mujeres y esos nuevos hombres se relacionan entre sí. Por supuesto no se trata de desandar el camino andado y volver a situaciones anteriores nada deseables. Pero creo que no está de más saber que estos fenómenos existen. Y saber también que tienen solución porque, como señala Lola López Mondéjar en otro de sus escritos: «Se trata de buscar juntos, hombres y mujeres, ese espacio complejo y plural aún por explorar que redefina para ambos sexos los viejos, restrictivos y dolorosos roles de género».

 

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