Premios In-nobles 2024
Tampoco este otoño ha decepcionado la cita con los premios In-Nobles en el auditorio del Instituto Tecnológico de Massachusetts, que con impaciencia esperamos por su carga irreverente en vísperas del otorgamiento de los otros, más circunspectos, de la Academia Sueca.
Frutos de la inspiración genial de Marc Abrahams, el irremediable bromista editor de la revista Annals of Improbable Research, han reconocido desde 1991 las contribuciones científicas más extravagantes, inútiles e incluso imbéciles de los laboratorios más encopetados del globo, al punto de convertir la ceremonia de entrega en un evento tan mediático como los Oscar o el Super Bowl.
En años anteriores, por ejemplo, se premió el retrete inteligente del surcoreano-estadounidense Seung-min Park, que monitorea y analiza las emisiones de heces y de orina e identifica al autor con una impresora adaptada al culo para prevenir patologías en tiempo real; a expertos de China, Turquía y los Estados Unidos, interesados en la navegación en fila india de los patos como un recurso de ahorro energético, al estilo de los ciclistas que burlan el freno del viento, pedaleando agazapados detrás del puntero; a un estudio germano-turco-británico sobre la importancia del orgasmo como descongestionador nasal; al hallazgo de que los rinocerontes y elefantes son movilizados más eficazmente por helicóptero si se les amarra patas arriba, y a una distinguida académica profesora sueca por el diccionario de maullidos que, según dice, emplean los gatos para trasmitirnos sus ideas y necesidades.
Ahora, el japonés Takanori Takebe, de un hospital infantil en Cincinnati ganó en la categoría de Fisiología al demostrar que la presunta capacidad de ratones, ratas y cerdos de inhalar oxígeno por el ano pudiera ayudar a pacientes humanos con problemas respiratorios.
El de la Paz, a la sugerencia del psicólogo estadounidense BF Skinner de instalar pichones vivos en los misiles balísticos para asegurar su precisión, y el de Demografía a la demostración del profesor oxfordiano Saul Newman de que suelen ser falsas las informaciones sobre personas centenarias, al punto que sólo el 18.% de los casos en el mundo y ninguno en los propios Estados Unidos podrían certificarse científicamente.
En Anatomía, el cirujano craneofacial parisino Roman Khonsari por la revelación – que él mismo admite como irrelevante- de que el pelo de la coronilla crece en sentido opuesto al reloj en las gentes del hemisferio sur, repitiendo hasta cierto punto el patrón de los tornados que rotan en opuestas direcciones según la geografía; en Botánica, Jacob White y Felipe Yamashita por su descubrimiento de que una planta sudamericana es capaz de imitar a otras artificiales colocadas en su vecindad, y en Física, al doctor James Liao de la Universidad de Florida por su investigación sobre las capacidades natatorias de las truchas muertas.
En Medicina se premió la demostración de un grupo suizo-belga-alemán de que un falso medicamento que causa dolorosos efectos colaterales puede ser más efectivo que otro inofensivo; en Química, a un equipo holandés que empleó cromofotografía para distinguir entre gusanos sobrios y borrachos; y en Biología a los doctores Fordyce Ely y William Petersen por la constatación de la merma en la producción de una vaca asustada con un gato colocado en el lomo y la explosión de bolsas de papel.
Los galardonados tendrán problemas para invertir las recompensas en billetes de diez millardos de dólares zimbabwanos, carentes absolutamente de valor.
Varsovia, octubre de 2024