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Editorial New York Times: Presionando a Maduro a retirarse

Miembros de la Guardia Nacional de Venezuela se enfrentaron con activistas de la oposición en Caracas el jueves. Crédito Juan Barreto / AFP – Getty Images

El presidente venezolano Nicolás Maduro ha buscado en los últimos días reducir a miles de manifestantes con andanadas de balas de goma y gases lacrimógenos lanzados por las fuerzas de tierra y desde helicópteros. Su gobierno ha desplegado milicias propensas a la violencia para disuadir a los manifestantes de que salgan a las calles. Asimismo ha aumentado las presiones sobre los oponentes al inhabilitar a un prominente líder opositor y al detener a otros críticos. También se ha incrementado la censura de prensa al bloquear el acceso a medios de prensa digitales, al prohibir que los periodistas extranjeros entren al país y al agredir a periodistas venezolanos.

A pesar de que la última ola de protestas en las calles ha sido fatal, con al menos cinco muertes registradas en los últimos días, los venezolanos no muestran signos de disminuir la presión sobre el gobierno autoritario de Maduro. En una muestra llamativa de disidencia, el pasado martes manifestantes lanzaron a Maduro huevos y piedras, mientras él iba en un jeep durante un desfile militar en el estado oriental de Bolívar, donde su partido ha gozado tradicionalmente de un fuerte apoyo.

Una coalición de grupos opositores está llamando a una gran marcha el próximo miércoles.

Las grandes protestas son de los pocos medios que la oposición tiene para defender los principios democráticos y condenar la ya épica mala gestión económica del gobierno y la corrupción. Maduro controla el poder judicial, y le ha quitado funciones al parlamento – el cual es controlado por una alianza de partidos de oposición – haciéndolo en gran medida ineficaz al no reconocer su autoridad.

Estos últimos  disturbios probablemente profundicen la miseria de los venezolanos, que sufren de grave escasez de alimentos, sin dar lugar a un avance positivo. El gobierno de Maduro, después de todo, ha tenido un éxito considerable a la hora de superar anteriores períodos de agitación.

Pero los actuales sucesos podrían ser diferentes, sin embargo, si los grupos de oposición díscolos se ponen de acuerdo en una lista de objetivos concretos y diseñan una estrategia clara para empezar a abordar los problemas del país con la ayuda de la comunidad internacional. Los intentos de construir un consenso en temas como la liberación de presos políticos, un cronograma para las elecciones que han sido pospuestas indefinidamente y la distribución de ayuda humanitaria, han fracasado en el pasado. No obstante, ahora puede ser factible obtener concesiones por parte de Maduro porque un número creciente de gobiernos regionales están adoptando una línea más dura contra el gobierno venezolano.

En los últimos días, el Sr. Maduro y sus aliados han sido sordos ante la protesta. Ellos destacaron el cuarto aniversario de su elección mediante la publicación de nuevas consignas en las redes sociales. Una celebraba “cuatro años de victoria y lealtad.” Otra llamaba al presidente “indestructible.” Eso es un adjetivo sorprendentemente  cruel e insensible para un líder que ha hecho tanto daño.

Traducción: Marcos Villasmil


NOTA ORIGINAL:

The New York Times

Pressuring Venezuela’s Leader to Back Down

By The Editorial Board

President Nicolás Maduro of Venezuela has sought in recent days to cow crowds of protesters with barrages of rubber bullets and tear gas canisters tossed by ground forces and from helicopters. The government has deployed violence-prone plainclothes militias to discourage more demonstrators from pouring onto the streets. It has ratcheted up pressure on opponents by disqualifying a prominent leader from running for office and by detaining other critics. It has moved to censor the press by blocking access to digital news outlets, by barring foreign journalists from entering the country and by assaulting Venezuelan reporters.

Even as the latest wave of street protests has turned fatal, with at least five deaths reported in recent days, Venezuelans show no sign of letting up the pressure on Mr. Maduro’s authoritarian government. In a striking sign of dissent, demonstrators on Tuesday pelted Mr. Maduro with eggs and stones while he rode in a jeep in a military parade in the eastern state of Bolívar, where his party has traditionally enjoyed strong support. A coalition of opposition factions is calling for a huge march next Wednesday.

Big protests are among the few means the opposition has to stand up for democratic principles and decry the government’s epic economic mismanagement and cronyism. Mr. Maduro has co-opted the judiciary and rendered the legislature — which is controlled by a coalition of opposition parties — largely ineffective by disregarding its authority.

This latest unrest is likely to deepen the misery of Venezuelans, who are suffering from severe food shortages, without leading to a positive breakthrough. Mr. Maduro’s government, after all, has had considerable success in weathering past periods of agitation.

This one could be different, however, if Venezuela’s fractious opposition groups agree on a list of concrete objectives and lay out a clear strategy to start addressing the country’s problems with help from the international community. Attempts to build such a consensus on issues like the release of political prisoners, a time frame for elections that have been indefinitely postponed and the distribution of humanitarian aid have failed in the past. But getting concessions from Mr. Maduro may be feasible now that a growing number of regional governments are taking a harder line against the Venezuelan government.

Over the past couple of days, Mr. Maduro and his allies were characteristically tone deaf about the strife. They marked the fourth anniversary of his election by publishing new slogans on social media. One celebrated “four years of victory and loyalty.” Another one called the president “indestructible.” That is a strikingly callous adjective for a leader who has done so much harm.

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