Producciones Iglesias
Cuentas opacas, empresas pantalla, sospechas fundadas de financiación irregular de actividades satélites del partido, operaciones de blanqueo, denuncias falsas, chalaneos, embrollos con la Fiscalía, ajustes de cuentas en la organización… Podemos no es esto después de institucionalizarse. Era un trampantojo desde el principio. El fenómeno fascinó a biempensantes, mantuvo prietas las filas entre afines y constituyó el pretexto chic de los publicistas orgánicos para mantener el cañón orientado hacia donde siempre. Se ignoró el coste de elevar la charlatanería a categoría política. Además, los desenfadados muchachos de Podemos disparaban los picos de audiencia.
Salvo honrosas excepciones, no hubo interés por investigar el origen financiero de lo que Izquierda Anticapitalista y Juventud sin Futuro –paradojas de la nomenklatura– llamaron en 2014 Operación Coleta, que se gestó en 2011. En aquel momento no cuajaron las propuestas de un reducido grupo de activistas y pancistas de transformar IU y asaltar el centro de la formación desde su perímetro no institucional. Llamazares vio la jugada y lanzó Izquierda Abierta, tratando de aglutinar a los movimientos de izquierda no organizados. Demasiado tarde y convencional. Un año antes, el 18 de noviembre de 2010, Tele K emitió el primer programa de La Tuerka, que luego pasó al Canal 33. En enero de 2013, Iglesias estrenó Fort Apache en el canal público iraní Hispan TV. De ahí saltó a las tertulias de Intereconomía y La Sexta. En pleno ciclo de indignación, los sofismas a ritmo de rap de Iglesias, Errejón o Monedero constituían una bicoca.
En enero de 2014, Monedero leyó el manifiesto «Mover ficha: convertir la indignación en cambio político», basado en las consignas de Contrapoder, asociación anticapitalista de la Facultad de Políticas de Somosaguas, que aglutinó en torno a ella a precarios, PAH y mareas y antiglobalistas, cuyos primeros experimentos fueron las prácticas de asociacionismo acéfalo y con técnicas llamadas entonces de flash mob –diseminación rápida y masiva de mensajes de impacto–, constituido tras el hundimiento del Prestige y contra la Guerra de Irak [Iglesias lo explica en «El hilo rojo. La revuelta contra el Gobierno de Aznar…», disponible en internet]. Los firmantes de «Mover ficha» reivindicaron una «candidatura única y de ruptura» que además apoyara el referéndum del 9-N en Cataluña. El texto concluía con el grito de guerra: «Podemos». Ese mismo día, elDiario.es publicó que Iglesias se preparaba para las elecciones europeas: «Me han pedido que dé el paso», aseguró campanudo. En marzo, Podemos se inscribió en el registro de partidos.
Durante la moda crowdfunding, pocos se preguntaron por la financiación de la sociedad limitada. Todo era mucho menos romántico y espontáneo de lo exhibido: Chávez sufragó el CEPS, fundación anticapitalista y cobijo de los fundadores de Podemos para promover en España una fuerza subversiva. Hoy sabemos que Irán financió al embrión del turbio movimiento a través de la productora de Azimi: 9,3 millones de euros; 67 transferencias troceadas y periódicas para sortear los controles impuestos al régimen de los ayatolas. El pasado tiene efecto bumerán y los problemas del vicepresidente revelan y agigantan los nuestros: ¿Cómo hemos llegado a Iglesias?