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Prometió transformar a Colombia como presidente, ¿podrá cumplir?

Durante su campaña, el candiato de izquierda Gustavo Petro propuso importantes reformas. Después de ganar las elecciones del domingo tendrá que demostrar que es capaz de implementar esos cambios.

BOGOTÁ — En un estadio repleto de Bogotá, en medio de una explosión de confeti y debajo de un cartel que decía “Colombia ganó”, Gustavo Petro celebró el domingo su victoria como el primer presidente de izquierda que ha sido elegido en Colombia.

“Llegó el gobierno de la esperanza”, dijo el exguerrillero y veterano senador, en medio de una cascada de aplausos y vítores.

Durante décadas, Colombia ha sido uno de los países más conservadores de América Latina, donde la izquierda se ha asociado con una insurgencia violenta y algunos candidatos presidenciales de izquierda anteriores fueron asesinados durante sus campañas electorales.

En ese contexto, la victoria de Petro fue histórica, una señal de la frustración de los votantes con el establecimiento político de derecha que, según muchos, no logró atender los problemas de generaciones que vivieron en condiciones de pobreza y desigualdad que solo empeoraron durante la pandemia.

El hecho de que Petro eligiera como compañera de fórmula a Francia Márquez, una activista ambiental que será la primera vicepresidenta negra del país, hizo que la victoria fuese aún más excepcional. Algunas de las tasas de participación electoral más altas se registraron en varias zonas de las regiones más pobres y abandonadas del país, lo que sugiere que muchas personas se identificaron con los llamados repetidos de Márquez a la inclusión, la justicia social y la protección del medioambiente.

Como candidato, Petro prometió cambiar algunos de los sectores más importantes de la sociedad colombiana en una nación que se encuentra entre las más desiguales de América Latina.

Pero ahora que ocupará el palacio presidencial, pronto tendrá que convertir esas promesas, algunas de las cuales los críticos califican como radicales, en acciones.

“Hay un programa de transformaciones muy profundas”, dijo Yann Basset, profesor de ciencias políticas en la Universidad del Rosario en Bogotá. “En todos esos temas va a necesitar de un apoyo importante del Congreso, lo que promete ser bastante difícil”.

Petro ha prometido ampliar los programas sociales, proporcionar un subsidio significativo para las madres solteras, garantizar trabajo y un ingreso para las personas desempleadas, reforzar el acceso a la educación superior, aumentar la ayuda alimentaria, cambiar el país a un sistema de salud controlado públicamente y rehacer el sistema de pensiones.

Dice que los fondos para esos cambios, en parte, se obtendrán de aumentar los impuestos a las 4000 familias más ricas del país, eliminando algunos beneficios fiscales corporativos, aumentando algunos aranceles de importación y atacando a los evasores de impuestos.

Una parte central de su plataforma es un plan para pasar de lo que él define como la “vieja economía extractivista” de Colombia, basada en el petróleo y el carbón, a una enfocada en otras industrias, en parte para luchar contra el cambio climático.

Algunas de las políticas de Petro podrían causar tensión con Estados Unidos que ha invertido durante las últimas dos décadas miles de millones de dólares en Colombia para ayudar a sus gobiernos a detener la producción y exportación de cocaína, con poco éxito. Petro ha prometido rehacer la estrategia del país contra las drogas, alejándose de la erradicación de los cultivos de coca, el producto base de la cocaína, para enfatizar el desarrollo rural.

Washington ya ha comenzado a moverse en la dirección de priorizar el desarrollo, pero Petro podría chocar con los funcionarios estadounidenses por su visión precisa sobre ese tema.

Petro también se ha comprometido a implementar por completo el acuerdo de paz de 2016 con el grupo rebelde más grande del país, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, o FARC, y a frenar la destrucción de la Amazonía colombiana, donde la deforestación ha alcanzado nuevos máximos en los últimos años.

Uno de los mayores desafíos de Petro será financiar su ambiciosa agenda, especialmente encontrar nuevos ingresos para compensar la pérdida de dinero del petróleo y el carbón mientras se expanden los programas sociales.

Recientemente, otros dos políticos de izquierda, Gabriel Boric en Chile y Pedro Castillo en Perú, asumieron la presidencia con promesas de extender los programas sociales, pero su popularidad se desplomó, entre otros factores, en medio de la creciente inflación.

Colombia recauda menos impuestos en proporción de su producto interno bruto en comparación con casi todos los demás países de la región.

El país ya tiene un déficit elevado, y el año pasado, cuando el presidente actual, Iván Duque, intentó impulsar un plan fiscal para ayudar a bajarlo, cientos de miles de personas salieron a las calles a protestar.

“Las cifras presupuestarias simplemente no cuadran”, escribió James Bosworth, fundador de Hxagon, una firma de consultoría de riesgo político en Bogotá, en un boletín enviado el lunes. “Es probable que los costos de los programas sociales propuestos por Petro consuman el presupuesto y dejen un déficit que crecerá con rapidez”.

“Para el segundo o tercer año de su gobierno”, continuó Bosworth, “tendrá que tomar decisiones difíciles debido a las restricciones financieras y eso terminará molestando a una parte de la coalición que lo eligió”.

Mauricio Cárdenas, exministro de Hacienda, dijo que el primer paso que debe dar Petro es anunciar un ministro de Hacienda con experiencia que pueda sosegar los temores del mercado y de los inversionistas al asegurarle a la gente que no incentivará un gasto descontrolado o una intervención gubernamental excesiva.

Otro reto importante podría ser trabajar con el Congreso. La coalición de Petro, Pacto Histórico, tiene la mayor cantidad de integrantes en la legislatura. Pero no tiene una mayoría, que necesitará para impulsar su agenda. Ya se ha acercado a líderes políticos fuera de su coalición, pero no está claro cuánto apoyo obtendrá y si la formación de nuevas alianzas lo obligará a renunciar a algunas de sus propuestas.

“Yo creo que tendrá que abandonar ciertas partes de este programa”, dijo Basset. “De todos modos, yo creo que no tiene una mayoría para implementar todo lo que ha prometido”.

Petro también heredará una sociedad profundamente polarizada, dividida por clase, raza, región y etnicidad y marcada por años de violencia y conflicto.

Durante décadas, el gobierno de Colombia luchó contra las FARC, y el conflicto armado se convirtió en un enfrentamiento intrincado entre grupos guerrilleros de izquierda, paramilitares de derecha y militares, todos los cuales han sido acusados de abusos contra los derechos humanos.

A pesar del acuerdo de paz de 2016 con las FARC, muchas de las líneas divisorias del conflicto continúan, y han sido amplificadas por las redes sociales, que permitieron que los rumores y la desinformación circularan.

Las encuestas previas a las elecciones mostraban una desconfianza en aumento en casi todas las instituciones importantes.

“En mi opinión, esta elección es, por mucho, la más polarizada que hemos visto en Colombia en muchos años”, dijo Arlene B. Tickner, politóloga de la Universidad de Rosario. “Creo que será un desafío clave el solo hecho de calmar las aguas y hablarle en particular a los votantes y sectores de la sociedad colombiana que no votaron por él y que tienen temores considerables sobre la presidencia de Petro”.

Una de las tareas más difíciles de Petro podría ser abordar la violencia en el campo.

A pesar del acuerdo de paz, los grupos armados han seguido creciendo, especialmente en áreas rurales, alimentándose del narcotráfico, la industria ganadera, el tráfico de personas y otras actividades.

Los homicidios, las masacres y los asesinatos de líderes sociales aumentaron en los últimos años, y el desplazamiento interno sigue siendo alto: 147.000 personas fueron obligadas a huir de sus hogares el año pasado, según datos del gobierno.

Muchas personas afectadas por esta violencia votaron por Petro y Márquez, quien nació en el Cauca, una de las zonas más afectadas de Colombia.

El plan de Petro para enfrentar la violencia incluye una reforma agraria que desalentaría con impuestos la propiedad de grandes parcelas de tierra y otorgaría títulos de propiedad a los pobres, cuya falta de recursos a menudo los obliga a unirse a grupos armados.

Pero, presidencia tras presidencia, los intentos de emprender una reforma agraria han sido obstaculizados, y Petro admitió en una entrevista de este año que puede ser “lo más duro” de cumplir de sus promesas de campaña.

“Es alrededor del tema en el que en Colombia se han hecho las guerras”, dijo.

 

Megan Janetsky colaboró con el reportaje.

Julie Turkewitz es jefa del buró de los Andes, que cubre Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Perú, Surinam y Guyana. Antes de mudarse a América del Sur, fue corresponsal de temas nacionales y cubrió el oeste de Estados Unidos. @julieturkewitz

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