Democracia y Política

¿Puede un delincuente ser de izquierdas?

chorizos-pp-malaga-corrupcionAlberto Garzón, el candidato de Izquierda Unida a la presidencia del Gobierno, lo tiene claro:

Para mí una persona que es un delincuente no puede ser de izquierdas. Eso para mí es tajante. Porque la izquierda representa una forma de vivir y una forma de relacionarse en la que no cabe el utilizar al prójimo para beneficio propio.

Así se expresó durante su entrevista con Ana Pastor el domingo pasado en La Sexta. La afirmación es de órdago. Analicemos su significado paso a paso.

Primero, este moralizante Garzón es el mismo que defendió a su otrora compañera de partido Tania Sánchez ante la evidencia de que había otorgado contratos públicos a su hermano cuando era concejal de Rivas-Vaciamadrid con el argumento de que lo suyo (lo de Tania) no era corrupción sino «un error de tipo ético». Peor aún, exigió la puesta en libertad del hoy condenado a cuatro años de cárcel Alfon por llevar explosivos a una manifestación por cuanto, según Garzón, «luchaba por un mundo mejor«. Alfon es un conocido activista de ultraizquierda. Para Garzón, pues, no sólo no puede un delincuente ser de izquierdas sino que, además, alguien de izquierdas no puede ser un delincuente. Si la Justicia le condena como tal, la Justicia debe ser puesta en entredicho.

Segundo, Garzón demuestra tener una ignorancia enciclopédica sobre los crímenes perpetrados por la izquierda a lo largo del Siglo XX. Destacan entre ellos los hasta 100 millones de muertos que se atribuye a los regímenes comunistas. Garzón, recordemos, es afiliado al Partido Comunista de España desde 2003. Es decir, forma parte de la familia ideológica responsable de dichos crímenes. ¿Fue Stalin un delincuente (o peor)? ¿Mao? ¿Pol Pot? ¿O es que no fueron de izquierdas? Es la comunista una ideología basada en la imposición de una dictadura –la del proletariado- que, sin embargo, tiene la desfachatez de definirse como luchadora por la libertad. Garzón se ha dejado engañar por su propia propaganda. Y ni que decir tiene que IU ha sido incapaz de condenar las muertes de opositores que el régimen de referencia para el Socialismo del Siglo XXI –Venezuela- está perpetrando en la actualidad, ni cuando ha tenido la oportunidad de hacerlo en el Parlamento Europeo.

Tercero, el respeto de la ley y la ideología operan en planos distintos de la conducta humana. Comparar las dos es, estrictamente, confundir el tocino con la velocidad. Lo es, claro está, para quien diferencia la esfera pública de la privada: delinquir es un acto público que lesiona los derechos de terceros mientras que tener una ideología es una creencia privada. Las ideologías que buscan destruir la esfera privada de la vida humana –como la marxista- ignoran el carácter privado de la ideología. Su objetivo es someter toda conducta individual a una moral pública impuesta por el poder político. Por suerte, en España vivimos en una democracia liberal que protege la intimidad y las creencias privadas. Cuando Garzón y sus correligionarios ideológicos hablan de acabar con el régimen del 78 se refieren en parte a acabar con esta esfera privada de la vida de los españoles.

Cuarto, Garzón define el ser de izquierdas no como una ideología –un conjunto de ideas- sino como una forma de vivir. El matiz es crucial porque la definición de la ideología como un conjunto de ideas implica su confrontación con otras ideas distintas. Una ideología es siempre parcial. Toda idea que la compone está sujeta a ser refutada por otra mejor, más ajustada a la realidad. La parcialidad de la ideología es asumido con total naturalidad por el liberalismo. Ser liberal supone defender una serie de posiciones políticas en función de argumentos y experiencias; no supone estar en posesión de la verdad y, en virtud de ello, no busca imponer una forma de vida a nadie. Cuando Garzón equipara ser de izquierdas con una forma de vivir está dando por hecho que la función de la ideología es decir a la gente cómo debe vivir. El Estado se convierte entonces en el instrumento para imponer dicha forma de vida y los políticos de izquierdas en una suerte de sumos sacerdotes de lo políticamente correcto.

Quinto, la definición del delito para Garzón es apoteósica: utilizar al prójimo para beneficio propio. Esto supone tachar de delincuente a toda persona que tenga afán de lucro. La dueña del restaurante donde he comido hoy sería una delincuente para Garzón porque me ha servido la comida (muy buena, por cierto) no por la simpatía que me pueda tener sino porque esperaba que le pagase la cuenta. Me ha utilizado para su propio beneficio cuando yo debía satisfacer una necesidad tan básica como alimentarme. Me pregunto cuál sería la pena que Garzón haría cumplir a esta «delincuente» restauradora: ¿aprenderse de memoria los tres tomos del Capital de Marx?

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