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¿Puede enseñarse la virtud?

El Índice de Percepción de la Corrupción, publicado anualmente por Transparencia Internacional, mide los niveles percibidos de corrupción del sector público en 180 países.

El informe de 2018 muestra que la vasta mayoría de países evaluados están haciendo poco o ningún progreso reduciendo la corrupción. Analizado por regiones, el informe muestra Europa occidental como la menos corrupta, y África subsahariana como la peor.

Delia Ferrara, directora de Transparencia Internacional, explica: “Nuestra investigación establece un vínculo claro entre tener una democracia saludable y combatir exitosamente la corrupción en el sector público. La corrupción es más propicia a florecer cuando los fundamentos democráticos son débiles. Esto queda claro en los casos de regiones con las menores calificaciones, como África, Europa del Este, Asia Central, y Medio Oriente, donde muchos países luchan con instituciones inefectivas y débiles valores democráticos”.

Traigo a discutir la corrupción con nuestros lentes contemporáneos, un tema presentado por Platón alrededor del 402 A.C. en su diálogo de Meno. El diálogo comienza con Meno preguntando a Sócrates si la virtud puede enseñarse. La pregunta también nos concierne, como padres, cuando buscamos inculcar valores en nuestros hijos.

Platón, a través de la voz de Sócrates, primero fuerza a Meno a definir la virtud. Meno pasa dificultades, porque la virtud tiene diferentes significados a través del tiempo y de diferentes culturas. Para los antiguos romanos virtud era una larga lista de cualidades incluyendo virilidad, honor y más. La cristiandad combina los valores teológicos de fe, esperanza y amor con las virtudes cardinales de prudencia, justicia y moderación. Y así.

Las mismas dificultades se encuentran entre los pensadores. Para René Descartes virtud es el razonamiento correcto que guía nuestras acciones. Para Immanuel Kant ser virtuoso era comportarse de acuerdo con principios morales. Friedrich Nietzsche incluyó la soledad como virtud. Las siete virtudes de Ayn Rand incluyen independencia y productividad. Y Benjamin Franklin tenía una lista de 13 virtudes que guiaban su vida. Aquí nos basta con definir virtud como conducta que muestra altos estándares morales.

Entonces, ¿puede enseñarse la conducta de altos estándares para combatir la corrupción? En Meno, Sócrates concluye que la virtud no es un tipo de conocimiento, y entonces no puede enseñarse. Tampoco cree que sea innata. Pero, entonces, ¿de dónde viene la virtud? La respuesta socrática es que la virtud es un hábito guiado por opiniones correctas inspirado por Dios en algunas personas. Esa respuesta la considero insatisfactoria. Sin embargo, el nivel de corrupción contemporánea parece apoyar la idea de que altos estándares morales no pueden ser enseñados.

Nuestro criterio actual se acerca al de Aristóteles. Los psicólogos consideran que el carácter moral se forma esencialmente antes que el niño comience en la escuela. La virtud es función de factores genéticos: por ejemplo, algunas personas parecen haber nacido con aptitud excepcional para la compasión, mientras otras carecen de ella. Pero la virtud es también función de tempranas influencias ambientales y familiar. Si no podemos enseñar virtud, ¿podremos inspirar altos estándares morales dentro de la mayoría corrupta de gobiernos del mundo?

Seguramente, como señala Transparencia Internacional, la supervisión democrática ayuda. Pero eso es equivalente a decir que la vigilancia disuade el delito. Estados policíacos, como los gobiernos totalitarios y autoritarios, están entre los más corruptos. Un Estado policial no es la receta que buscamos.

Aunque la conducta de altos estándares morales no puede enseñarse, puede aprenderse. Esto no es una distinción semántica sin importancia. Enseñarle música a alguien no hace a esa persona musical, y existen músicos talentosos que no estudiaron música. Ser virtuoso es similar. Enseñar implica un maestro y un estudiante; aprender requiere solamente un estudiante. Podemos aprender de muchas fuentes sin un maestro.

Esta reformulación sugiere un posible enfoque para combatir la corrupción e implica una política exterior para aquellos países con menores índices de corrupción: no prediquen, sean ejemplo de buen gobierno.

Algunos considerarán esto nacionalista y aislacionista. Pero fortalecer el resultado económico y el gobierno democrático propios puede ser el camino más efectivo de ayudar a otros a mejorar sus gobiernos. Una política exterior de enseñar la virtud con el ejemplo, no con lecciones.

El último libro del Dr. José Azel es “Libertad para novatos”. Correo: Joeazel@me.com.

 

NOTA PUBLICADA ORIGINALMENTE EL 16 DE ENERO DE 2020.

 

 

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