¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?
Prefiero políticos, y políticas, mentirosos antes que tontos. Los primeros pueden volver a la verdad, los segundos tienen vedado el camino hacia la inteligencia
La presidenta del PSOE, Cristina Narbona; el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra.
Esto mismo se preguntaba hace unos cuantos lustros un grupo considerado de canción protesta de nombre Aguaviva. Decir canción protesta en los ominosos años de la dictadura no es decir nada, y menos ahora. Canción protesta fue la letra de la canción La La La que Serrat quiso cantar en catalán y no le dejaron. ¿Se acuerdan? Yo canto a la mañana, que ve mi juventud…etc, etc. Un peligro, si. Canción protesta era el estribillo de una de las canciones más bellas de Pablo Guerrero: Hoy que te amo, dejará de ser la libertad una palabra escrita en la pared. De modo que preguntarse hace 52 años qué cantaban, que miraban o sentían los poetas andaluces de entonces para concluir que no había ya quien respondiera a la voz del poeta, da una idea de lo vano de aquel intento, aunque, reconozcámoslo, fue hermoso mientras duró y nos creíamos inmortales.
No soy capaz de referirles por qué traigo aquí esa canción de Aguaviva, aunque sí puedo decir que la recordé escuchando el último mitin de Pedro Sánchez en Dos Hermanas, pero también las últimas declaraciones de la dirigente sanchista Adriana Lastra. Me dirán con razón que no hay nada menos lírico y profundo que una intervención de Sánchez y Lastra, pero yo no estoy en condiciones de explicar los mecanismos por los que el cerebro despierta recuerdos de forma tan caprichosa.
Ahora hay quien, como el poeta andaluz Jorge Onieva, escribe cosas como que la vida es una torpe elipsis/ y nos cuesta. O María Rosell, cuando afirma que somos lo que aprendimos/ en esta soledad donde regamos/ margaritas de plástico y silencio. Desde luego, los poetas andaluces de ahora no se preguntan las mismas cosas que entonces, sobre todo porque la llama de la libertad ya ha prendido entre nosotros y las repuestas nada han de ver con aquellas preguntas, muchas ingenuas, otras falsas, la mayoría episódicas. No hay mano en Andalucía que haya recogido la antorcha de Carlos Cano cuando le pedía a la política en una copla que no fuera distante y desabrida: Política no seas saboría y arrímate un poco al querer/ que no se te escape la vida/ por esa herida que abre el poder. Claro, también uno se pregunta qué pensaría hoy Carlos Cano de su tierra y la forma en que la han gobernado durante tantos años de socialismo. Tantos como 37.
Andalucía, última oportunidad para el sanchismo
Casi cuarenta años son suficientes para que la memoria recele y se avive cada vez que llegan a Andalucía aquellos que gobiernan España y se disponen a pedir el voto para un partido, el de Sánchez, que después de desfigurar España -soy muy superficial con el adjetivo, lo sé-, pide el apoyo para él y los suyos, que ya sabemos son la misma cosa. Lo pide, en primer lugar, para él, porque sabe que Andalucía es la única baza que le queda para evitar el desastre que se cebará en él el día después del 19 de junio. Se le acaba el tiempo al mismo ritmo que el aguante de los ciudadanos a sus mentiras. Y por eso la victoria de Espadas, un modelo radicalmente distante y lejano al de Sánchez, le interesa en la medida en que el éxito es tan indisociable como improbable.
Mientras escribo, la pantalla escupe dos datos de naturaleza distinta, pero que lastran las expectativas del sanchismo: ElIPC de mayo se va al 8,7% y el CIS andaluz anuncia que el PP podría subir hasta los 49 escaños, superando así a toda la izquierda. Si las encuestas están bien hechas, y eso es lo que parece ante lo insólito de que todas coincidan, igual da que las que publican periódicos de izquierda o derecha, Sánchez está ante una encrucijada. ¿La última? No tan deprisa. Para aquellos que encontraron el éxito sin esperarlo, abandonarlo es tarea lenta y nada individual. Se llevará a unos cuantos con él.
El PSOE, un partido hipotenso
Que tenga que adelantar las generales es lo de menos, aunque si el deterioro sigue calando en la calle, cuanto antes las convoque menor será el desastre del dueño de un partido al que algunos analistas califican certeramente de hipotenso. Que el sanchismo pierda en Andalucía confirmará una vez más la realidad que rodea al líder: le cuesta ganar cada vez más, si es que alguna vez ganó con claridad. Las que ganó fue instalado en los mínimos históricos del socialismo democrático.
Andalucía dejará tocado a Pedro Sánchez, aunque él componga la figura al modo que lo hacen los toreros fracasados cuando abandonan la plaza mientras caminan e ignoran las almohadillas que les tiran. Necesita un buen resultado con más urgencia que el insuficiente candidato sanchista Juan Espadas. Un paisano suyo y del PSOE, se sigue preguntando cada vez que hablamos cómo un hombre así, tan cabal y metódico, cayó en la trampa. Espadas intenta el titular, pero le falta creatividad y le sobra vergüenza torera, y por eso se hace más gris que nunca cuando asegura que el PP y Vox quieren a su tierra como laboratorio para llegar a La Moncloa. Claro, Juan, como Sánchez, sólo que el presidente además de quererla para eso la necesita imperiosamente.
Andalucía, la verdadera llave de La Moncloa
No descubrimos nada si decimos una vez más que sin ganar en Andalucía se hace muy cuesta arriba gobernar España. Y Andalucía ya sabe las maneras de Sánchez a la hora de hacerlo. Algún día alguien explicará su responsabilidad en la manera en que ha despegado la extrema derecha en nuestro país.
Por lo dicho, ha desembarcado en Andalucía con más de medio Consejo de Ministros, la inmensa mayoría desconocidos en Madrid y en Sevilla. Si el presidente tuviera asesores sin miedo y no la mediocre inspiración de Lastra, Bolaños y López, ya le habrían dicho que cuanto menos recuerden la forma de gobernar España, mejor para todos, pero sobre todo para él. Los votos que fueron del PSOE y ya no están o se han ido a otra parte son votos pensados, reflexivos. Votos que acusan el desgaste de las promesas incumplidas y las mentiras repetidas.
Adriana, mujer, Adriana
Hay que tener mucho valor en un momento como este para darle a Adriana Lastra la oportunidad de participar en un mitin y asegurar -¡en Andalucía!- que no vamos a ser el partido de los mangantes que trincaban a manos llenas mientras se empobrecían los españoles (…) o los que intentaban que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado taparan su corrupción. Hay que ser muy ignorante, o muy cretina, para salir y decir algo así en una tierra en la que mandando el PSOE se produjo el mayor caso de corrupción de la historia de España, con un coste para las arcas públicas de 640 millones de euros. Claro, que los que recordamos lo que no queremos ni podemos olvidar, somos bultos sospechosos, cuando no fascistas. Adriana, mujer, Adriana, ¿quién te quiere tan mal que te saca en un mitin para decir que el PP es el partido de las amistades peligrosas? ¿Pero no ves que por ahí abajo están hasta el gorro de que les tomen el pelo? Anda, Adriana, habla de José Antonio Griñán, que puede ir a la cárcel condenado. De Manuel Chaves. O quizá de aquel director general compi tuyo en el partido que, entre gintonics y farlopa, aseguraba que había dinero para asar una vaca con billetes de cien euros. ¡Menudo negocio el de los ERE. ¡Adriana, mujer, Adriana!
Prefiero políticos, y políticas, mentirosos antes que tontos. Los primeros pueden volver a la verdad, los segundos tienen vedado el camino hacia la inteligencia. Y esto es lo que hay. Mientras el Supremo revisa la sentencia de los ERE, que de confirmarse dejará a un presidente autonómico socialista camino de la cárcel, y chico el caso de la Gürtel y otros del PP, uno se pregunta a quién cantan hoy los poetas andaluces de ahora. ¿A quién? El poeta cordobés Manuel Gahete lo dice así: Busqué la redención en la palabra/ mas no atendió a mi ruego.
Y yo no lo sé decir mejor.