¿Qué es una mujer?
Aquellos que defienden las transiciones de sexo a la carta son los primeros que no saben responder a esta pregunta
La discusión sobre lo femenino es una de las protagonistas indiscutibles del siglo XXI. De las mujeres puede predicarse casi cualquier cosa: a veces víctimas, otras empoderadas y, dependiendo de contexto y orador, iguales o superiores a los hombres. Por supuesto, y por desgracia, en muchos lugares del globo se nos considera menores de edad, tal y como nos cuentan las revueltas iraníes.
Hasta hace bien poco todo este guirigay de ideas, ideítas, ocurrencias y bobadas sobre qué define a una mujer y, por tanto, qué le conviene en consecuencia, tenía algo positivo, algo tan obvio que en ningún momento pensamos que jamás llegaría a ser puesto en cuestión: el sujeto sobre el que emitir juicios y predicados varios era uno y el mismo, a saber, la mujer. El objeto –en este caso, sujeto– de discusión, el concepto sobre el que pensar y divagar, tenía un referente fijo e incuestionable. Parece una verdad de Perogrullo, ya establecida y bien defendida desde Aristóteles: es cuestión indispensable a la hora de investigar, reflexionar, dialogar y discrepar, que estemos de acuerdo sobre qué es aquello a lo que prestamos nuestra atención. Para evitar mantener diálogos de besugos resulta imprescindible que, al hablar sobre una fruta no estemos entendiendo como tal un buque de guerra o un cincel. Una manzana es una manzana –discúlpenme la tautología–, y sobre ella podemos discutir qué tipos existen, su calidad, su capacidad para producir frutos adecuados para su posterior propagación, etc. Ahí el desacuerdo puede producirse casi al infinito, con una única salvedad (que es la que hace posible el diálogo, dentro del desacuerdo): hablamos de manzanas.
Se preguntarán ustedes para que están invirtiendo tres minutos de su tiempo en una columna que parece un concurso de obviedades, algo que me planteo yo también, por cierto. Lamentablemente la actualidad no me deja otra alternativa. La ley Trans está a la vuelta de la esquina, y la cuestión previa que cabe plantearse ante este debate es «¿Qué es una mujer?». No porque no sepamos responderla, sino porque aquellos que defienden las transiciones de sexo a la carta como algo positivo en esencia son los primeros que no saben responder a esta pregunta sin caer en argumentos circulares, lo cual tiene toda la lógica del mundo: no pueden responder que una mujer es aquel ser humano con carácter y conducta femenina, porque resultaría sexista. Tampoco pueden responder que las féminas presentan rasgos biológicos femeninos, puesto que hay mujeres con pene. De esta forma, ante la pregunta «¿Qué es una mujer?» no les queda otra opción que responder que una mujer es quien se siente mujer, lo cual es la única forma equivocada de raíz de dar una definición, pues hacer equivalentes sujeto y predicado es no decir nada en absoluto. ¿Correcto, no? Ahora vean el documental de Matt Walsh titulado ‘What Is A Woman?’. Así, cuando acabe aprobándose la ley Trans, al menos podrán reírse un poco. Por no llorar, claro.