Qué hacer para pensar como Sherlock Holmes
La sicóloga y escritora Maria Konnikova, experta en los trucos que utilizan los farsantes para engañarnos y en cómo tomar buenas decisiones, tiene un libro muy particular que se llama Mastermind: How to Think Like Sherlock Holmes. En este, analiza la metodología de Sherlock Holmes y los hábitos mentales que nos llevan a vivir de una manera más consciente, optimizando la capacidad de pensar, decidir y razonar.
Los budistas llevan 2500 años hablando de las maneras de entrenar la “atención plena”, o “mindfulness”, como se conoce hoy. Muchos sicólogos, incluyendo a Konnikova, consideran que este enfoque consciente de la vida y del pensamiento mejora nuestra capacidad de decisión, nuestro carácter y hasta nuestra voluntad. Por medio de la meditación se adquiere la atención plena, también ayuda la contemplación de escenas de la naturaleza. Hacer tareas sin concentración, tales como meternos un dulce a la boca y tragarlo sin siquiera darnos cuenta, es lo opuesto, es la inconsciencia plena, muy común en la era de los teléfonos inteligentes.
Los niños (sin teléfono) miran el mundo con curiosidad, preguntan incansablemente: “¿Qué es esto?” y “¿por qué es así o asá?” Una sobrina mía, cuando estaba aprendiendo a leer, le preguntó a su papá si los peatones eran muy peligrosos. Este puso cara de sorpresa, y la niña añadió: “Es que en ese letrero dice: cuidado con el peatón”. Aunque la niña entendió el mensaje incorrectamente, al leerlo, lo llevó a la realidad con sus consecuencias, fue notablemente consciente, estuvo alerta, asimilando la información que encontraba en el mundo.
El cerebro es económico: trata de gastar poca energía, y por eso damos por sentadas muchas cosas, por eso usamos estereotipos y hacemos categorías, y dejamos de poner atención cuando suponemos que no hay nada nuevo o interesante. La falta de curiosidad es una de las más tristes características de los adultos y los viejos. Pero también hay otra cosa: en el mundo de hoy, la competencia por la atención es férrea, y para uno, casi ineludible. Compiten por ella las redes sociales, la radio, las revistas, los volantes, los podcasts, la televisión, la gente, la familia, etcétera. No tenemos tiempo para notar nuestros hábitos, nuestro diálogo interno, nuestras emociones y reacciones. La atención plena aumenta la curiosidad, la capacidad de ser conscientes de que nos estamos distrayendo o de que no estamos prestando atención y mejora la concentración.
El pensamiento de Holmes comparte con la ciencia el difícil hábito del escepticismo, en el que no se traga entero, en el que no se cree en una declaración porque un padre la haya dado o porque la mayoría la asegure. Para Holmes, “la verdad es la verdad, lo diga Agamenón o su porquero”. Aun siendo escépticos, es fácil caer en el fraude de las noticias falsas, y difundirlas. Nada que nos haga sentir más imbéciles que caer en las mil y una trampas que nos ponen los artistas del engaño, los facinerosos, los políticos y los piratas informáticos. No hay que creer en las brujas, aunque nuestro amigo jure por Dios que lo espantaron. No nos miente, necesariamente, pero seguro entiende mal la información y la experiencia que tuvo. Y sobre la medicina homeopática que le sirvió a ese otro, es necesario ir a las fuentes apropiadas y consultar si no es la misma que no ha pasado ningún experimento controlado.
Pocas personas prestan atención plena a sus experiencias, pocas observan los detalles, pocas exploran y buscan explicaciones que contradigan o afirmen lo que desean pensar. Porque pensar con el deseo es uno de los sesgos más comunes de la mente humana. La capacidad de observar mejora con la práctica, pero tenemos que proponernos. La capacidad de hacernos las preguntas adecuadas mejora con la educación, pero hay que aprenderlo. Los sicólogos saben que en momentos de estrés y de acoso tomamos decisiones sin pensarlas cuidadosamente, y que muchas veces nos equivocamos; saben que, después de un error, es común que cometamos otro. Holmes es un personaje que tiene el hábito de guardar la calma antes de decidir, aunque esté bajo presión.
En un momento dado, Holmes le dice a Watson: “Creo que el cerebro de un hombre es originalmente como un pequeño ático vacío que tiene que llenar con los muebles apropiados”. Los áticos tienen dos componentes: estructura y contenido. En el ático están los modelos, las teorías, las probabilidades, la racionalidad, el escepticismo, la capacidad de observación cuidadosa y la memoria de los hechos. Para recordar los hechos, Holmes propone hacerlo dentro de un entramado y una teoría. No se puede saber mucho si solo se recuerdan hechos aislados. Recordamos mal y somos proclives a llenar los vacíos de lo que no recordamos, y a cambiar los recuerdos, cada vez que los traemos a la mente. La información que no está presente es tan importante como la que está presente. En esto hacen énfasis Holmes y el método científico. Hay que revisar si lo que pensamos probable cabe en la situación o si debemos dar un salto y darle cabida a lo improbable, obligarnos a pensar por “fuera de la caja”, y evitar hacer deducciones basados en cuentos a los que estamos acostumbrados, a estereotipos. El pensamiento científico regresa al asunto, una y otra vez, para revisarlo e incluir tanto la retroalimentación positiva como la negativa. El pensamiento de Holmes no para de hacerse preguntas, no da por terminado el asunto ante la primera solución; no, encuentra maneras de ser crítico con las propias ideas, para tratar de desaprobarlas y ver si pasan el nuevo examen. Holmes se divierte pensando, porque razonar y pensar deben producir contento.
Holmes sugiere tener variados modelos, para organizar la información en el más adecuado. Uno solo no da muchas opciones, pues, como dice el dicho “Para quien tiene solo un martillo, todo parecerá un clavo». Por otro lado, mientras más disciplinas participen en los modelos que se tienen, más posibilidades hay de resolver distintos problemas. ¡Ah!, y los detalles importan, porque como dijo Cantinflas: “¡Ahí está el detalle!, que no es ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”. Los detalles pueden cambiar el sentido de la información. Todos sabemos que media verdad puede ser una mentira.
Holmes tiene cuidado con la información que mete en el ático. Mucha basura se puede colar sin que nos demos cuenta. Yo sé de un joven que terminó su relación con la novia que tenía porque estaba leyendo En busca del tiempo perdido (Un amor de Swann),* y le pareció que su novia se parecía a la infiel Odette. Las últimas experiencias, ficticias o reales, se cuelan en nuestra mente, si no tenemos cuidado. Además, como dice Steven Pinker, tendemos a creer más probable el que ocurra un accidente, que de hecho es improbable, cuando acaba de ocurrir (un ataque terrorista, o de un tiburón). Es bueno conocer los pecados más comunes del razonamiento, ¡para evitarlos!
La higiene mental depende de nosotros: tenemos que cerrar la puerta y las ventanas a la basura. Para seleccionar la información que es importante, hay que observar cuidadosamente y tratar de tener una imagen completa y con detalles del asunto que nos interesa, y no prestarles atención a los elementos distractores. ¿Cómo diferenciarlos? Con la experiencia, asegura Sherlock Holmes. Alejarnos, tomar distancia es necesario, a veces, pues ayuda a enfriar las emociones, que muchas veces alteran la percepción del problema.
Los budistas han propuesto por siglos que tratemos de notar los pensamientos, y las emociones que surgen con estos, en la medida en que las emociones ocurren, sin juzgarlas, sin rechazarlas, sin intentar evadirlas, sin apropiarnos de ellas, tratándolas como si fuéramos testigos imparciales de algo que otro está pensando y sintiendo, aunque el otro sea uno. El libro de Maria Konnikova propone, en últimas, vivir con más atención plena, para acceder a una mayor creatividad, una mayor seguridad, y para mejorar la capacidad de decidir y resolver problemas.