Derechos humanosDictaduraPolíticaRelaciones internacionales

¿Qué puede hacer ahora la oposición tras la negociación entre Estados Unidos y Maduro?

“Una transición democrática en Venezuela requiere un proceso de negociación largo, profundo y complejo”, señala Phil Gunson, analista del Crisis Group. “Ahora mismo hay demasiados desafíos en la agenda internacional y Venezuela va bajando de importancia en la medida en que la oposición se fragmenta”, indica el internacionalista Félix Arellano. Para la consultora política Carmen Beatriz Fernández el gobierno venezolano está mucho más frágil en la actualidad

 

 

Han transcurrido tres semanas desde que el presidente Donald Trump tomó posesión de su cargo el pasado 20 de enero y, desde entonces, algunos movimientos se han dado entre los gobiernos de Estados Unidos y el de Nicolás Maduro.

La visita a Caracas la semana pasada de Richard Grenell, designado como enviado especial para Venezuela por la administración Trump, pudiera interpretarse como un preámbulo de esas nuevas políticas. Por un lado, el gobierno de Estados Unidos logró la excarcelación de seis estadounidenses presos en Venezuela y la disposición del gobierno de Maduro a aceptar vuelos de deportación con migrantes venezolanos. Mientras que, por otro lado, el gobernante venezolano logró un canal de comunicación que, aunque frágil, le da cierta legitimidad a nivel internacional, según analistas consultados por El Nacional.

El encuentro entre Grenell y Maduro se trató de la primera visita oficial de un alto funcionario estadounidense a Venezuela desde que ambos países rompieran relaciones diplomáticas en el año 2019. En ese momento, durante el primer mandato del presidente Trump, Estados Unidos empleó una política de “máxima presión” que incluyó sanciones internacionales, el apoyo y reconocimiento al gobierno interino de Juan Guaidó y un mayor aislamiento internacional del mandatario Maduro.

Sin embargo, las prioridades del presidente Trump parecen haber variado. La migración venezolana, por ejemplo, ocupa ahora un eje central en la narrativa de su nuevo gobierno, que vincula a los venezolanos con el auge en la presencia de la banda Tren de Aragua en Estados Unidos. En ese sentido, haber pactado vuelos de deportación con Venezuela pudiera interpretarse como un logro para la administración Trump.

Pudiera ser eso lo que explique el interés de la administración Trump de llegar a un acuerdo con Maduro, que ni siquiera goza del reconocimiento de Estados Unidos como presidente electo el pasado 28 de julio en Venezuela.

Si bien María Corina Machado, líder opositora, y Edmundo González Urrutia, presidente electo, dijeron haber sido notificados con antelación de la visita del enviado de Trump a Caracas, la reunión ha generado dudas sobre la postura del gobierno estadounidense frente a la transición democrática en Venezuela.

Pero, ¿cuáles nuevos escenarios se abren y qué esperar de estas nuevas medidas políticas?

 

 

Fotografía cedida por Palacio de Miraflores donde se observa a Nicolás Maduro junto con el enviado especial del presidente de Estados Unidos Donald Trump, Richard Grenell, este viernes, en Caracas (Venezuela). Foto: EFE/ Palacio de Miraflores

 

 

Promesas y migración

Las primeras tres semanas del nuevo gobierno de Trump han estado orientadas en cumplir sus compromisos de política interna prometidos durante la campaña presidencial, a juicio del internacionalista Félix Arellano. Entre esas promesas, atender la crisis migratoria en la frontera sur (catalogada por representantes del gobierno estadounidense como una “invasión”) ha sido central.

“Pareciera que ha concentrado (el presidente Trump) la atención en objetivos de política interna, en usar la política exterior fundamentalmente en esos importantes objetivos de política interna que se planteó y en resaltar el tema negativo de la población migrante en todo el país”, sostiene Arellano.

Para cumplir esas metas, el presidente Trump ha recurrido a una serie de medidas para impulsar negociaciones y acuerdos con otros países de la región. Uno de ellos es el pacto alcanzado con El Salvador, cuyo gobierno se comprometió a recibir a personas deportadas desde Estados Unidos. Pero también existen precedentes con sus países vecinos, Canadá y México, contra quienes anunció una subida de aranceles sólo para luego acordar su suspensión.

Es en el contexto de esas negociaciones que ocurrió la reunión de Grenell y Maduro en el Palacio de Miraflores.

Para Phil Gunson, analista del Crisis Group, siempre existió la posibilidad de que el presidente estadounidense pudiera escoger una vía distinta a la tomada en su primer gobierno para tratar el tema de Venezuela. Era un escenario que se barajaba incluso antes de que éste ganara las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

“Lo único sorpresivo de lo que hemos visto hasta ahora es la velocidad con la que parecen haber acordado un intercambio de, por un lado, rehenes y la aceptación de deportados, y, por el otro, el mantenimiento del status quo. Pero sin ninguna insistencia (más allá de la retórica) en temas de democracia y derechos humanos”, explica.

Recientemente, la administración Trump eliminó el Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) que permitía a miles de venezolanos hacer vida en los Estados Unidos con un estatus migratorio regular. Entre los argumentos esgrimidos por el Departamento de Seguridad Nacional, la revocación se produjo por la existencia de “mejoras notables en varias áreas como la economía, la salud pública y el crimen” en Venezuela.

 

 

Parole Humanitario: Estados Unidos reactiva permisos de viaje para venezolanos

                                     Trump se ha concentrado en los temas de política interna. La migración es objetivo preponderante

Una “policrisis”

Lo primero que se podría pensar del acuerdo entre Venezuela y Estados Unidos es que resultó en una victoria para Nicolás Maduro. Pero una realidad, de acuerdo con la consultora política Carmen Beatriz Fernández, es que el gobierno venezolano es actualmente mucho más frágil.

“No nace de un resultado electoral válido y las dos instituciones que son básicas para Maduro, que son la militar y la del PSUV, tiene dudas sobre el liderazgo y su validación para continuar en el poder. Todos saben cómo votó el componente militar el 28 de julio (en referencia a los resultados de las actas electorales emitidas por las máquinas dispuestas por el CNE y publicadas por la oposición)”, asegura la experta en comunicación política.

Pero Maduro no sólo se enfrenta un problema de deslegitimidad, sino también otro cúmulo de dificultades que ha venido arrastrando el país durante todo su mandato: una crisis social, política, económica y migratoria. Es lo que Fernández denomina una “policrisis”, que le produce una debilidad popular que lo obliga a depender cada vez más de la fuerza militar y “volverse más autoritario”.

“Es un punto importante para Maduro, que le da empoderamiento en el contexto internacional donde, si bien no ha sido reconocido como gobierno, se negocia con él, se le visita en su oficina, se hace pública la visita. Estados Unidos, a su vez, logró objetivos importantes y pareciera que los va a seguir logrando en el tema de presos estadounidenses en Venezuela y en el tema de la migración”, agrega Arellano.

Tanto Gunson, como Fernández y Arellano, coinciden en este aspecto. En medio de una posición de aislamiento internacional, Maduro necesitaba una acción que diera una muestra de fortaleza que pudo haberla conseguido demostrando que cualquier negociación en Venezuela pasa por él.

 

 

González

Edmundo González en Quito. Foto: EFE

¿Qué le queda a la oposición venezolana ante la posición de Estados Unidos referente a Maduro?

 

Desde el 28 de julio, hay una convicción muy clara en los pensamientos de millones de venezolanos, dice Fernández. Se trata de un consenso en torno a la necesidad de que ocurra un cambio y una transición democrática. “Eso no va a cambiar, a pesar de que pueda haber momentos muy duros en los que comienza a haber cansancio, temor y hasta ira hacia el liderazgo democrático de la oposición”, argumenta.

La represión, dice Gunson, reduce los espacios de actuación de las fuerzas democráticas y las obligan a pensar con mucha creatividad sus nuevas estrategias. Como primer paso, explica el experto en resolución de conflictos, la oposición debe asumir que, aunque el apoyo internacional es importante, la solución no llegará desde el extranjero.

“Una transición democrática en Venezuela requiere un proceso de negociación largo, profundo y complejo, y por ahora eso no luce factible. Hace falta que una parte por lo menos del chavismo concluya que su futuro sería mejor si se supera el conflicto político y el país puede crecer económicamente de forma sostenida. En la actualidad las puertas a la negociación están casi todas cerradas”, señala Gunson.

Esas nuevas acciones políticas, coinciden Gunson y Fernández, pasan por la necesidad de construcción de un nuevo movimiento interno que permita producir nuevas alianzas y conseguir más logros.

“El tiempo es un elemento que también pareciera favorecer a Miraflores. Ahora mismo hay demasiados desafíos en la agenda internacional y Venezuela va bajando de importancia en la medida en que la oposición se fragmenta. De tal medida que el tiempo va normalizando la situación de Maduro”, concluye Arellano.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba